Josep Maria Pascual Esteve
Director de Estrategias de Calidad Urbana. Coordinador de AERYC.
Resumen. Se analizan los factores estructurales y subjetivos de la revolución democrática en Túnez y los desafíos específicos que tiene la transición democrática en el País. A partir de ahí, se identifica el papel clave que tienen las ciudades en el progreso y la consolidación de la democracia, y muy especialmente las aportaciones de la elaboración y despliegue de una estrategia compartida, como la que se lleva a cabo en la ciudad de Sousse promovida por la red de ciudades Med-Cities, para la transición y el inicio de una nueva gobernanza democrática en el conjunto de las ciudades tunecinas, y en consecuencia para el conjunto de Túnez; que puede ser el referente democrático de los países de la ribera sur del Mediterráneo.
Introducción
La denominada por la ciudadanía tunecina “Revolución por la Libertad y la Dignidad” fue una verdadera revolución, al iniciar un cambio de sistema político: de un régimen autoritario, al inicio de una profunda transformación democrática del país.
La revolución democrática en Túnez fue un movimiento que abarcó al conjunto del país, que tuvo en las ciudades su máximo exponente, como siempre, en los núcleos en los que vive la mayoría de la ciudadanía, y en los lugares que se establecen y densifican las relaciones e interacciones humanas que son la base de la innovación y el progreso humano.
No es casualidad que la revolución democrática árabe contemporánea se iniciara en Túnez y triunfara en sus ciudades. Éstas, como veremos, son claves en la consolidación democrática y del progreso social y económico en Túnez, y una referencia para el conjunto de los países árabes que optan por la democracia, no sólo en sentido estricto como sistema político de gobernación, sino también como modo de vida y de relación social.
En este artículo se analiza(1) la situación de la transición democrática en Túnez, así como (2) la contribución que, en la consolidación democrática y el desarrollo humano a nivel local y urbano y por ende al conjunto del país, puede ejercer el desarrollo de una estrategia compartida como la promovida por el programa MedCities (Ciudades del Mediterráneo) cuya secretaria general es él Área Metropolitana de Barcelona en coordinación con el Ayuntamiento de Barcelona, y cuyo titular es Joan Parpal[1], con el Ayuntamiento de Sousse, y con el apoyo de fondos del programa USUDS de la Unión Europea; y (3) las características del enfoque metodológico de la elaboración de una estrategia urbana, que pueda contribuir a la realización de las finalidades señaladas.
Las características de la revolución democrática en Túnez.
1.1. La lucha por unas instituciones democráticas e inclusivas
La revolución democrática en Túnez constituye un movimiento social, pacífico y democrático que ha derrocado una forma de gobernar autoritaria, injusta, generadora de desigualdades, de pobreza y exclusión social, en la que la ciudadanía no se sentía representada. La revolución árabe pretende establecer un sistema democrático sustantivo que, por un lado, asuma la representación de las distintas necesidades, expectativas e intereses legítimos de los distintos sectores de la ciudadanía, y por otro, establezca un sistema de participación ciudadana activo, para que la ciudadanía pueda comprometerse en la construcción de sus ciudades, y de su País. En este sentido la revolución democrática árabe es la expresión de la necesidad de buscar un sistema democrático que los represente efectivamente, diferente al movimiento 15-M, “Ocupy Wall Street” y similares que, inspirados en la revolución árabe, expresan su rechazo hacia un sistema democrático concreto y formalmente establecido pero que no les representa.
Como señalan Acemoglu y Robinson[2] la razón del descontento que motivó las revueltas árabes era la pobreza y la crisis económica y social provocada por unas instituciones políticas excluyentes, con una forma de gobernar ineficaz y corrupta, que impide que la ciudadanía, y en especial los jóvenes con estudios, no pueden utilizar su talento, su ingenio y su formación académica.
1.2. Las bases estructurales y subjetivas de la revolución tunecina
Toda revolución tiene unas condicionantes estructurales de tipo socio-económico y de gobernación que constituyen el caldo de cultivo del movimiento social revolucionario, y unos catalizadores subjetivos que explican el estallido del movimiento social masivo en un espacio y tiempo determinado. Es el momento del umbral revolucionario, conceptualizado por T. Kuran[3], para un gran número de personas que llegan a considerar que los perjuicios o costes externos que les puede causar el participar en el movimiento social opositor, son menores que los costes morales y subjetivos que les acarrea la actitud de pasividad o de no rebelión.
Las bases estructurales socio-económicas de la revolución han sido[4]:
– El crecimiento y gran peso demográfico de los jóvenes en la demografía de las ciudades de Túnez, con unos altos niveles de formación, que no podían insertarse en el mercado laboral y veían frustradas sus expectativas de vida.
– La existencia, en los últimos años, de un periodo de crecimiento económico no generador de empleo y, acompañado de un aumento muy visible de la desigualdad y pobreza entre la población.
– El cambio importante en el sistema de valores hacia una mayor apertura social protagonizado por los jóvenes, pero que afectaba a grandes sectores de la población, que se concretaba en la disminución de las tasa de fecundidad y en el declive de los matrimonios endogámicos, es decir acontecidos en el seno de la familia extensa.
– La existencia de la crisis en Europa que dificultaba la válvula de escape de las energías sociales hacia la emigración, la salida de productos a la exportación y la llegada de turistas.
