Autor: F. Xavier Ruiz Collantes
Europa contra los inmigrantes
El populismo de derechas recorre Europa, asciende en número de votos elección tras elección, su influencia ideológica es cada vez más evidente y su discurso contra los inmigrantes resulta progresivamente más virulento.
La migración de bolivianos hacia Europa es una de las más recientes y su destino mayoritario ha sido España. Pero los bolivianos hoy se encuentran también sumidos en un entorno áspero y agresivo respecto a los inmigrantes.
Desde hace ya bastantes décadas los países del norte desarrollado, especialmente Estados Unidos y los países de Europa Occidental, se han convertido en sociedades receptoras de personas que llegan desde zonas del planeta menos desarrolladas. Con los procesos de globalización esta tendencia se ha acrecentado y se han producido desplazamientos masivos de población.
En Europa occidental, por ejemplo, la llegada de oleadas de inmigrantes desde África, Asia, América Latina, Europa del Este, etc. ha supuesto un balón de oxígeno impagable para sus estructuras de producción y de generación de riqueza y para el nivel de vida de los ciudadanos autóctonos: mano de obra barata, un nuevo componente demográfico joven para sociedades con clara tendencia al envejecimiento, mantenimiento cuantitativo de la población activa, etc. Sin embargo, la derecha política ha mantenido el discurso de que la inmigración era un problema o una carga para los países receptores.
Aunque el racismo y la xenofobia en relación al inmigrante siempre ha estado presente entre los sectores ideológicos más conservadoras de la Europa Occidental, la llegada de la crisis económica y la gran recesión ha puesto la cuestión de la inmigración en el centro del debate social y político. El tema fundamental que esgrime el populismo de derechas es el rechazo a los inmigrantes, a todos los inmigrantes y especialmente a los musulmanes. El Frente Nacional asciende en Francia, la Liga Norte en Italia, el Partido de los Auténticos Finlandeses en Finlandia, el Partido del Progreso en Noruega, el Partido Popular en Dinamarca, Demócratas Suecos en Suecia, etc. Además, en todos los países europeos la derecha tradicional ha asumido también un discurso antiinmigrantes con diferentes medidas programáticas tendentes a limitar la entrada de inmigrantes y a hacerles más difícil su regularización legal y sus condiciones de vida. No se pueden olvidar sucesos execrables como la criminalización, “caza” y expulsión de gitanos rumanos en Italia o el cierre de las fronteras francesas para evitar la entrada de exiliados-inmigrantes tunecinos y libios que ya habían pasado por Italia. Al final, desgraciadamente los Estados europeos han modificado el tratado de Schengen, que permitía la libre circulación de ciudadanos entre los diferentes países, para que cada uno de ellos pueda cerrar sus fronteras ante la entrada no deseada de inmigrantes que, ya instalados en Europa, pretendan pasar de un Estado a otro.
Pobres contra pobres
Pero lo más triste de esta deriva es que los sectores sociales que más votos dan a los partidos de la derecha populista y que más apoyan las medidas antiinmigrantes son los económicamente más débiles, las clases obreras y trabajadoras que viven en la periferias de las grandes ciudades, que se ven sacudidas por la falta de empleo, por la reducción drástica de los servicios sociales y por la ausencia absoluta de perspectivas de futuro para las nuevas generaciones. Allí donde la izquierda tradicional obtenía sus mejores resultados electorales, ahora la derecha y la derecha populista crecen de forma escandalosa.
Todo ello es producto de una realidad dramática, las políticas de desmantelamiento del Estado del Bienestar que practican todos los gobiernos europeos, impulsadas por los poderes financieros, hacen que las clases sociales más desfavorecidas entre la población autóctona se vean obligadas a competir por las ayudas públicas con los inmigrantes. Está calando entre estos sectores un discurso desvergonzado difundido por los grandes poderes políticos y económicos, según el cual “aquí no cabemos todos” y “primero los nuestros”. Este discurso pretende hacer recaer la responsabilidad de la crisis económica y el deterioro y desmantelamiento de los servicios públicos en los inmigrantes, cuando en realidad los responsables son aquellos que han dirigido las políticas económicas durante las últimas décadas y los mercados financieros que, dentro de un marco de creciente desregulación, han realizado prácticas de especulación irresponsable que, en justicia, deberían ser consideradas delictivas. Las élites económicas, en plena crisis, siguen acumulando riquezas, mientras que hacen que los diferentes sectores sociales económicamente deprimidos se peleen entre ellos por los desperdicios y deshechos.
