Históricamente el estamento joven no fue parte de las políticas públicas de Desarrollo Rural (DR), es decir, fue un sujeto con poca visibilidad y muchas veces ignorado por los grandes números del sector agropecuario. Pero hoy es actor estratégico dada su potencialidad a favor del desarrollo y aporte a la innovación.
Se pueden adoptar distintas definiciones de jóvenes y los límites etáreos superiores e inferiores varían según regiones y clases sociales, no obstante, a los fines de este trabajo, nos referimos a la población en el tramo de edad comprendido entre los 16-30 años. Las Naciones Unidas consideran jóvenes a las personas entre los 15 y 24 años.
Las políticas públicas orientadas a los jóvenes requieren acciones interdisciplinarias específicas que atiendan su problemática, con metodologías nuevas y que exceden el ámbito sectorial agropecuario.
En lo específico las juventudes rurales constituyen un sujeto múltiple, con recursos y potencialidades según la tipología productiva y la posición social y por ende con fuertes desigualdades. Por ello, la política pública no debe referirse a una juventud rural sino las juventudes rurales argentinas.
Estamos convencidos que se deben decidir y ejecutar políticas públicas para la juventud o el campo se quedará sin jóvenes.
Una eje a tener en cuenta son los jóvenes rurales pertenecientes o vinculados a la Agricultura Familiar (AF) y los hijos jóvenes de los trabajadores rurales permanentes y temporarios, cuya estructura agraria y complejidad socio-laboral-productiva requiere de una acción activa de los Estados que iguale las oportunidades de acceso y les permita construir su vida digna en el ámbito de la nueva ruralidad.
Es necesario reconocer y jerarquizar el carácter multifuncional de la AF, en lo que se refiere a la producción de alimentos de alta calidad y seguridad alimentaria, al mantenimiento del equilibrio de los ecosistemas y contribución al desarrollo sostenible con base local, a la generación y mantenimiento de puestos de trabajo decentes que frenen la migración campo-ciudad.
Los cambios económicos, sociales y tecnológicos ocurridos en Argentina, se traducen en modificaciones abruptas en las condiciones de vida de los productores agropecuarios y su grupo familiar, por lo tanto, es lógico que sobrevengan más tarde o más temprano, cambios en los distintos estamentos poblacionales del campo argentino, que impactan significativamente en el arraigo y destino de la población joven.
Estos cambios se suceden a una gran velocidad y afectan en mayor grado al estamento joven, que es empujado a migrar de forma incierta, desde el campo a las zonas urbanas, sin posibilidades de optar, entre sus sueños continuar como productor agropecuario con identidad cultural o habitante urbano de una gran ciudad.
A esto se suma que los jóvenes hacen una lectura negativa de la vida rural y no perciben la actividad que realizan sus padres y que realizaban sus abuelos, una oportunidad de desarrollo, de trabajo decente y de acceso a una vida digna.
Así encontramos hoy a las juventudes rurales en tránsito por los distintos eslabonamientos o pasos secuenciales que tienen las migraciones campo-ciudad; que se inicia con la salida, por necesidad o expulsión, del campo a los pueblos o ciudades cercanas, y luego continúa desde éstos a ciudades capitales de provincia, para finalizar la radicación en la región metropolitana de Buenos Aires. Siendo mayoritariamente el primer y el segundo cordón del Gran Buenos Aires el lugar de asentamiento de los jóvenes rurales que llegan situación de pobreza y exclusión.
A estos jóvenes migrantes obligados o jóvenes migrantes excluidos, les va muy mal en el mercado del trabajo, ya que se insertan en trabajos informales o en changas en la gran ciudad. Esta situación afecta en mayor medida a los jóvenes con menores niveles de educación.
La estrategia es brindar herramientas para que los y las jóvenes puedan ser protagonistas en estos cambios en sus lugares de origen, del arraigo voluntario con oportunidades y por ende ser parte de la movilidad social ascendente.
Para definir las agendas de trabajo con juventudes, debemos ser flexibles para ajustarnos al cambio y responder a necesidades concretas y actuales especialmente de la AF. Por ello, es de importancia ejercitar nuevas formas de construir la autoestima, observando su cultura, sus visiones, las historias, las costumbres y todo lo que es realizado en el sector rural como generador de pertenencia.
Esta formula permitirá tener un sistema agropecuario, agroalimentario y Agroindustrial sostenible, con productores dueños y trabajadores de la tierra, con identidad cultural, con sueños y ganas de serlo.
Doce finalidades a tener en cuenta en un proyecto de juventudes rurales:
1.- frenar el proceso de migración campo-ciudad y despoblamiento rural.
2.- atender situaciones de pobreza de la vida rural
3.- mejorar la calidad de vida de los y las jóvenes en aspectos relacionados con la participación en la economía, la emancipación de derechos, la educación en valores, la igualdad de género, la salud, la recreación, el tiempo libre y el ocio.
3.- contribuir a reposicionar y jerarquizar la juventud vinculada a la AF y en los planes estratégicos de DR de la SAGPyA.
4.- favorecer el acceso a los recursos, atendiendo de manera particular el uso y distribución de la “tierra”, reconociendo su rol como bien social y su estrecha relación a la soberanía alimentaria y territorial.
5.- aumentar la empresarialidad joven de base local, especialmente en los eslabones estratégicos de las cadenas agroalimentarias y agroindustriales, posibilitando llegar con sus productos los más cerca posible del consumidor final, generando un fenómeno virtuoso con la sociedad.
6.- estimular la organización de empresas asociativas y cooperativas, articulando la gestión con el sector clásico de la economía social y evitando procesos de intermediación parasitarios y sin agregado de valor.
7.- proveer servicios competitivos para el sector productivo y para mejorar la calidad de vida de la gente dispersa en campo o que habita en pequeños pueblos del interior del país;
8.- mejorar el capital humano a través de oferta educativa formal y no formal en el campo, con un programa de becas que igualen las condiciones de acceso a los distintos niveles de formación;
9.- tomar el conocimiento como la base del desarrollo rural para producir con más valor agregado, equilibrando las demandas tecnológicas de la sociedad moderna con la actual oferta de las escuelas técnicas y las universidades;
10.- estimular la construcción de capital social o capital relacional, pasando los límites de la familia o de la comunidad rural y creando puentes con otros actores sociales y productivos bajo un enfoque de desarrollo territorial.
11.- aumentar la institucionalidad y los espacios de participación en el sector rural de jóvenes y la conexión intergeneracional;
12.- promover la cooperación entre el Estado y las organizaciones juveniles rurales.
Estos componentes deben atender transversalmente el tema género y la promoción de los derechos juveniles, con las particularidades regionales que expresan las juventudes rurales.
Estos lineamientos de trabajo requieren una estrecha colaboración entre los actores públicos en sus distintos niveles y privados, especialmente de las organizaciones juveniles rurales. Porque los programas de juventud se han caracterizado por su elevada fragmentación y por acciones institucionales aisladas.
Ya no es posible seguir utilizando mapas viejos para transitar caminos nuevos.