– Una coyuntura económica de crisis debida a la debilidad de la demanda, pero sobre todo una crisis social, al ser coincidente un fuerte incremento de los precios de los alimentos y la energía, con el aumento del desempleo en general y en especial entre los jóvenes.
– La constatación cada vez más evidente y mayoritaria de ser gobernados por un clan mafioso, autoritario y despreciador de las necesidades y demandas de la población. Un clan, el clan BAT[5], organizado desde el poder y con epicentro en la familia del dictador Ben Ali y su esposa, que dilapidaba las conquistas de la independencia y de toda la época de los gobiernos de Bourguiba.
– La amplia presencia de los nuevos medios de comunicación: Túnez es el país con mayor uso de internet y telefonía móvil de entre los países árabes. Los nuevos medios sirvieron -no produjeron la movilización, pero constituyeron el medio- no sólo para la amplia socialización de información y convocatorias de ocupación del espacio público y como factor de desactivación de la comunicación oficial, sino también para integrar a cada individuo en un grupo más amplio, y así reforzar su conducta de oposición y su sentimiento de protección grupal. Cuanto más intenso e interactivo sea un proceso comunicativo, más probable es que se forme un proceso de acción colectiva arraigado en la indignación[6], como es el caso que nos ocupa.
Las condiciones emocionales que catalizaron el pase a la acción, se produjeron a raíz de la inmolación del vendedor ambulante Mohamed Bouzazi. La comunicación del evento, y sobre todo las condiciones de pobreza y desprecio a las personas vulnerables por parte de las autoridades y la policía (fuerza de soporte del clan BAT), encendieron a la juventud y a todos los sectores democráticos, movilizándolos a la lucha por la libertad y la dignidad. La superación del umbral revolucionario, que determina, según Kuran, el pase masivo a la acción transformadora se produce por la ira. La ira; que es una emoción ligada a un comportamiento que asume riesgos, y se produce e incrementa, según M. Castells, con la percepción de una acción injusta y la clara identificación de los responsables; se produjo a raíz de la inmolación y se alimentó con la comunicación de las personas heridas y fallecidas por la represión. A través de la ira se superó el miedo y se alcanzó el umbral revolucionario, y posteriormente el movimiento democrático se reforzó al vislumbrar que la posibilidad de victoria (entre otras por la negativa del ejército a apoyar al gobierno de Ben Alí) y la esperanza del cambio democrático eran posibles.
1.3. El papel de las instituciones republicanas
Una de las características diferenciales de Túnez, y sin duda una de las más esenciales, es, como acertadamente señala S. Nair, que el régimen autoritario y personalista de Ben Ali no significó la transformación del Estado y sus administraciones republicanas de la época de Bourguiba en un estado autoritario-mafioso, sino que la organización autoritaria y mafiosa se construyó fuera del Estado republicano, pero sometiéndolo a la fuerza, sobre todo a través de la policía. Esta subordinación a la fuerza del Estado, y no su transformación, permite la coexistencia del fraude con una administración profesional y funcionarial que se precia de su labor y su dignidad como servidora de lo público, y que además mira con recelo y resistencia la apropiación privada y lucrativa de los bienes públicos. La permanencia de la institucionalidad democrática explica no sólo que el ejército se negara a cumplir las órdenes represivas, sino también que la administración republicana sea una base fuerte para la transición y reconstrucción de la democracia. No es la misma situación en Egipto y en especial Libia, país en el que el nuevo Estado debe organizarse partiendo del municipio, y no puede asentarse en instituciones basadas en la racionalidad-legal como en Túnez.
1.4. El Islam y la Sharia
Que Islam y democracia son dos términos plenamente diferenciables y política e históricamente compatibles debería ser una certeza establecida. El Islam no es sólo compatible con la democracia[7], sino que, las experiencias de Indonesia y Turquía muestran que no hay nada esencial que haga incompatibles democracia e Islam. Como afirma J.M. Colomer[8], el postulado de incompatibilidad entre la política democrática y la religión musulmana no es más sólido que el que negaba la capacidad democrática de los países con mayoría de población católica hace unas décadas[9].
El problema para la democracia en los países de mayoría de población musulmana, son los grupos político-religiosos que buscan aplicar la ley islámica de origen medieval, la Sharia, a todos los niveles de la vida social y política[10]. Esta versión del Islam es la que es incompatible con la garantía de los derechos civiles y políticos que debe ejercer cualquier estado democrático. La aplicación de la Sharia es promovida por la corriente denominada “salafismo” que es promocionada y financiada por un país fuertemente autoritario, Arabia Saudí, en todos los países árabes, aunque hasta la actualidad en Túnez ha tenido poco impacto.
El partido religioso que ganó las elecciones en Túnez, Ennahad, no incluye la Sharia en su ideario; es más, su modelo es el de Turquía y por ello el borrador de Constitución en Túnez es claramente secular y la Sharia no es considerada, por el gobierno del partido religioso, como fuente de derecho, a diferencia de Egipto y Libia.
Por otra parte, en la ciudades tunecinas se puede observar un florecimiento del Islam, que además se relaciona no sólo como la reacción de etiquetaje-segregador a todo lo relacionado con el Islam que se ha desarrollado en el mal denominado “Occidente” después de los atentados de Al Qaeda, sino también, y de manera muy relevante, con la lucha contra el régimen de Ben Ali. Puesto que no se puede olvidar que mantenía el soporte internacional como baluarte de contención del islamismo.
