Los ayuntamientos rebeldes
Director de Estrategias de Calidad Urbana.
En importantes ciudades españolas gobiernan coaliciones de izquierda de reciente creación. La finalidad de los componentes es común, pero existe diversidad en la forma de concebir la gestión de la ciudad y, en especial, discrepan en los roles que asignan al ayuntamiento, al mercado, a la sociedad civil o al sector plural.
El libro del urbanista David Harvey Las ciudades rebeldesestá en la base teórica de amplias movilizaciones de siglas políticas de la izquierda: Candidaturas de Unidad Popular, Compromís, En Comú, Mareas, etc., que lograron constituir gobierno en la mayoría de las más importantes ciudades españolas. Dichos gobiernos urbanos tienen como principales finalidades: poner fin a los procesos de apropiación mercantil de los espacios y equipamientos públicos, de privatización de los centros de las ciudades, a la expulsión de las capas más vulnerables de sus viviendas e incluso de su ciudad. Plantean que la ciudad sea concebida en su globalidad como un bien común, como fruto de la construcción colectiva de una ciudadanía activa, participativa y comprometida con lo público. Su principal reivindicación es el derecho a la ciudad, al uso de sus bienes, servicios y espacios por toda la ciudadanía.
Ahora bien, bajo estas finalidades compartidas coexisten distintos modos de concebir la gestión de la ciudad para conseguirlos y, en especial, varían los roles que asignan al ayuntamiento, al mercado, a la sociedad civil o al sector plural en el hacer ciudad. Si bien cualquier gobierno alberga distintas sensibilidades en su seno, el interés por estas diferentes almas o sensibilidades de la izquierda viene dado por su novedad, y porque su configuración aún es flexible y al consolidarse planteará importantes antagonismos en el interior de los gobiernos municipales, como muestra el hecho de las dimisiones de dirigentes municipales de Galicia y Madrid en el pasado mes de marzo. Existen tres importantes almas en estos gobiernos: la tradicional, la neoanarquista y la relacional, cuya presencia y dominancia de unas sobre otras cambia en función de los ayuntamientos que se considere.
La primera, propia de la izquierda tradicional, plantea la municipalización paulatina de todos los servicios, no sólo de los servicios energéticos (que dada la situación de monopolio privado sería comprensible), sino también de los servicios sociales, deportivos, culturales y de salud pública contratados externamente a entidades de la sociedad civil e incluso a entidades no lucrativas del tercer sector. Es un alma política muy ligado a los sindicatos de la administración y plantea el retorno a unos servicios burocráticos en que la norma y los procedimientos prevalezcan sobre la empatía y la atención al ciudadano. Este sector, por supuesto, cuenta con la oposición no sólo de las entidades sociales y el mercado sino también de las otras sensibilidades del gobierno, que consideran la estatalización de los servicios públicos y de la ciudad un obstáculo para la dinamización social de la ciudadanía.
El alma rebelde, denominada neoanarquista por uno de sus teóricos, CH. Saval, considera que son los movimientos sociales los que deben generar una nueva institucionalidad, siendo la tarea del ayuntamiento retroceder en su incidencia en la ciudad para que sea ocupada por la sociedad civil organizada. Su intento es que la gestión externa de los servicios municipales se lleve a cabo a través de entidades pequeñas autogestionadas ligadas a movimientos sociales en los barrios en los que se ubican estos servicios. Son partidarios de procesos participativos permanentes de tipo asambleario en que las entidades reivindicativas tengan un papel preponderante. Es un alma que no tiene en cuenta que la ciudadanía y las entidades del denominado sector plural son, precisamente, pluralistas y por tanto tienen intereses contradictorios entre ellas que es necesario gestionar para lograr articular mayorías sociales que son la base del buen gobierno de la ciudad. Si esta corriente logra predominar llevará, a medio plazo, al desgobierno de la ciudad por el previsible enfrentamiento entre grupos sociales urbanos ante un gobierno local en retirada.
Existe una tercera alma, la relacional, que se basa en la gestión de las relaciones entre los actores implicados en las distintas políticas y proyectos. Esta opción entiende que asegurar el derecho a la ciudad para toda la ciudadanía es una aspiración ampliamente mayoritaria y, por tanto, la gestión del ayuntamiento debe ir dirigida a vertebrar, en cada proyecto y en cada política, la más amplia mayoría social. Plantea la coproducción de políticas y proyectos entre el ayuntamiento y la sociedad civil, en especial con el tercer sector, las empresas socialmente responsables y entidades ciudadanas, y da, a diferencia del alma neoanarquista, un papel específico al ayuntamiento como promotor y gestor de redes, así como garante de unas normas y procedimientos que aseguren la gestión de las interdependencias entre los actores con criterios objetivos, claros, transparentes y equitativos. Es el alma más innovadora y también la que exige una gestión más compleja. Es una sensibilidad aún minoritaria, pero se va abriendo camino en los ayuntamientos rebeldes. De su triunfo depende que se pueda conseguir la cohesión social necesaria para que nuestras ciudades puedan afrontar con éxito los desafíos que conlleva el actual cambio de era.
Este artículo fue publicado en el diario El País y se reproduce aquí con autorización del autor.