Autor: Liliana de Riz
Socióloga e investigadora superior del Conicet
La disposición de los ciudadanos a manifestar su descontento, no resignándose a que sus libertades sean conculcadas en nombre de un progreso social cada vez más lejano, prefigura un futuro mejor.
Al calendario de la Argentina, pródigo en efemérides, se le sumaron días que, como los acontecimientos que marcan el comienzo de una nueva época , se nominan con la inicial del mes.
Al 13 S le sucede este 8N , la nueva convocatoria a un cacerolazo a través de las redes sociales.
¿Qué ha ocurrido, qué factores llevan la protesta de la arena virtual a las calles ? El silencio de la Presidenta que prefirió ignorar en sus recurrentes y extensas intervenciones por cadena nacional el mensaje de las cacerolas y, la descalificación reiterada de la movilización por parte del elenco oficial, dejaron claro que para el gobierno se trata de una manifestación de mezquinos intereses sectoriales, aviesamente “destituyente”, término que puso de moda el kirchnerismo. Tal vez confiado en que habrá de diluirse sin que nadie le confiera un sentido capaz de hacerla perdurar, prefirió apuntar sus armas políticas y judiciales contra el Grupo Clarín , sin temor a forzar el orden republicano para conseguir su objetivo.
Otro día, el 7D, pasó a engrosar el calendario bélico oficial y a ocupar el centro del debate político. Ese día la Presidenta quiere hacer tronar el escarmiento sobre la corporación mediática. Lo que aparece como una gesta por la soberanía mediática y genera un ruido que busca concentrar toda la energía del campo político y ensordecer los cacerolazos, oculta una táctica recurrente de maximización del poder presidencial.
No cabe dudas que Cristina Kirchner considera a los medios como un instrumento clave en la construcción de poder y les atribuye una enorme influencia sobre la sociedad.
En la interpretación de sus funcionarios, los cacerolazos son instrumentos dóciles de las corporaciones mediáticas. Así, al poner fin a la tiranía de la “cadena nacional del miedo y el desánimo”, los argentinos podrán seguir viviendo en el ensueño del relato oficial, en vez de enfrentar la triste realidad con el ruido de las cacerolas.
Que también las estadísticas hayan sido sustraídas a las corporaciones desde tiempos en que gobernaba Néstor Kirchner, ayuda a esa empresa. Esa es la apuesta de un gobierno que confía demasiado en la Providencia y en su capacidad de construir la realidad como un traje a medida.
Sin embargo, el hostigamiento a diestra y siniestra que practica puede ser el aglutinador de quienes siempre se opusieron y de quienes aunque la apoyaron, hoy sufren sus políticas. Puede sacudir a los partidos políticos del inmovilismo al que los condena las iniciativas de un gobierno que encubre con una retórica progresista el fondo conservador de sus políticas. Una gestión que proclama el amenazante “vamos por todo”, mientras se muestra cada vez más expuesta a las consecuencias negativas de su falta de previsión , determina el clima de incertidumbre que hoy impera en el país. El embargo de nuestra Fragata Libertad o la rebelión de las fuerzas de Gendarmería y Prefectura, son ejemplos más recientes.
Muchos hoy se preguntan cuán previsible es el futuro más o menos inmediato. La firmeza de los discursos presidenciales contrasta con la fragilidad que muestra ante lo imprevisto . Hoy ya no conforma a la sociedad el testimonio de lo hecho. Cuando se promete que nada pertenecerá a las “corporaciones” porque todo estará en manos del “pueblo”, es decir, del Estado hoy colonizado por el gobierno y, por lo tanto, todo quedará a merced de los designios de la Presidenta, alfa y omega del firmamento nacional y popular , los que no se reconocen en esa definición del pueblo germinan en las redes que galvanizan un cúmulo de descontentos, ya sea por la inflación, la inseguridad, la corrupción, la polarización política o la re-reelección modificando la Constitución.
La estrategia de salvar al pueblo amenazado por voraces “enemigos” dentro y fuera del país autoriza a la Presidenta a silenciar medios, falsear estadísticas o manipular las leyes a su arbitrio porque no padece la enfermedad del “fetichismo institucional” que diagnostican sus consejeros filósofos.
Empero, cuando la ley está sometida a los hombres, como nos recuerda Rousseau , no quedan más que esclavos y amos: “la libertad siempre sigue la misma suerte que las leyes, reina y perece con ellas ”. Que la movilización se convierta en acción colectiva con un objetivo que perdure dependerá de que haya una conducción política que le de sentido . Son los dirigentes políticos los que deben hacer su trabajo. Los partidos están para proponer a la sociedad alternativas innovadoras que den respuesta a los problemas que el gobierno oculta; están para confrontar propuestas creíbles en el marco del pluralismo y para sostener agendas de gobierno.
Una ciudadanía activa y liderazgos responsables mantienen viva la trama democrática .
Es posible que veamos convivir realineamientos partidarios, propuestas alternativas y cacerolas ruidosas.
No será fácil vencer las resistencias de una ciudadanía desconfiada.
Sin embargo, la disposición de los ciudadanos a salir del estado de retracción en que cada quien defiende lo suyo y no resignarse a que sus libertades sean conculcadas en nombre de un progreso social cada vez más lejano, prefigura un futuro mejor. Hoy la calle habla: pide unión, libertad y democracia. Hay que escucharla.