Diálogos amenos
Luis Aretino
Arán – ¿Es importante el poder?
Trinidad – Eso está fuera de duda, ¿alguien puede pensar que el poder no es importante?
A – Tienes razón, quizás la pregunta es cuánta importancia tiene el poder.
T – En todo caso, depende de la persona, cada cual le da su propio valor al poder.
A – Depende de lo que suponga estar en el poder. No es solo que las cosas funcionen según tu criterio, poder significa dinero, estatus, personas a tu servicio, reconocimiento…
T – Es difícil renunciar a todo eso.
A – Se podría medir la importancia que una persona le da al poder por lo que está dispuesta a hacer o a renunciar por alcanzarlo o por permanecer en él. El límite es la ética.
T – El problema existe cuando la ética es flexible, adaptable, amoldable o, como diría el filósofo líquido, líquida.
A – ¿Y si pasamos del plano personal al político?
T – A veces es difícil. Los dictadores piensan que es tan importante estar en el poder que cualquier otra consideración está subordinada, y desde luego está por encima de la vida y las libertades de las persona.
A – ¿Y en democracia?
T – Quizás es un saco demasiado grande. La palabra ha triunfado, pero no tanto su esencia. Hay presuntas democracias con una calidad democrática manifiestamente mejorable.
A – Volviendo al tema, en las democracias el poder es muy importante.
T – Sí, pero resulta curioso que tiende a identificarse el poder con el ejecutivo, cuando una de la bases de la democracia es el equilibrio de los tres poderes.
A – Eso se respeta, el legislativo es elegido por sufragio universal, el líder del ejecutivo por sufragio o por los representantes votados, y el judicial es independiente.
T – Como teoría está bien, pero la propia dinámica de los partidos políticos puede alterar el esquema. Pongamos un ejemplo teórico: el líder de un partido interviene activamente en la elaboración de las listas electorales al legislativo. Si el partido consigue el poder ejecutivo y mayoría en el legislativo puede haber una dependencia de los legisladores al ejecutivo si están sometidos a la disciplina del partido.
A – Pero en todo caso el poder judicial es independiente.
T – Puede ser, pero existe la tentación de “alinearlo” con los propósitos del ejecutivo. Y se recurre a un razonamiento presuntamente democrático: como los jueces no son elegidos por sufragio universal, el ejecutivo, que está legitimado por los votos, es un poder democrático, y el judicial no. Con lo cual, democráticamente, se han cargado la separación de poderes.
A – Y sin separación de poderes, no hay democracia. T – No lo sé. Al menos es una democracia bastante imperfecta.