Ardor Guerrero
Economista
Con la guerra de Ucrania ha vuelto el espíritu belicoso, la justificación militar.
“Ardor guerrero vibra en nuestros pechos”, así empieza el himno de la infantería española. Lo recuerdo cada vez que veo a Putin en televisión, a Zelensky pidiendo armas, a Biden, al Jefe de la Otan, a los líderes europeos. Tienen un doble objetivo, hacer la guerra y convencernos a todos de que es justa, necesaria, y que debemos apoyarla.
Me vienen a la cabeza aquellas imágenes de la primera guerra mundial en que la población despedía con vítores a los soldados que iban a matar y morir en las trincheras. Marchaban como rosas, y los que conseguían volver lo hacían con heridas en el cuerpo y en el alma que difícilmente sanaban. Eran militares profesionales, voluntarios y forzosos. ¿Por qué se ha de obligar a alguien a ir a la guerra?¿Por qué se fusila a los desertores?¿No debería ser un derecho fundamental el no matar?
La guerra es una cuestión de buenos y malos. Los buenos son los míos y los malos los otros y por eso tenemos que matarles. De acuerdo, podemos señalar “malos reconocidos” en la historia reciente: malo fue Hitler, pero ¿fue bueno Churchill cuando decidió masacrar a la población de Drede? ¿O Truman cuando lanzó las bombas atómicas?¿Fue bueno Estados Unidos manteniendo la guerra en el Vietnam?¿La maldad de Sadam Hussein justifica la invasión de Irak?¿Puede vanagloriarse una persona de haber matado a 25 talibanes?
Malos son también los golpes de estado, aunque hay muchas personas que piensan que la fuerza del ejército puede solucionar problemas políticos. Malo es el colonialismo, y sin embargo era hasta hace poco una meta codiciada, y motivo de orgullo para las potencias europeas.
Si miramos en la lejanía las confrontaciones históricas, ¿somos capaces de decidir quiénes eran los buenos y los malos, es decir, en qué bando justo se situaría uno? ¿Con Atenas o con Esparta? ¿Con los griegos o con los persas? ¿Con los romanos o con los cartaginenses? ¿Con los musulmanes o con los cruzados? Los combatientes no escogías bando en función de la justicia, la causa justa era la del grupo al que pertenecían. La adhesión al grupo hay que reforzarla con mitos, victimismo, religión, elogio de lo propio y denigración de lo ajeno. ¿Ha cambiado algo o seguimos siendo igual de irracionales?
A pesar de todos los esfuerzos mediáticos ha sido imposible que el ardor guerrero anidara en mi pecho, como cantaba Brassens, la música militar nunca me hizo levantar.