La revolución, la apropiación ciudadana de la calle, está protagonizada fundamentalmente por el movimiento secular y democrático que no hace de la religión un instrumento de la política; pero en cambio, las elecciones son ganadas democráticamente por el partido religioso, y no salafista, Ennahad, lo que es un hecho a retener.
De todos modos, no debe perderse de vista que el salafismo apoyado financieramente con importantes fondos saudíes, está ganando terreno como corriente en Ennahad, puesto que tiene más libertad de movimientos y facilidades para influir en democracia, y en especial en este periodo de transición inestable desde el punto de vista económico, social e institucional, produciéndose conflictos antagónicos de difícil resolución, no sólo entre el “salafismo” y el movimiento democrático, sino, y esto es lo realmente peligroso, entre buena parte del movimiento religioso y el movimiento democrático y secular[11]. Debido a que el proceso de segregación mútua aumentaría paulatinamente, y significaría un éxito para el “salafismo”, al que se confundiría con el conjunto del movimiento religioso que representa Ennahad.
La transición democrática necesita afianzarse con un mayor desarrollo económico y social que incida en la calidad de vida de las personas, y el conflicto religioso-ideológico, aunque inevitable en no pocos aspectos, ayuda más bien poco.
1.5. La importancia de la sociedad civil organizada
La revolución democrática no se basó en individuos aislados conectados por internet. Ésta es una afirmación exagerada y falsa. En Túnez, y en Sousse en particular, había un muy amplio y diversificado tejido asociativo, que se fue tejiendo frente al sistema autoritario, bien como respuesta a la debilidad o a la ausencia de políticas públicas en los ámbitos sociales y culturales. Así, desde 1980, fueron creciendo de manera exponencial asociaciones privadas sin afán de lucro: de defensa de los derechos humanos, de desarrollo social y comunitario, asociaciones de defensa de la mujer, organizaciones de asistencia social y justicia social, entidades culturales y humanitarias, etc. Sin este tejido asociativo, en opinión de Gutiérrez de Terán, la revolución democrática difícilmente hubiera sido posible[12], debido a que constituyó su caldo de cultivo. Además estas entidades sociales son la base de la defensa democrática frente al salafismo, y la base de la ocupación democrática del espacio público frente a involuciones totalitarias.
1.6. La transición democrática y sus desafíos en las ciudades
Túnez y las ciudades que lo configuran atraviesan un crucial periodo de transición a la democracia que abarca todas las dimensiones de la sociedad, y entre las que destacamos los siguientes retos:
1.6.1. La generación de nueva institucionalidad democrática local
En las ciudades tunecinas, hoy en proceso de transición democrática, lo viejo aún no ha acabado de morir, y lo nuevo aún no ha terminado de nacer. Esta frase define lo que el importante político y politólogo italiano, A. Gramsci, calificó como crisis orgánica, en que se producen importantes contradicciones entre el antiguo modo de gobernación y el que todavía es emergente y debe fortalecerse y consolidarse[13].
En el caso tunecino, por ejemplo, la estructura de gobernación no es sólo centralista sino dependiente del Ministerio del Interior, lo que es típico de los sistemas autoritarios. Pero desde este Ministerio se organiza el consenso entre los partidos políticos y las organizaciones no gubernamentales internacionales y locales para escoger, por consenso, los consejos municipales (denominados Delegaciones Especiales) y al presidente de la Delegación Especial, que es el equivalente al alcalde o alcaldesa. Dicho Consejo se resiente en la toma de decisiones de su falta de legitimidad democrática y de la necesidad de producir consensos. Pero esta práctica es a la vez la que genera y establece unas reglas de funcionamiento y de interacción comunes, que si son respetadas por la legislación local posterior sentarán unas bases sólidas en la organización del sistema democrático local.
Pero la institucionalidad democrática no se refiere sólo al modo de funcionar del ayuntamiento, sino al desarrollo de la participación y el compromiso ciudadano en el “hacer ciudad”, y en la creación de espacios de intermediación y de cooperación pública-privada e interinstitucional.
La tarea consiste, en palabras de Acemoglu y Robinson[14], en finalizar con el sistema de exclusión del régimen personalista y autoritario y generar instituciones inclusivas. Las instituciones inclusivas, según estos actores, se caracterizan porque ofrecen seguridad en el ejercicio de los derechos ciudadanos, un sistema jurídico imparcial, unos servicios públicos que proporcionen igualdad de condiciones en las que las personas puedan realizar intercambios y firmar contratos; permitir la generación y entrada de nuevas empresas y que las personas puedan elegir libremente la profesión a la que se quieran dedicar. Es decir, en el caso de Túnez, y muy especialmente en el tema local, se trata de basarse en las instituciones republicanas heredadas de la época de Bourghiba, tanto para abolir la influencia del sistema de exclusión del régimen autoritario y mafioso del clan BAT, como para generar las nuevas instituciones democráticas inclusivas.
1.6.2. La generación de desarrollo económico y social para consolidar la democracia
La política comparada nos dice que los sistemas democráticos son muy vulnerables a la crisis económica y al crecimiento de la pobreza con niveles de renta bajos[15]. Es más, a niveles bajos de renta las democracias son más vulnerables que las dictaduras.
