El favorable desempeño económico que los países de América Latina y el Caribe en su conjunto vienen experimentando desde el 2003, se mantuvo en el 2007, con un alza en la actividad económica regional de 5,7%, y un crecimiento generalizado a todos los países de la región. A pesar del significativo cambio en el escenario internacional ocurrido a partir de septiembre de 2008, en el presente año la región mantendrá un crecimiento económico cercano al 4,5%. Los resultados económicos alcanzados en 2007 y 2008 se traducen en que el PIB per capita regional crecerá a una tasa superior al 3% por seis años consecutivos, hecho inédito en los últimos cuarenta años.
El auge de la actividad económica en la región se enmarcó en un contexto en que tres factores externos se dieron de forma simultánea: un importante aumento de los precios de las materias primas en general, pero en forma más notoria en los precios de los hidrocarburos y los metales y minerales; un acentuado aumento de las remesas de trabajadores emigrados hacia los países de la región; y muy favorables condiciones de financiamiento externo con una abundante disponibilidad de liquidez y bajas tasas de interés en los mercados internacionales.
La persistencia de estos elementos, junto con la conducción de la política económica en los países de la región se tradujo en algunos resultados que constituyen características distintivas del desempeño económico en los años recientes: la existencia de un superávit en cuenta corriente; tipos de cambio flexibles con intervención de las autoridades en los mercados cambiarios; un manejo fiscal prudente; una disminución de la deuda de la región como porcentaje del PIB y cambios en la composición de esa deuda, en términos de plazos y tasas de interés mas favorables; y una importante acumulación de activos tanto mediante un aumento de la reservas internacionales como de la constitución o reactivación de fondos de estabilización.
Al mismo tiempo se observó en los últimos años una significativa mejora de los indicadores del mercado de trabajo. La mayor actividad económica se tradujo en un aumento del empleo, permitiendo al mismo tiempo una reducción de la tasa de desocupación, estimada para el 2008, en un 7,5%, esto es, más de tres puntos porcentuales por debajo de la tasa observada a comienzos de la década. Cabe resaltar que el crecimiento del empleo ha sido impulsado por el alza del empleo asalariado. Una vez que este tipo de empleo suele estar más asociado al sector formal de la economía, sería indicativo de una mejora en la calidad de la ocupación. En el 2007, el empleo asalariado aumentó un 3,3%, mientras que la tasa de ocupación creció 0,5%, acumulando un alza de 2,5% respecto del nivel de 2002.
Las favorables condiciones externas que América Latina y el Caribe han enfrentado en los últimos años cambiaron drásticamente a partir de mediados de septiembre de 2008. La crisis financiera desencadenada en Estados Unidos, y que rápidamente se propago al resto de las economías desarrolladas, implicó una fuerte disminución en el acceso y un significativo incremento en el costo del crédito externo para los países de la región. Asimismo, la importante caída en los precios internacionales de los principales commodities exportados por los países de América Latina, se traduce en menores ingresos por concepto de exportaciones de bienes, a la vez que la desaceleración de la demanda mundial impactará en los volúmenes exportados. A esto se suma la fuerte desaceleración en el crecimiento de las remesas de los trabajadores emigrantes de la región hacia sus países de origen. Todos estos elementos impactaran el ingreso nacional bruto disponible de los países, agregado que en los últimos años viene creciendo a tasas superiores a las del PIB.
No obstante la región esta mejor preparada que en ocasiones anteriores para enfrentar las turbulencias externas. En primer lugar, durante los últimos cuatro años se han registrado superávits en cuenta corriente, hecho inédito en la historia económica regional. Segundo, los países muestran en la actualidad finanzas públicas más ordenadas, anotando mayores superávit primarios que en otros periodos expansivos. Tercero, se ha verificado una reducción en la deuda pública y mejoras en su composición. Las mejores condiciones financieras internacionales prevalecientes hasta finales del 2007 permitieron mejorar los perfiles de endeudamiento en términos de plazos, tasas y monedas de emisión. Por último, los países de la región muestran altos niveles de reservas internacionales, tanto en montos absolutos como en porcentaje del PIB.
