Jueces de la (vieja) democracia

¿En qué nivel de democracia estamos? La actuación de la jueza entra en la categoría de los que entienden el cargo público como un estado privilegiado que puede utilizarse en beneficio propio. Es como la espuma que se coloca encima del agua, para la que no rigen las leyes físicas o humanas del estado líquido. Y si alguien intenta cuestionarlo puede oír la socorrida frase “usted no sabe con quién está hablando”.
Tampoco sorprende demasiado el corporativismo, aunque defender o proteger estas formas de actuar induce a pensar que se consideran correctas.
Pero realmente no están defendiendo a la compañera, lo que les importa es que el suceso haya trascendido, y eso es posiblemente lo más preocupante. La democracia es separación de poderes, y el judicial es tan importante como los otros dos. La democracia es voto, y periódicamente participamos en elecciones libres. Pero la democracia es también transparencia y rendición de cuentas, y a eso se han de acostumbrar los poderes, sean judiciales, ejecutivos o legislativos. Lo que desprestigia socialmente a la magistratura no es una mala actuación de un juez, sino la actitud corporativista que la protege y oculta. Y lo que la desprestigia democráticamente es que se considere con derecho a decidir qué es lo que puede conocerse, y pensar que pertenecen a una categoría inmune al juicio ciudadano. El juicio de los jueces es la aplicación de las leyes. Tienen la exclusividad en este campo, pero no tienen la exclusividad de los juicios. El juicio moral pertenece al ámbito cívico, es un derecho democrático básico.

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