Autor: Peter Hakim
Presidente eméritus del Diálogo Interamericano.
Asesor de organismos internacionales.
Un frágil y lento crecimiento económico, cuatro años de desempleo obstinadamente alto, la derrota de los Demócratas en las elecciones para el Congreso hace solamente dos años, y el continuo bloqueo político que ha frustrado la mayoría de las iniciativas de la Casa Blanca. Todas éstas son razones por las que Barack Obama podría no haber sido capaz de obtener un segundo mandato. Pero lo hizo, y con bastante holgura.
Aún así, los resultados fueron ajustados. El presidente obtuvo sólo un dos por ciento más de votos que su ponente republicano Mitt Romney. Para ser exactos, logró una amplia mayoría (335 a 223) en los cruciales votos electorales, pero el margen fue de un tres por ciento o menos en cuatro estados con 72 votos electorales (suponiendo que Florida le de sus votos a Obama), lo que pudo haber revertido el resultado.
Más que ninguna otra cosa, la estrecha victoria del presidente confirma una vez más cuan profundamente dividido está el voto público en los Estados Unidos. La división no sigue ninguna línea ideológica clara o consistente, si no que involucra una variedad de fisuras (raza, religión, género, geografía, urbano/rural, edad, clase, educación) que de alguna manera suman una división de 50-50. Es de recordar que John McCain logró el 47 por ciento de los votos en 2008 cuando se enfrentó con Obama, solamente un uno por ciento menos que Romney, a pesar de una campaña mal dirigida y del descrédito de la marca republicana a manos de George W. Bush, quien dejó al país con dos guerras y una crisis financiera.
Entonces, ¿cómo lo ha hecho Obama?
Quizá lo más importante es que Romney se vio forzado a cultivar la extrema derecha para ganar la nominación de los republicanos, e hizo exactamente lo que tenía que hacer, abandonando posiciones sostenidas previamente en temas tan variados como la inmigración, la salud y el aborto. Ganó la nominación, pero empezó su campaña contra Obama con un enorme handicap que el equipo de Obama explotó sin compasión. Romney fue retratado como un saludable hombre de negocios, distante e indiferente, preocupado principalmente de los beneficios, no de las personas, sin empatía ni comprensión hacia la clase media y los pobres.
La caracterización se mantuvo, reforzada por su elección del recorta-presupuestos Paul Ryan como vicepresidente y de los propios pasos en falso de Romney. No fue hasta el primer debate, hace un mes en octubre, que Romney fue finalmente capaz de empezar a desvanecer este retrato, y se definió a sí mismo junto al pueblo americano. Y casi inmediatamente ganó dos o tres puntos sobre Obama en las encuestas, pero empezó tarde.
Segundo: Romney y los Republicanos ignoraron los cambios demográficos en los Estados Unidos. Otra vez Romney y cada candidato republicano no sólo ignoraron a los latinos, si no que los ofendieron activamente por la forma en que discutieron la política de inmigración. Romney sugirió que los inmigrantes indocumentados se “autodeportaran”, un terrible insulto a gente que considera que los Estados Unidos son su hogar, particularmente para aquellos que no conocen otro. Obama cimentó su inmenso respaldo entre los latinos cuando aprobó un plan para terminar la deportación de individuos llegados a Estados Unidos como juveniles, una versión debilitada de la derrotada Dream Act (Desarrollo, Alivio y la Ley de Educación). El presidente ganó el 75% del voto latino, lo que fue crucial en estados claves como Nuevo México, Nevada, Colorado, Florida y Virginia.
Tercero: Obama tuvo una organización de campaña que fue mayor, más experimentada y mejor dirigida que la de Romney. Tuvo solamente un error grave, subestimar a Romney, lo que, de hecho, casi le cuesta a Obama la elección, cuando su oponente mostró sus talentos y competencia en el primer debate. El equipo de Obama fue particularmente eficiente en los últimos días de campaña cuando consiguió identificar y llevar a un alto porcentaje de votantes de Obama a las urnas, particularmente a jóvenes votantes y latinos, a pesar de lo que muchos habían pensado: que había una bajada de su entusiasmo desde la elección de 2008.
Y ¿qué puede esperarse de un segundo mandato de Obama?
Cualquier conclusión sobre el segundo periodo de Obama tiene que ser ampliamente formulada desde su actuación en el primer mandato, sobre lo que la elección nos dice del estado de ánimo del país y sobre el balance de poder en el congreso. La campaña electoral fue sobre los candidatos y sus biografías, incluyendo su liderazgo, su compasión y empatía, su capacidad de decisión y su honestidad, entre otras carcterísiticas. No fue sobre temas o ideologías.
Ni Obama ni Romney, por ejemplo, dijeron mucho sobre el único tema urgente que confronta Washington, el llamado “precipicio fiscal”. Esto fue un acuerdo puesto en la mesa para forzar a Demócratas y Republicanos a llegar a un acuerdo de presupuesto para reducir el déficit en enero, creando la amenaza de una gran subida de impuestos (estimada en un promedio de hasta US$3500 por familia) unido a cortes debilitadores en el presupuesto militar de la nación y en gastos en la salud para los mayores. Se ha estimado que esto podría costarle a los Estados Unidos entre el 3 y el 4 por ciento de su PIB el próximo año y terminar golpeando severamente la débil economía global.