Para el 2008, se estima una reducción significativa en el superávit en cuenta corriente, debido al menor crecimiento de los volúmenes exportados y al continuado aumento de las importaciones de bienes, reflejo no solamente del aumento de los precios internacionales de las materias primas pero también del acelerado crecimiento que la demanda interna regional viene registrando hasta el tercer trimestre del año. Asimismo, se observa en muchos países una aceleración del gasto fiscal.
Igualmente, a pesar de que la deuda pública ha venido cayendo como porcentaje del PIB el nivel de la deuda pública es aún muy elevado en muchas economías del Caribe, lo cual dificulta el manejo de la política fiscal. La desaceleración de la actividad económica mundial, las mayores dificultades en el financiamiento externo, y la disminución del comercio internacional impactaran en el desempeño económico regional en el 2009, para el cual se espera una desaceleración importante en el ritmo de crecimiento de la actividad económica.
El crecimiento sostenido de la economía regional, la disminución del desempleo y el aumento de los ingresos no salariales (remesas y programas de transferencias condicionadas) han permitido una reducción en los niveles de pobreza; no obstante estos siguen siendo muy elevados. Aunque el porcentaje de pobres sobre el total de la población habría disminuido más de 9 puntos porcentuales entre 2002 y 2007, este todavía se encuentra alrededor del 35%, lo cual implica que 190 millones de personas se encuentran en situación de pobreza en la región, un 39%, más que el número de personas en esta condición en 1980.
Resultados más positivos se han logrado en lo que se refiere a la extrema pobreza; se estima que en el 2007, un 12,7% de la población se encontraba en condición de indigencia frente a un 18,6% en 1980; no obstante, en términos absolutos el número de personas afectadas aumentó de 62 millones a 69 millones en igual período. Sin embargo, es de destacar que las tasas de pobreza e indigencia registrada en América Latina en el 2007, no solo son las más bajas registradas por la región desde 1980, sino que representan el menor número de personas en situación de pobreza de los últimos 17 años.
Esta favorable evolución reciente de la pobreza podría verse amagada en el próximo tiempo a consecuencia del aumento de los precios de los alimentos y de los combustibles, así como por los efectos que la crisis financiera internacional llegue a tener sobre las condiciones de vida de la población de América Latina. En lo relacionado con la distribución del ingreso, la región también ha experimentado algunos avances, pero de magnitudes más bien tenues. Una de las características de América Latina ha sido históricamente la acentuada inequidad de la distribución del ingreso, así como su falta de flexibilidad ante el cambio.
Esta desigualdad se mantuvo invariable durante la década de los noventa, empeorando inclusive a comienzos de la presente década. No obstante, de acuerdo a los datos más recientes se observa que en los últimos años varios países lograron mejoras distributivas que, aunque reducidas, representan un avance respecto de la inflexibilidad ante el cambio, o incluso al deterioro de períodos anteriores.
El análisis de la pobreza y de la inequidad no puede limitarse a sus componentes materiales. La exploración de algunas brechas psicosociales en los países de América Latina permitió constatar la existencia de grandes distancias entre los distintos estratos socioeconómicos con relación a las expectativas de movilidad social, a la confianza en las instituciones del estado, la participación ciudadana y las percepciones de ser discriminado. Estas brechas constituyen los correlatos subjetivos de la pobreza y la inequidad, obstaculizan la inclusión de los más pobres, amenazan la cohesión social y ponen de manifiesto la necesidad de instrumentalizar políticas multidimensionales que complementen las transferencias materiales con iniciativas que permitan disminuir las distancias subjetivas.
