Mandela y la dignidad humana

Para conseguir una sociedad mínimamente justa, en la que los conflictos puedan superarse pacíficamente, es necesario considerar a toda persona merecedora de su dignidad humana.
En el mundo, en la historia, ha habido desgraciadamente muchas personas encarceladas largos años por defender los derechos de una comunidad oprimida. Muy pocos han conseguido acordar con sus antiguos enemigos un nuevo marco político. Y es excepcional un caso como el de Nelson Mandela que, pasando por estas experiencias, ha conseguido la admiración unánime dentro y fuera de su país. ¿Cuál es la originalidad de Mandela para merecer este reconocimiento? En mi opinión posee la virtud de considerar a sus enemigos como personas, y por ello no cae en la tentación de despojarles de su dignidad humana. Podrán ser criminales, pero son personas. Podrán imponer la injusticia, pero siguen teniendo derechos humanos. Es una actitud vital previa a la no-violencia, de mayor profundidad. La no-violencia puede ser simplemente una barrera entre la agresividad mental y la física, un freno al deseo de agredir a nuestro enemigo, a alguien a quien consideramos despreciable como persona. Es más, las acciones violentas se pueden cocer al fuego de discursos de personas que se consideran no violentas porque no empuñan el garrote, pero desnudan de dignidad humana a sus enemigos. La grandeza de Mandela ha consistido en enfrentarse al enemigo con firmeza, pero consciente de que también eran personas.
En claro contraste, el gobierno de Israel tiene una forma de pensar, de proceder, bien diferente. Opta por la eliminación física de sus enemigos, sin importarle fronteras ni leyes. No es la forma de conseguir la paz, y son conscientes de ello, porque cada asesinato multiplica el número de personas dispuestas a cometer atentados. Pero no buscan la paz, sino la venganza, y de esta manera el conflicto no acabará nunca.
¿Y los palestinos? Ojalá hubiera entre ellos unos cuantos Mandelas.
Las líneas precedentes fueron escritas antes del asalto a la flotilla de barcos, que desgraciadamente confirma la escala de valores de ciertos gobernantes.

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