La diferenciación entre satisfacción por los resultados económicos y sociales de los gobiernos democráticos y el grado de soporte a la democracia como sistema de gobernación, que ha puesto de relieve el reconocido politólogo Robert A Dahl[16], parece que únicamente acontece en países con un nivel de desarrollo económico y social relativamente elevado. En los países con altos niveles de pobreza y desigualdad, la exigencia por los resultados incide directamente en la estabilidad del conjunto del sistema democrático.
Hemos señalado que unas condiciones socio-políticas y económicas desiguales y degradantes, desde la perspectiva de los derechos humanos, fueron el caldo de cultivo que permitió, en un momento dado en que el sentimiento de ira emergió, que gran parte de la población tunecina superara su umbral subjetivo de pasividad, y se lanzara a la calle. Pero la democracia, para consolidarse en países de renta baja, necesita generar desarrollo económico y social.
El Premio Nobel de economía del año 1993, Douglas North, puso de relieve el importante papel del desarrollo institucional en el progreso económico y social de los países. Acemoglu y Robinson[17], han señalado recientemente que son las instituciones capaces de generar confianza a base de la objetividad de su actuación y su orientación hacia la igualdad hacía los ciudadanos, las que generan capital social y son la base para un desarrollo estable y sostenido. Ahora bien, las instituciones son del todo necesarias pero no suficientes para el desarrollo económico y social. Es preciso que se produzcan, complementariamente a su construcción, las inversiones privadas y públicas capaces de generar empleo y demanda de bienes de consumo, para que generen renta que, bien distribuida equitativamente en el conjunto de la población, genere nuevas demandas que hagan de motor de la economía, tal como ha demostrado recientemente el otro Premio Nobel de economía Joseph Stiglitz[18] y Raghuran Rajan[19]. Las políticas de igualdad no sólo favorecen el desarrollo económico sino también, como señala la investigación comparada de Carlos Boix[20], la democracia es siempre más probable en las sociedades igualitarias en las que se produce una mayor distribución de la renta.
Establecer inversiones públicas y promover inversiones privadas basadas en una estrategia compartida, en un gran acuerdo social, constituye el factor esencial para impulsar el desarrollo económico y fortalecer la capacidad de organización y acción o capital social de una sociedad, que es la base para la constitución de instituciones inclusivas fortalecedoras de la democracia.
1.6.3. La necesidad de dotarse de un proyecto colectivo de País
Al igual que se ha considerado que la ausencia de desarrollo económico y social, según conclusiones de la política comparada, es un factor importante de involución autoritaria, también el tipo de régimen autoritario-personalista y mafioso del que se partía es un factor de vulnerabilidad. Según los reconocidos estudios de Bárbara Geddes[21], los regímenes autoritarios personalistas, como es el caso del de Ben Alí, son más frágiles que los regímenes basados en una dictadura militar o en un partido único. Son vulnerables a las movilizaciones populares masivas, y su derrocamiento, como ocurrió en Túnez, no precisa de un proyecto o estrategia política acordada por la mayoría de la oposición democrática para sustituirlo, como fue el caso de España, a la salida de la dictadura militar franquista. Este proyecto de construcción democrática debe hacerse con posterioridad al derrocamiento del régimen autoritario, en el periodo de transición democrática, y debe ser ampliamente compartido y realizado en breve tiempo, para generar la institucionalidad democrática y promover el desarrollo económico y social. Lo contrario es un factor importante de conflicto ideológico y caldo de cultivo de la involución hacia un nuevo autoritarismo ya sea de tipo salafista o de cualquier otra índole, puesto que en periodos de transición democrática emergen con mayor facilidad todas las contradicciones sociales, y si no se conducen eficazmente hacia el fortalecimiento democrático, la falta de gobernabilidad se convierte en fuente de legitimidad para las fuerzas involucionistas y autoritarias.
1.6.4. Posicionamiento de Túnez como un sistema de ciudades que vertebran el País
Aunque la revolución democrática se iniciara en el interior, y que en los municipios del interior de Túnez exista una pobreza relativa mucho mayor que en las ciudades de la costa, constituye un error estratégico muy grave el priorizar el interior y lo rural por encima de lo urbano. Lo que se requiere hoy es establecer un sistema o red de ciudades interdependientes y de calidad, capaz de posicionar mejor a Túnez en el sistema económico y social mundial, puesto que éste se asienta en los nodos de generación y atracción de flujos que representan las ciudades. Lo que debe hacerse es conectar lo rural con lo urbano para crear las sinergias necesarias, teniendo en cuenta que el desarrollo económico y social depende fundamentalmente de la distribución en base a criterios de igualdad social y territorial. Pero nunca puede plantearse el desarrollo humano del país como contradicción entre lo rural y lo urbano, o lo interior frente a lo costero.