Una de las características salientes del desempeño económico de la región en el actual período del crecimiento ha sido el incremento en el gasto social. No obstante, hay enormes diferencias entre países. Características que se desprenden del análisis del gasto público social en la región son la constatación de que a pesar de que la tendencia a asignar mayores recursos públicos a políticas sociales se detiene, no se revierte; que este tipo de gasto sigue supeditado a intensas restricciones presupuestarias y, en muchos casos, esta asociado a bajas cargas tributarias; durante los últimos 15 años, los países de menor desarrollo relativo son los que muestran mayores avances en su esfuerzo por destinar recursos a las políticas sociales; la región continua sin implementar políticas contra cíclicas de gasto público social; y por último, las principales prioridades se mantienen en el área de la asistencia social y la seguridad social, seguidas por el sector educación.
Uno de los elementos que ha constituido una preocupación para las autoridades económicas regionales en 2007 y 2008 ha sido el aumento de la inflación en los países de la región. De acuerdo a estimaciones de CEPAL, desde principios de 2006, y con mayor ímpetu en el 2007, el aumento de los índices de precios al consumidor de los alimentos se aceleró en la mayoría de las economías de la región, con un ritmo anual que oscila entre un 7% y un 30% en los diferentes países y un promedio cercano al 16%.
El aumento generalizado de la inflación obedece a diferentes factores. Por un lado, esta el fuerte aumento de la demanda mundial de alimentos debido a la incorporación al mercado de una gran cantidad de consumidores en Asia, en particular China e India. En estos países no solamente ha aumentado el poder adquisitivo de los consumidores, sino también se ha incrementado el porcentaje de población urbana. Por otro lado, esta el crecimiento en la producción de biocombustibles.
Estimaciones del Banco Mundial señalan que en el 2010, alrededor del 30%, de la producción de maíz en Estados Unidos estará destinada a la producción de etanol, y que más de un 40%, del aumento en el consumo mundial de maíz se debió a la demanda por biocombustibles en este país.. Aunque su impacto pueda verse atenuado por la actual crisis internacional, estos dos elementos adquieren un carácter estructural en la conformación de los precios de los alimentos. A estos elementos se sumó, hasta el cuarto trimestre del 2008 la importante alza en los precios internacionales del petróleo y el creciente atractivo de los productos básicos como reserva de valor.
A pesar de la significativa caída en los precios internacionales de los alimentos a partir de mediados de septiembre de 2008, en muchos países, y en particular en los de América del Sur, se mantienen presiones inflacionarias derivadas de las considerables depreciaciones de las monedas nacionales.
Esta situación tiene un marcado impacto regresivo en la distribución del ingreso. El aumento de los precios de los alimentos se hace sentir mayormente en aquellos grupos que destinan una más alta proporción de su ingreso a la adquisición de estos productos. Por lo general, cuanto menor es el 5 porcentuales (del 12,7% al 15,6%) lo que se traduciría en un aumento de 15,7 millones de personas en condición de indigencia. Estas cifras equivalen a casi un tercio de la reducción de la pobreza que se registro en la región entre 2002 y 2007. En la misma dirección podría apuntar las perspectivas de un menor dinamismo económico futuro, con su consiguiente efecto sobre la creación de empleo, ingreso de una familia, mayor es el porcentaje que esta destina a comprar alimentos para satisfacer sus requerimientos nutricionales. En un contexto de mayor incremento en los precios de los alimentos, con relación a los demás bienes y servicios incluidos en su canasta de consumo, los más pobres son quienes percibirán un mayor deterioro relativo de sus ingresos, en términos reales.
Este hecho, no solo es un elemento en la generación de inequidades pero también se traduce en un aumento de la pobreza. Sobre la base de estimaciones hechas por CEPAL, en el 2007, un incremento del 15%, en el precio de los alimentos elevaría el porcentaje de indigentes en casi tres puntos aumento del desempleo, caída de las remuneraciones y contracción del gasto social.