Sen ve en el término «utilidad» dos conceptos entrelazados que reflejan dos formas diferentes de valorarla. El primero identifica la utilidad como un estado mental (valoración de la utilidad por si misma) como puede ser el placer, la felicidad y la satisfacción. Sen considera que sería enteramente engañoso reducir el bienestar al valor de esos estados mentales. Desde el momento en que observamos que una persona de actitud vitalista puede ser enteramente feliz siendo pobre, nos damos cuenta que desear o ser feliz es algo diferente a valorar un modo de vida. Así pues, el cómo una persona esté dependerá de la evaluación que la propia persona haga del modo de vida que merece la pena vivir.
El segundo concepto que, según Sen, envuelve el término «utilidad» es el de medida de valor de los objetos, que matemáticamente se representa mediante una relación binaria. Los utilitaristas piensan que la función de utilidad (o de elección) puede representarse como una relación binaria y que las elecciones de todas las personas se realizan maximizando tal función. Desde este supuesto identifican la justicia social con la maximización de la suma agregada de las funciones de utilidad individuales. Sen critica tal argumentación considerando que la simplificación a una relación binaria de los motivos por los que una persona elige nos conduce a no valorar en todas sus dimensiones un determinado modo de vida, porque valorar es un acto reflexivo diferente del deseo, la felicidad o la satisfacción.
Sen critica el ejercicio hipotético propuesto por los utilitaristas para establecer las condiciones de equidad de una determinada institución o política. Dicho ejercicio supone que el decisor desconoce la posición que ocupa a la hora de elegir entre las diferentes elecciones ofrecidas por cada uno de los diferentes estados sociales alternativos fruto de las diferentes políticas a seguir. Sen califica tal ejercicio de poco práctico e irreal. En definitiva, Sen rechaza el pensamiento utilitarista (que considera como el estado social más justo al que proporciona mayor utilidad global) porque subsume la idea de justicia en la idea de maximización de la utilidad.
Frente a las limitaciones del utilitarismo, Sen propone redefinir el bienestar como la capacidad de una persona para escoger el modo de vida que valore. Desde esta concepción, el bienestar viene definido por el conjunto de oportunidades de elección, es decir, por las libertades de las que efectivamente dispone el individuo. Partiendo de esta nueva idea, Sen propone una nueva forma de considerar la justicia social, de evaluar las instituciones y de tratar el desarrollo económico.
Implicaciones sobre la justicia social, las políticas sociales y el problema de la distribución.
Algunos críticos del pensamiento economicista han visto en indicadores como el PIB per cápita formas más apropiadas para medir el bienestar que el concepto de utilidad. De esta forma, creen poder medir mejor el bienestar pues consideran que el PIB per cápita mide mejor la posibilidad de una persona para lograr una serie de bienes necesarios. Pero Sen, siempre sin desmerecer estos razonamientos, considera a los bienes no como fines sino como instrumentos o medios para el logro de otras realizaciones, , puesto que lo que le da valor real a algo es el uso que de eso podamos hacer o lo que con eso podamos lograr. Sen utilizará el concepto de «entitlements» para designar el conjunto de bienes del cual puede disponer una persona en una sociedad utilizando todos los derechos y oportunidades que estén a su alcance.
Sen considera que, pese a que centrarse en las realizaciones nos proporciona un indicador más complejo del modo en que está una persona, poseer bienes no equivale automáticamente a poseer sus potenciales realizaciones. Entre los bienes y lo que se puede lograr con ellos intermedian una multitud de factores personales y sociales que hacen que las realizaciones varíen de persona a persona. Así pues, Sen tampoco ve en las realizaciones el elemento necesario para el análisis del bienestar, puesto que dos personas que hayan logrado las mismas realizaciones pueden valorar su forma de vida de manera diferente dependiendo de las oportunidades y derechos que hayan tenido a su alcance.
A su vez, dos personas que dispongan de una misma cantidad de un bien pueden lograr realizaciones diferentes, pues dependerá de las características personales y del entorno social de cada persona el que ciertas realizaciones puedan ser logradas o no. El conjunto de derechos y oportunidades que determina la capacidad de elección de un individuo es lo que Sen denomina «entitlement». El valor que una persona da a un modo de vida vendrá pues determinado por la capacidad de la persona para lograr las realizaciones que considere valiosas. Así pues, los elementos que un juicio social tendrá que evaluar serán el conjunto de oportunidades y derechos disponibles para la persona y el subconjunto de realizaciones escogidas dentro de todas aquellas que sus capacidades permitían.