Posicionar Túnez como País vertebrado por un sistema de ciudades es básico por las siguientes razones:
a) En Túnez, como en todo el planeta, la población se concentra en ciudades y sus entornos metropolitanos. De lo que se realice en las ciudades depende la calidad de vida de la gran mayoría de la población de Túnez.
b) La interdependencia territorial, que significa la internacionalización y globalización, se produce en las ciudades: la sociedad mundial es un sistema de ciudades. Las ciudades no sólo producen los flujos que recorren el mundo sino que son las que se constituyen en los nodos de infraestructuras y servicios por los que pasan estos flujos. Las ciudades son los nodos de la red de las interdependencias económicas, sociales y culturales que constituyen la globalización. Hablar de las ciudades y de la calidad de vida de las gentes en las ciudades, significa superar los mal llamados conflictos o choques civilizatorios.
c) La ciudad es encuentro de culturas y de ideologías. Lo fundamental es el hecho de que en las ciudades se produce el proceso intercultural e inter-ideológico que caracterizamos. Es en la ciudad, en sus áreas centrales, en los barrios, en los centros de trabajo, en los mercados y espectáculos deportivos, donde se encuentran los ciudadanos de distinta procedencia cultural y social. El desarrollo de valores, el conflicto o convivencia entre valores y culturas se produce en las ciudades y depende de las características de su estructura social y de la ordenación de su espacio urbano y de las políticas urbanas en general que tengamos una sociedad basada en el respeto y la convivencia o en la segregación mutua.
d) La Economía del Conocimiento requiere un entorno urbano. Las ciudades y las áreas metropolitanas son las que proporcionan el entorno empresarial y de servicios avanzados para que las empresas de la nueva economía en red puedan funcionar. Por otra parte, la innovación productiva y la difusión tecnológica requiere una amplia e intensa relación entre los actores, Universidad – centros investigadores – empresas – redes ciudadanas, que sólo el ámbito urbano puede proporcionar. Los “clusters” económicos y tecnológicos en los que se organiza la economía red se configuran espacialmente en el ámbito urbano metropolitano.
e) La Sociedad del Conocimiento se estructura en ciudades culturales y educadoras. La educación y la generación de cultura surge fundamentalmente de la densidad y la calidad de relaciones interindividuales de los procesos de socialización secundaria de los individuos. Los cambios en los sistemas organizativos están cada vez más basados en las relaciones personales o, mejor dicho, en crear el entorno adecuado para el buen funcionamiento de las redes de relaciones entre las personas. Ciudad educadora y cultural es aquella que produce el entorno urbano capaz de generar autonomía, encuentro, convivencia, colaboración y solidaridad entre la ciudadanía, y proporcionales los elementos -culturales y formativos- y las actitudes para posibilitar el desarrollo del talento, la creatividad, en definitiva, el conocimiento y la innovación.
f) El cambio en el modo de gobernación exige una buena gobernanza local. Las nuevas y complejas necesidades y desafíos que se plantean los distintos sectores de la ciudadanía requieren, por una parte, la articulación de recursos públicos y privados y, por otra, una ciudadanía responsable y activa que coopere en el hacer ciudad. La gestión de las interdependencias, entre los diferentes actores y sectores de la ciudadanía, y la articulación de recursos económicos y humanos en estrategias compartidas, necesita de la proximidad y calidad de representación democrática de los gobiernos democráticos de la ciudad. Fortalecer la democracia en nuestros días significa hacerla más local. Democracia en la sociedad infoglobal es hacer y fortalecer el gobierno más próximo a los ciudadanos.
Las aportaciones de la estrategia compartida a la transición democrática y a la calidad de vida
Vista la situación general de Túnez, el desarrollo de una estrategia compartida de ciudad establecida entre los principales actores y con un amplio soporte de los principales sectores ciudadanos, en una de las más importantes ciudades de Túnez, Sousse, puede aportar grandes beneficios y enseñanzas, que no lo serán sólo para la ciudad de Sousse, sino que pueden servir como ejemplo y referencia para el desarrollo democrático y el progreso económico y social del conjunto del sistema de ciudades en que se articula el territorio tunecino. Las principales aportaciones de la estrategia compartida son:
2.1. Incide en el desarrollo económico y social que consolida la democracia
La estrategia compartida proporciona los criterios de actuación del conjunto de actores y prioriza los proyectos de inversión que facilitarán el progreso económico y social que la ciudad necesita, la población exige y la consolidación de la democracia requiere. Se trata de centrarse de manera objetiva y precisa en las necesidades y desafíos de la ciudad que afectan a los intereses de calidad de vida de la gran mayoría de la población, y dejar en un segundo plano los conflictos ideológicos que emergen, sobre todo, al considerar las competencias o finalidades del estado-nación y tienen poco sentido al hablar del progreso de una ciudad y de la calidad de vida de su ciudadanía. La identificación y puesta en marcha de los proyectos motores o estructurantes permitirá estabilizar la democracia a nivel local proporcionando para ello las vías del necesario progreso económico y social.
2.2. Constituye un Pacto para dotar de un proyecto colectivo de futuro a la ciudad
Ana Sofía Cardenal y Javier Estudillo[22] señalan que la democracia es un resultado colectivo fruto de la interacción entre actores relevantes. La estrategia compartida, en este sentido, constituye a nivel de ciudad, el pacto institucional que debería alcanzarse a nivel de país, para garantizar y dar estabilidad a una buena transición democrática que combine la construcción de instituciones democráticas, es decir, el desarrollo institucional con el progreso económico y social.
Una estrategia compartida proporciona una visión realista del modelo de futuro de ciudad posible y deseable de referencia para todos los actores y sectores de la ciudadanía, lo que constituye claramente un pacto estratégico que da estabilidad a los procesos económicos internos y genera confianza, tanto para la inversión interna, como la inversión de empresas privadas y de organismos públicos internacionales.