No sólo el “precipicio fiscal” pone a los Estados Unidos ante su más inmediato problema vital, también podría moldear las políticas del Congreso por el resto del mandato de Obama. Si no se puede alcanzar un compromiso en el desastre del “precipicio fiscal”, el congreso probablemente seguirá paralizando materia tras materia. Todavía ningún candidato ha trazado siquiera el bosquejo de cómo debería ser el compromiso. Tampoco han mostrado planes sustanciales sobre qué se necesita hacer para promover el trabajo, reparar la economía y alentar un crecimiento más robusto o bajar el déficit y empezar a reducir la deuda a largo plazo. Cuando algún candidato ofreció alguna propuesta concreta, generalmente habló sobre cuáles eran sus beneficios y ventajas, pero raramente sobre sus costos o de dónde vendría el dinero para pagarla.
La política exterior fue superficialmente discutida. Mitt Romney dijo que, en su primer día en la oficina, declararía a China como un “manipulador monetario”. Pocos votantes americanos, de todas maneras, tienen alguna idea sobre qué es o hace un “manipulador monetario”, o qué significa declarar a un país culpable de tal manipulación (en la práctica casi nada) o qué espera ganar EE.UU. El comunicado, de hecho, tiene poco que ver con la política estadounidense. Era un intento de mostrar a Romney como un líder duro y agresivo, que no tiene miedo de meterse en problemas difíciles y demostrar que Obama carece de fortaleza y liderazgo. Obama hizo más de lo mismo cuando simplemente repetía el éxito de su gobierno en matar a Osama bin Laden. Esta fue una rotunda y significativa acción, pero difícilmente representa una estrategia o una agenda.
Hay pocas razones para creer que Republicanos y Demócratas en el Congreso serán capaces de trabajar juntos de forma algo más productiva en el periodo que empieza de lo que lo han hecho los últimos cuatro años. La composición del Congreso es ligeramente diferente que antes de la elección. Si acaso, el Senado puede estar incluso un poco más dividido al renunciar o perder sus sillas los tres republicanos más moderados (Richard Lugar, Olympia Snowe y Scott Brown) y dos de los demócratas más conservadores (Ben Nelson y Joe Lieberman). Perspectivas de compromisos y acuerdos se ven más atenuados que nunca. Pero sabremos bastante pronto si hay algún tinte de compromiso, cuando el Congreso “pato cojo” vuelva al trabajo la próxima semana, y empiece la discusión del embrollo del “precipicio fiscal”. Lo más posible es que el Congreso no encuentre el camino de resolver el problema, si no de diferir sus consecuencias otros seis meses o más.
Los resultados de la elección pusieron el foco de atención en un desafío crítico que ambos, republicanos y demócratas pueden estar motivados a abordar, esto es la política de inmigración. La victoria de Obama demostró la importancia del voto latino, y el costo de ignorar u oponerse a la reforma migratoria. El Presidente Obama ha señalado que la inmigración será un tema con alta prioridad en su siguiente mandato, y esta intención se vio seguramente reforzada por el fuerte voto latino que fue vital para su victoria. Fueron principalmente republicanos los que bloquearon las iniciativas previas de inmigración, incluyendo el comprensivo paquete de reformas promovido por George Bush en 2007. Muchos se resistirán a cambios otra vez, pero hay republicanos que reconocen que su partido puede hacerse cada vez más irrelevante a no ser que tomen más seriamente el electorado latino y negro. Obama lo hizo y fueron más del 40% de su votación.
Obama no ha puesto ningún tema de política exterior en su agenda. Irán seguirá en el centro y al frente como lo ha estado durante bastantes años. Oriente Medio produce nuevas y recurrentes crisis, y EE.UU. debe seguir manejando su retirada de Afganistán y sus relaciones con la problemática y peligrosa Pakistán. El deterior económico de Europa demanda también una continua atención. El Presidente de EE.UU. deberá prestar todavía más tención a China y a México, dos países de importancia central para Washington, donde nuevos líderes tomarán pronto el mando. En ninguno de estos casos, sin embargo, veremos probablemente mayores cambios en política o acercamientos. Los EE.UU. participarán principalmente en procesos en varios países y regiones, pero no lanzarán inciativas por sí mismos.
En muchas naciones de América Latina, particularmente en México, América Central y el Caribe, la reforma de inmigración de EE.UU. será un cambio especialmente bienvenido que probablemente reforzará las relaciones. En su segundo mandato, Obama puede buscar una mayor apertura hacía Cuba, pero estará limitado, a no ser que el gobierno cubano muestre intenciones de reciprocidad con nuevas medidas de derechos humanos o cambios políticos. La política antidrogas no es prioridad en la agenda, pero la aprobación en Colorado y Washington State de iniciativas para legalizar la venta y uso de la marihuana puede lanzar a una discusión más amplia sobre la política antidrogas que involucra a América Latina. Fue Mitt Romney quien ofreció la propuesta política más significativa para América Latina cuando resaltó su expansiva importancia en la economía y llamó a EE.UU. a hacer un esfuerzo más fuerte para obtener oportunidades de comercio e inversión.
Artículo publicado en Infolatam: http://www.infolatam.com y reproducido con autorización.