Autor: Manuel Calbet
La tendencia actual a los desequilibrios de renta se acentúa. Los directivos de grandes empresas no dudan en auto-remunerarse con enormes sumas de dinero sin justificación posible. ¿Hasta cuándo?
Recientemente se publicaron en la prensa dos noticias sin relación aparente. A propósito de la terrible calamidad de Haití, se recordaba al gobierno ejercido por los Duvalier, que se dedicaron a saquear su propio país, apoyándose en bandas de matones. Se les acusaba de haberse apropiado de 100 millones de dólares.
Pasando las páginas del periódico se llegaba a la sección de economía. Allí se repasaban las cuentas del segundo banco español, que el propio banco calificaba de excelentes pese a haber disminuido el beneficio debido a la difícil coyuntura. En vista de ello, se había decidido no aumentar la cantidad reservada para el presidente de la entidad cuando tuviera a bien jubilarse. Por lo tanto seguiría siendo de 80 millones de euros, unos 110 millones de dólares.
Deberían tomar nota los dictadores-saqueadores de que hay métodos menos violentos y arriesgados de hacerse inmensamente ricos. Pero el tema no se puede despachar con un chiste más o menos demagógico, es muy serio. Qué lejos queda el siglo XX que, a pesar de todas sus calamidades, tuvo la virtud de crear una amplia clase media en los países desarrollados. La tendencia actual a los enormes desequilibrios de renta se acentúa, con la particularidad de que los agentes no son los propietarios de medios de producción, sino sus administradores. Este presidente, como tantos otros directivos, no percibirá esta cantidad por ser propietario, sino porque tiene el poder de decisión. El propietario perderá si pierde la empresa, pero los administradores, que pretender justificar estos saqueos en los beneficios que se supone proporcionan a la empresa, han logrado independizarlos de los resultados. Nunca es un mal año para estos gestores, aunque la empresa baje sus beneficios, entre en pérdidas o reciba ayudas públicas.
Pongamos como referencia un salario que resulta un sueño para muchas personas, 1.000 euros mensuales. La cantidad que recibirá el presidente de este banco al jubilarse (si no se le aumenta, que aún hay tiempo), equivale a 80.000 mensualidades, o al salario anual de 6.600 personas. ¿El trabajo de una persona puede equivaler al de 6.600? ¿Cobra eso por ahorrar a la empresa el sueldo de 6.600 personas al haberlas despedido?¿Los despedidos no hacían nada o los demás tienen ahora sobrecarga de trabajo?¿Es France Telecom la única empresa en la que se contabilizan los suicidios y depresiones por el estrés laboral?
Lo más lamentable es que no se trata de un caso extraordinario, sino más bien una muestra de las desigualdades extremas, irracionales, profundamente injustas y tan perniciosas como una agresión violenta.