El Pacto permite la creación de la institucionalidad democrática como un fruto del acuerdo entre actores, que acostumbra ser el origen de instituciones estables.
2.3. Es una inversión en capital social, para que la economía, la sociedad y la democracia funcionen
Los procedimientos de participación y cooperación ciudadana puestos en marcha en la elaboración de una estrategia sustentable favorecen el conocimiento mutuo entre actores y sectores de la ciudadanía y facilitan la confianza necesaria para asentar en ella los compromisos necesarios para el desarrollo de proyectos y acciones basadas en la cooperación pública-privada, privada-privada e interinstitucional. Es decir, se crea el capital social, o la capacidad de cooperación, para el desarrollo de actividades relacionadas con el bien común, que según R.D. Putnam[23] es esencial para que la democracia y el desarrollo económico y social funcionen. En Sousse, como en las otras ciudades tunecinas, el enfoque del capital social permite poner en valor económico, social y democrático al amplio tejido asociativo que posibilitó la caída del régimen autoritario.
2.4. Pone en marcha el compromiso cívico de la ciudadanía
La participación ciudadana en una estrategia compartida permite que el objeto de la participación sea, sobre todo, el conseguir logros en la ciudad, más que influenciar en las políticas y recursos económicos de los ayuntamientos.
Se trata de situar los objetivos a nivel ciudad y que el conjunto de actores y sectores de la ciudad aporten sus recursos y esfuerzos para conseguirlo.
La ciudad es la gente, aforismo que se atribuye a Sófocles, y que sin duda expresa adecuadamente lo fundamental de una ciudad. Una estrategia compartida es la ocasión para promover el compromiso cívico y activo de la ciudadanía en relación a la atención a la ciudad y a su ciudadanía. La estrategia debe servir para hacer emerger todas las energías y potencialidades de acción y canalizarlas en una dirección común: el proyecto colectivo de ciudad. De esta manera, la democracia en Túnez da un paso más y se asienta en el compromiso cívico y activo de la ciudadanía, superando la concepción del ciudadano pasivo y cliente de no pocas democracias en Europa.
2.5. Abre las posibilidades hacia una descentralización y al reconocimiento del papel de las ciudades
La elaboración de una estrategia compartida para una ciudad asentada en criterios de actuación claros y proyectos concretos, y con gran impacto para el avance democrático y el progreso económico y social, puede ser un referente para todo el sistema de ciudades tunecino, y constituye una prueba evidente del papel que juegan las ciudades en la transición tunecina. Sin duda el éxito del proyecto puede ser clave para la construcción de un estado democrático descentralizado, que asiente el desarrollo del país en la fortaleza del sistema de ciudades.
2.6. Constituye un avance hacia la democracia local de calidad
Diamond y Morlino, en su reconocido trabajo sobre calidad de la democracia[24], identifican los factores esenciales y los agrupan en tres criterios de calidad democrática: de contenidos, de procedimientos y de resultados. En este sentido, la elaboración de la estrategia compartida puede aportar, en referencia a los contenidos, una amplia participación de entidades y actores en la estrategia que proporcione los criterios de igualdad y cohesión social -contenidos esenciales para la consolidación y profundización de la democracia local. Aporta, a nivel de procedimientos, un nuevo modelo de relación entre el gobierno local y la ciudadanía, al establecer: (1) unos sistemas de participación y compromiso cívico para las entidades sociales y la ciudadanía, (2) la transparencia de los objetivos y proyectos a realizar, el establecimiento de unas reglas de cooperación y colaboración pública-privada y ciudadana, y (3) la corresponsabilización o responsabilidad horizontal en el hacer ciudad entre los actores públicos, privados e institucionales que participan en la estrategia. Estas reglas y procedimientos informales son claves para el éxito de las transformaciones económicas e institucionales democráticas, como ha mostrado el nuevo institucionalismo político[25]. También, la estrategia compartida aporta la identificación de unos proyectos asentados en las necesidades e intereses de amplios sectores sociales que, en su realización, darían satisfacción a las mismas, lo que constituye una contribución clave a los resultados de la gobernación democrática.
Planteamiento metodológico de la estrategia urbana
Para que la estrategia compartida de ciudad pueda conseguir tales objetivos o aportaciones a la consolidación democrática y al progreso económico y social, la metodología, las técnicas y los protocolos a emplear en su elaboración deben responder a unas finalidades muy específicas en las ciudades de Túnez, y específicamente en Sousse.
Las finalidades específicas más importantes, y que brevemente se explican, son, a mi juicio, once:
3.1. La consolidación de una comisión de dirección efectiva y plural
La comisión directiva debe estar presidida por el alcalde en funciones. Debe integrar a los actores económicos e institucionales con competencias y capacidades para la inversión pública y privada en la ciudad. Y además tener una representación suficiente del entramado de entidades cívicas y sociales de la ciudad que promovieron la transición democrática y que constituyen el capital social de la ciudad. En definitiva, se precisa de una dirección eficaz pero que exprese y visualice al conjunto plural de la ciudad, comprometido en el hacer ciudad y en el éxito de la democracia local.
