Autor: José Villamil Quiróz
Investigador en Gobernanza Latinoamericana.
No es concebible una sociedad auténticamente democrática sin la participación efectiva de las mujeres.
Las princesas republicanas de América Latina están descollando como agentes de gobernanza desde múltiples campos de actuación. Su activismo se muestra en variadas diligencias para enfrentar las problemáticas y oportunidades sociales que afectan sus entornos.
Resulta indispensable explicar de dónde proviene esa calificación de princesa republicana. Genéricamente, un príncipe republicano es un ciudadano activo que destaca en el pensamiento y la acción para la reconstrucción de las capacidades de acción colectiva. Los príncipes republicanos son los innovadores políticos, pero entendiendo por tales no sólo a los políticos y los directivos públicos, sino a todos aquellos que reconocen que la calidad de la vida personal es indisociable de la calidad del tejido institucional y obran en consecuencia, es decir, se interesan por la política y lo hacen desde el ideal irrenunciable de una humanidad de personas libres e iguales. Este es un pensamiento del erudito de la gobernanza, Joan Prats, consignado en el libro “A los Príncipes Republicanos; Gobernanza y desarrollo desde el republicanismo cívico”. En esa proyección, “si el futuro ya no es lo que era, los políticos de ayer ya no resultan eficaces frente a los problemas de hoy, como tampoco resultan ya los modelos de gestión pública burocráticos y gerencialistas”.
Los mecanismos tradicionales de administración de la sociedad mundial, regional, nacional y local; están siendo superados por nuevas dinámicas políticas, económicas y sociales; que evidencian el protagonismo de nuevos actores reivindicatorios que asoman recursos de poder que le restan credibilidad al anquilosado esquema de gobierno y gobernación precedente. Los instrumentos habituales utilizados por los actores estratégicos tradicionales de las sociedades, resultan insuficientes para entender y tramitar la complejidad e interdependencia que caracterizan esta nueva época. Esta dinámica incentiva y proyecta los procesos reivindicatorios de las mujeres latinoamericanas, quienes desde sus liderazgos transformacionales están enfrentando la complejidad de fenómenos que le sobrepasan a los vetustos liderazgos transaccionales. Sus iniciativas son genuinas y originales, confluyendo a formas de gobernanza para solventar problemáticas u oportunidades sociales. No arbitran la simpleza de los mecanismos habituales de gobierno y gobernación precedente. Manifiestan una potencial teleología avanzada e innovadora para la restauración del equilibrio político perdido. Es un modelo que pretende atajar la abulia, la pobreza y la exclusión social que se configuran en las sociedades del siglo XXI en la región.
La administración de las sociedades del siglo XXI, está demandando altas dosis de consenso e interrelación entre una panoplia de agentes en la toma de decisiones, para afrontar la complejidad de las problemáticas que le aquejan; puesto que ningún actor se muestra autosuficiente para ejercer el control supremo sobre las noveles, confusas y variantes situaciones que están brotando.
En ese orden de ideas, la administración de la sociedad local afronta fuertes presiones procedentes del crack político, social y económico, que atraviesa la sociedad global en el inicio del milenio; la pervivencia de problemáticas que degeneran en estructuras urbanas fallidas; y la emergencia de nuevas demandas por parte de una ciudadanía en transformación. Por ello, se hace necesario repensar las capacidades institucionales y organizativas necesarias para afrontar políticamente estos retos.
En virtud de ello, se requiere un teamwork de princesas y príncipes republicanos para enfrentar la complejidad de la nueva realidad local, la cual le supera con creces al vetusto e insuficiente esquema de interpretación y diligencia de las demandas ciudadanas de este milenio.