Consiguientemente, a la hora de analizar las instituciones y las políticas sociales, se tendrán pues que evaluar sus efectos sobre el espacio de libertades de los individuos y no sobre su utilidad. Tal marco de análisis es más enriquecedor que el utilitarista puesto que nos permite tener en cuenta aspectos sociales clave como la igualdad y resaltar en mayor medida los problemas de la distribución de la riqueza. Es evidente que los habitantes de una sociedad que proporcione derechos de acceso a recursos sociales -sanidad, educación, etc.- o donde existan las estructuras más básicas de acceso a la propiedad -leyes sobre el intercambio de bienes, políticas laborales,…- tendrán un número mayor de oportunidades a su disposición y por tanto verán ampliado su espacio de libertades. Desde esta perspectiva se comprenden mejor las cuestiones distributivas. La distribución será vista como la distribución equitativa de oportunidades y derechos y no sólo en el sentido más limitado de la riqueza entendida como ingreso monetario.
Se encuentra dos razones principales para situar la libertad por encima de la consecución material:
1.-de tipo personal: permite a la persona elegir una alternativa mejor.
2.-de tipo social: una estructura social que de amplias oportunidades de elección iguales para todos los ciudadanos podría resistir mejor las críticas de aquellos que intentaran dilapidarlas.
La nueva evaluación de las instituciones: el ejemplo del mercado
Sen evalúa el mercado en términos de libertades resituando los argumentos del debate. Sen no acepta el argumento que justifica el mercado como marco institucional para el ejercicio de los derechos individuales legítimos, considerados como prioridad absoluta en términos de justicia. Entre tales derechos se suelen mencionar los típicos derechos de propiedad tales como la libertad para usar lo que se obtenga de ella, para intercambiarla libremente y para donarla o legarla a otras personas. Desde esta perspectiva no importará cuán buenos resultados produzcan las instituciones sociales mientras sean producto del ejercicio de la libertad personal. Sen critica duramente tal argumentación no consecuencialista, considerando que ninguna institución social puede ser justa simplemente en base a la aceptación de unos derechos primarios e independientemente de sus consecuencias.
El razonamiento de Sen parte de su estudio de las hambrunas acaecidas durante este siglo. Sus observaciones muestran que las mismas se han producido sin que hayan existido caídas en la producción causadas por desastres naturales. Contrariamente demuestra que las hambrunas han sido el producto de cambios bruscos en los «entitlelments» producidos por el ejercicio de los legítimos derechos individuales. Por tanto los «derechos individuales» pueden producir desempleo, disminuir el nivel de renta y generar hambre sin que se violen los derechos de nadie. Así pues, ¿Seguirá siendo el mercado un mecanismo aceptable sólo porque no se violan los derechos de nadie? ¿Son los derechos de propiedad prioritarios al sufrimiento de muchas personas? Las respuestas de Sen a estas preguntas parecen obvias después de lo explicado. Sen considera que el valor del mercado, como el de cualquier institución social, depende de sus consecuencias.
Por otro lado, Sen se diferencia de la concepción consecuencialista del utilitarismo en el tipo de consecuencias que para él dan valor al mercado. Pensadores liberales como Friedman ven en el mercado una mejor institución que el Estado porque protege mejor los intereses de los ciudadanos al permitirles «libertad para elegir». Sen propone que consideremos las consecuencias que las instituciones sociales tienen para la libertad distinguiendo tres ámbitos de evaluación:
1.-Las oportunidades que tienen las personas para conseguir las cosas que valoran.
2.-El papel que tienen las personas en los procesos de toma de decisiones
3.-La inmunidad que tienen las personas frente a las posibles .interferencias de otros.