3.2. Entender el proceso de elaboración estratégica como un proceso social
En efecto, la finalidad del plan no es sólo identificar los proyectos estructurantes y ampliamente compartidos para garantizar un mejor futuro, sino también la construcción de capital social a través del proceso de participación y colaboración ciudadana y construcción de redes de actores en la elaboración de la estrategia y la identificación de proyectos. El proceso de elaboración de la estrategia debe entenderse y programarse como un proceso de organización social, o mejor dicho del fortalecimiento de la capacidad de organización y acción de la ciudad para responder a los desafíos que tiene planteados.
3.3. Una estrategia centrada en la objetividad de las condiciones de vida y económicas
Los análisis y las propuestas deben estar completamente centrados en las condiciones de vida y trabajo de la ciudad. Debe huirse de planteamientos centrados en la ideología, como es el caso de la identidad ciudadana, que generan conflictos ideológicos antagónicos en una sociedad tan compleja. Es preciso hablar del sentimiento de pertenencia a un territorio y de la necesidad de solidaridad con las condiciones objetivas del nivel de vida de toda la gente del lugar al que se pertenece. El proceso debe dirigirse a la identificación de proyectos y criterios de actuación comunes.
3.4. Una amplia participación en la estrategia
La participación debe programarse para que llegue al máximo tejido asociativo posible, tanto a nivel sectorial como territorial, puesto que deben tenerse en cuenta todos los intereses legitimados y las necesidades sociales para poder vertebrar una estrategia compartida basada en unos proyectos altamente priorizados por los distintos sectores sociales y económicos. Esta participación, que debe ser tan amplia como eficiente, es la condición para un amplio soporte al proyecto colectivo común que significa la estrategia.
3.5. De la participación al compromiso
La participación no debe enfocarse como un proceso de simple demanda de equipamientos, infraestructuras y servicios a las administraciones públicas, sino, y muy especialmente, como un proceso de identificación de desafíos a los que responder con las acciones de todos los sectores de la ciudadanía.
3.6. Una comunicación en busca de la complicidad ciudadana
La comunicación ciudadana en el proceso de elaboración e impulso de la estrategia debe ir dirigida a buscar la complicidad de la ciudadanía en el despliegue de la misma, y en general en el hacer ciudad. Debe promover los valores que inciden más en el compromiso ciudadano y la generación de resiliencia[26]: autoestima, confianza, cooperación y esperanza realista en un futuro mejor.
3.7. Gestión inmediata de los proyectos
El análisis de la ciudad debe identificar los proyectos que están previstos e iniciados, así como los nuevos proyectos para abordar los retos planteados, de tal modo que los que gozan de un amplio acuerdo deben ser impulsados inmediatamente por el comité de dirección de la estrategia. La exigencia de obtener victorias rápidas en términos de progreso económico y social obliga a avanzar con el máximo de celeridad para obtener resultados concretos.
3.8. La rápida formación de clusters y redes de entidades
Asimismo las redes de empresas, clusters, o de entidades sociales para el desarrollo tanto de proyectos de cooperación nuevos como para la articulación de recursos existentes en la ciudad bajo programas con objetivos y actuaciones comunes, deben ser desarrollados tan pronto sean identificados como importantes y gocen de un amplio acuerdo o soporte social, debido a su importante impacto en el desarrollo económico y social.
3.9. Una estrategia referente para el conjunto de planes y políticas en la ciudad
La estrategia compartida para el conjunto de la ciudad debe ser el marco de referencia a partir del cual desarrollar las estrategias sectoriales en la ciudad, que se inscriben de este modo en una estrategia transversal, y sus proyectos pueden tener un carácter sinérgico al poder impactar en objetivos comunes a distintas estrategias sectoriales.
3.10. Una estrategia abierta a las redes de ciudades
La estrategia compartida nace como un proceso social en una ciudad, pero debe convertirse en una estrategia abierta para integrar o poderse articular con las estrategias y planes de ordenación y actuación de los municipios metropolitanos. Pero también, y esto es esencial, es necesario identificar y consensuar objetivos comunes y proyectos de interés mutuo entre las ciudades que constituyen los puntos nodales del sistema de ciudades de Túnez. Los planes económicos y sociales supramunicipales no pueden sustituir a los planes estratégicos urbanos y metropolitanos, ya que estos inciden directamente, en su proceso de elaboración, en la generación de capital social de la ciudad. Es más la situación deseable es que los planes supramunicipales se basaran en los planes y programas de actuación locales, y más que planes supramunicipales, en el sentido de superiores a los municipios, fueran intermunicipales, es decir entre municipios, o lo que es lo mismo fueran una expresión de una estrategia compartida entre los municipios.
3.11. La cohesión social como finalidad y motor del progreso económico y social
La democracia se consolidará como democracia de calidad si consigue mejorar la distribución de la renta entre sectores de población y territorios, y se asiente en un amplio capital social, es decir la capacidad de colaborar entre entidades y empresas en programas y proyectos relacionados con el bien común. Es por ello que la estrategia compartida que asegure una sólida transición democrática debe tener como principal finalidad la cohesión social de la ciudad. Es decir no se trata de crecer primero al coste social que sea preciso, y luego distribuir el incremento de la renta, sino que se trata de que las finalidades sociales deben presidir las líneas estratégicas de desarrollo económico y orientar las inversiones productivas tanto públicas como privadas, y de este modo conseguir un progreso humano.
Las inversiones en políticas sociales -en sentido amplio: servicios sociales, sanidad, educación- no sólo son las que generan una mayor demanda en la economía[27], sino que son esenciales para aumentar el capital humano y social[28] que la nueva economía informacional requiere.