En Europa, y en aquellos países con clase medias consistentes, las políticas de izquierdas se desarrollan cuando las clases medias se alían con las clases trabajadoras para restar privilegios a las élites económicas y crear sistemas basados en la redistribución de la riqueza y en la creación de servicios públicos universales. Por el contrario, las políticas de derechas se desarrollan cuando las clases medias se alían con las grandes burguesías para eliminar derechos de los trabajadores y hacerles pagar por la escasez de recursos. Curiosamente, en los últimos cuarenta años, lo primero suele ocurrir en periodos de expansión económica y lo segundo en periodos de crisis o recesión. Cuando las crisis económicas golpean y el miedo aflora, las clases medias tienden a buscar alianzas protectoras con los económicamente más poderosos. No se puede olvidar cómo en la primera parte del siglo XX las secuelas de la crisis de 1929 provocó que en Europa las clases medias se enfrentaron a las organizaciones obreras a través de movimientos de masas de carácter fascista. Hoy, la situación es diferente y son también los propios obreros los que se enfrentan a aquellos a los que consideran aún más parias que ellos mismos y con condiciones de vida aún más precarias: los inmigrantes.
En cascada
Recientemente en Catalunya, que es la realidad que me es más próxima y que conozco más directamente, se han celebrado elecciones municipales. En estas elecciones se han producido, desde la perspectiva del tema que aquí se trata, dos hechos verdaderamente significativos. El primero ha sido el ascenso en varias ciudades importantes de Plataforma per Catalunya, partido españolista de ultraderecha, aún extraparlamentario pero en claro crecimiento, cuyo principal mensaje se basa en el odio a los inmigrantes y que propone, para empezar, la expulsión directa de los musulmanes. El segundo hecho ha sido la victoria en Badalona de un candidato del Partido Popular, el partido de la derecha tradicional española, con un discurso claramente xenófobo y racista que criminaliza a los inmigrantes y que pretende la reducción de sus derechos y, en última instancia, su expulsión selectiva.
El caso de Badalona es especialmente triste y sintomático. Badalona es la tercera ciudad de Catalunya en número de habitantes, es colindante con Barcelona y forma parte de su Área Metropolitana. La población de Badalona es mayoritariamente de clase obrera y procedente de los flujos migratorios masivos que desde Andalucía, Extremadura, Castilla, etc. llegaron a Catalunya en las décadas de los 50, 60 y 70 del siglo pasado, huyendo de la pobreza de sus regiones y buscando instalarse en un país con mayor industrialización y desarrollo económico. Buena parte de esa misma población que procede de familias inmigradas olvida sus propios orígenes, su historia, las dificultades que tuvo para hacerse un hueco y trabajarse un porvenir en Catalunya, olvida las suspicacias y los rechazos que sufrió por parte de la población autóctona catalana y ahora se percibe a sí misma también con derecho para sentirse superior a la nueva inmigración y para apostar por su marginación, exclusión y expulsión si hiciera falta. Acusan a la nueva inmigración de crear un clima de inseguridad y de no tener voluntad de integrarse en el país de acogida, cuando muchos de los ahora acusadores, con una cultura de origen castellano, son aún acusados por los catalanes autóctonos de que no se han integrado en la cultura catalana y de haberse negado sistemáticamente a aprender y a hablar la lengua de este país. Todo ello no hace más que certificar el principio de que, en el fondo, inmigrante no es más que el que ha llegado el último.
Y así se producen fenómenos de clasismo, racismo y xenofobia en cascada donde los miembros de cada sector social, racial o nacional desprecian a aquellos otros que suponen que tiene por debajo, porque creen que ello les salvará de la hoguera de la recesión y porque así consideran que adquirirán un estatus social comparativo algo más elevado y defenderán sus intereses más inmediatos; pero lo que realmente hacen es contribuir a empeorar, cada día más, los derechos sociales y las condiciones de vida de todas los sectores desfavorecidos, incluido aquel al que ellos mismos pertenecen .