Sen considera que la institución del mercado puede proteger las libertades 2 y 3 ya que es inherente a su funcionamiento que las personas tomen sus decisiones sin interferencias de las demás. Asimismo, observa que se puede dar el caso de que los mercados hayan respetado la autonomía decisional de las personas y que lo que éstas hayan logrado en términos de realizaciones sea muy pobre. Sen cree que el mercado no garantiza la libertad 1 y, por tanto, propone que lo que se juzgue sea si el mercado es capaz de dar a las personas oportunidades reales de vivir de un modo que ellas juzguen valioso. Tal juicio, como cualquier juicio social sobe una institución, tiene dos componentes:
1.-La evaluación de la eficiencia: las instituciones sociales serian eficientes en términos de libertad como oportunidad si no existiera ningún estado alternativo en el que nadie puede mejorar el conjunto de sus capacidades sin empeorar el de alguien. Esto supone una redifinición del primer teorema básico de la economía del bienestar, pero con la ventaja de no asumir presupuestos motivacionales de carácter utilitarista.
2.-Evaluación de la Distribución: la eficiencia en el campo de la libertad dice poco acerca de la distribución en el equilibrio competitivo. No obstante, los problemas de desigualdad resaltan más dentro del marco conceptual de Sen, ya que no sólo se trata la desigualdad en la posesión de bienes sino también la desigualdad de las personas para convertir bienes en capacidades (desigualdad de «entitlements»).
El nuevo enfoque del desarrollo económico
Lo que Sen critica de la economía del desarrollo tradicional es que no nos conduce a un adecuado entendimiento del desarrollo económico. Las limitaciones que la antigua concepción del desarrollo tiene no parten de la elección de los medios para lograr el crecimiento económico, sino del insuficiente reconocimiento de que el crecimiento económico no es más que un medio para el logro de otros objetivos. Esto no quiere decir que el crecimiento no importe. Importa mucho, pero su importancia recae sobre todo en los beneficios asociados al mismo.
Sen considera que quizás la deficiencia más importante de la economía tradicional del desarrollo es su concentración en el producto nacional, en el ingreso agregado y en la oferta de bienes concretos, más que en los «entitlements» de la gente y en las capacidades que estos generan. Según él el proceso de desarrollo económico tiene que centrarse en lo que la gente puede o no puede hacer, por ejemplo, si pueden vivir largo tiempo, nutrirse bien, ser capaces de leer y escribir, de participar en las decisiones de su comunidad o de formar parte de la comunidad científica o literaria mundial.
Para Sen el proceso de desarrollo económico debe verse como un proceso de expansión de capacidades y, dada la relación funcional existente entre «entitlements» y capacidades, como un proceso de expansión de «entitlements». El desarrollo debe centrarse en lo que la gente pueda o no pueda realizar y en las vinculaciones directas con sus «entitlements», más que en la oferta y en el output de la economía.
En la actualidad se puede observar cómo el centro de atención está pasando de los ingresos totales a la distribución del ingreso. Esto supone de hecho un giro en la dirección correcta, pero provee de una base inadecuada para el análisis de los «entitlements». El ingreso, como se ha comentado, proporciona el medio de comprar cosas. Expresa la capacidad de compra. Tal magnitud puede ser incrementada aún cuando no existieran escuelas ni hospitales. En tal supuesto el aumento en el ingreso no garantizaría que se incrementen las oportunidades de acceso de la gente a la educación y la salud.
Las implicaciones políticas que Sen encuentra a lo comentado son también importantes. Parece claro que esperar a que el crecimiento económico proporcione las oportunidades y derechos necesarios para vivir una vida valiosa puede resultar un proceso demasiado lento y traumático. Para producir desarrollo se hace necesario, pues, un mecanismo político que garantice e impulse los «entitlements» de las personas. Por ejemplo la esperanza de vida en Sri Lanka es mayor que la de Corea del Sur pese a que su ritmo de crecimiento es más lento y su desarrollo es menor. Esto se debe al impulso gubernamental realizado en materia de sanidad y prevención de enfermedades. Si Sri Lanka hubiese esperado a alcanzar tal esperanza de vida mediante el crecimiento económico se estima que hubiese tardado entre 50 y 159 años. En palabras del propio Sen, el dinero garantiza las cosas pero de forma lenta. Entonces el mecanismo de mercado es lento y ciertamente puede llevar a desigualdades. Se hace necesario, pues, un mecanismo político que lo corrija y regule.