Una estrategia compartida y sostenible de desarrollo urbano puede sin duda ser el referente para una gobernación democrática del conjunto del País. Túnez, además de por la tradición republicana de sus instituciones, la alta presencia de un tejido asociativo democrático, y de una amplia corriente política abierta y democrática inspirada en la religión islámica, tiene más altas posibilidades que los otros países que llevaron a cabo la revolución árabe para coronar con éxito el difícil proceso de transición a la democracia.
[1] Joan Parpal, es ingeniero industrial, especializado en temas de desarrollo sostenible y planificación territorial, participa en Med-Cities desde que se creó en 1991, y la coordina desde 1996. Es un incansable luchador por la democracia y el desarrollo humano en las ciudades del Mediterráneo, en especial las de su orilla sur. A él, y a la tarea que realiza, se dedica este artículo.
[2] Acemoglu, D. Robinson, J.A. Por qué fracasan los países (Barcelona, ed. Deusto, 2012) págs. 15-19.
[3] Kuran, T. “Ahora o Nunca: El elemento sorpresa en la revolución de Europa Oriental de 1989” en Zona Abierta 80/81 (1997) págs. 153 a 165.
[4] Este apartado se ha redactado en base a los libros: Bassets, LL. El año de la revolución (Madrid, ed. Taurus, 2012). Gutierrez de Teherán, I, Alvarez Osorio, I. (eds) Informe sobre las revueltas árabes (Madrid, ed. Del Oriente y el Mediterráneo, 2011), Y en los informes colectivos: La Revuelta Árabe Dossier de La Vanguardia (2011) y Levantamientos populares en el mundo árabe Dossier CIDOB (2012).
[5] BAT, expresa el nombre de Ben Ali y su esposa Leila Trabelsi.
[6] Ver Castells, M. Redes de indignación y esperanza. (Madrid, Alianza ed., 2013) pags.29 a 35.
[7] Ver al respecto Charfi, M. Islam y libertad. (Granada, Alm ed., 2011)
[8] J.M. Colomer “La democracia musulmana” en El País, 14 de Julio de 2004.
[9] No puede olvidarse, como recuerda JM Colomer, que la Iglesia prohibió la participación democrática de los católicos hasta 1931. En cambio, durante la denominada “tercera ola de la democratización”, la Iglesia Católica ha jugado un papel muy importante en la democratización de países como España y numerosos países de América Latina y Europa del Este.
[10] Islamismo deberíamos reservarlo exclusivamente a los movimientos que quieren implantar la Sharia y no a cualquier movimiento que tenga en el Islam, la religión promovida por Mahoma, un referente ético y de inspiración política.
[11] Mientras se escribía este informe, estalló la movilización ciudadana, y la huelga general convocada a raíz del asesinato de origen salafista del líder de uno de los partidos de la oposición de izquierda.
[12] Gutierrez de Terán, I. y otros Informe sobre las revueltas árabes (Madrid, ed Oriente y del mediterráneo, 2011) pag. 15.
[13] Gramsci, A. El Risorgimiento (Buenos Aires, Ed. La Cuarenta, 2008) págs. 161 y ss.
[14] Acemoglu y Robinson, ob. cit. Pags 96 a 100.
[15] Prezeworski, A. y otros ”Las condiciones económicas e institucionales de la durabilidad de las democracias” en La Política nº 2 (1996)
[16] Dahl, R A “Democratic Paradox?” en Political Science Quartely (2000).
[17] Acemoglu y Robinson, ob. cit. págs. 91 a 120.
[18] Ver Stiglitz, J. El precio de la desigualdad. (Madrid, Ed, Taurus, 2012).
[19] Rajan, R. Las grietas del sistema (Barcelona, Ed. Deusto, 2012).
[20] Boix, C. Democracy and redistribution (introducción y capítulo 1) (Cambridge, ed. University Cambridge, 2003).
[21] Geddes, B. “What do we know about democratizations after 20 years?” En Annual Review of political science. (1999) Vol2 págs. 115 a 144.
[22] Cardenal, A. S. y Astudillo, J. “¿Por qué?” en Política Comparada I (Barcelona, material de estudio Universitat Oberta de Catalunya) págs. 14 a 17. Aprovecho para reconocer y agradecer las claras y doctas recomendaciones de A.S. Cardenal sobre la transición democrática comparada a nivel mundial.
[23] Putnam, R. D. Per fer que la democracia funcioni. La importancia del capital social. (Barcelona, ed. Proa, 2000)
[24] Diamond,L. y Morlino,L “The quality of democracy” en Working Paper nº 10 (2004). Stanford Institute on International Studies.
[25] Prats, J.O. La Búsqueda de las Instituciones (Barcelona, Ed CIDOB, 2008) págs. 137 a 161.
[26] Ver al respecto. Pascual Esteve, JM. El papel de la ciudadanía en el auge y decadencia de las ciudades (Valencia, Ed. Tirant lo Blanc, 2011) Págs. 179 a 203.
[27] Stiglitz, J. El precio de la desigualdad. Ob cit. Págs. 23 y ss.
[28] Sen, A. Desarrollo y libertad (Barcelona, Ed. Planeta, 2000). Ver capítulo 2 “los fines y medios del desarrollo)