El crecimiento económico depende del desarrollo social y de la política
Director de Estrategias de Calidad Urbana
Este escrito está incluido en el libro «Las ciudades ante el cambio de era: La nueva gobernanza urbana, actores e instrumentos». Denuncia una de las falacias que obstaculizan el desarrollo humano y el progreso económico, la afirmación de que hay que sacrificar los derechos y las prestaciones sociales para afrontar la crisis económica.
La crisis de 2007 ha puesto una vez más sobre la palestra la falacia que más desfavorece los intereses de la capas sociales más vulnerables, y en especial del precariado. Hay que sacrificar los derechos y las prestaciones sociales para afrontar la crisis económica, y una vez finalizada la recensión y de vuelta al crecimiento económico, se podrán instrumentar de nuevo políticas sociales de lucha contra la pobreza y la desigualdad. Desde la comisión europea, la denominada troika, y casi todos los gobiernos nacionales y regionales de la Unión Europea han repetido hasta la saciedad este mantra: «Primero crecimiento, después redistribución», independientemente de su ideología más neoliberal o socialdemócrata, o lo que es lo mismo: «La crisis económica es la que produce la crisis social», o «Sacrifiquemos los gastos sociales para reducir el déficit y la deuda y terminar con la recesión».
La funcionalidad del mantra ha sido y sigue siendo clara: justificar los incrementos de la desigualdad y la pobreza que conllevan las políticas de austeridad, es decir, legitimar que el peso de la crisis recayera sobre las capas sociales más precarias. El mantra, si bien tiene esta funcionalidad, se empleó en las crisis de 1973 y 1983, y también en la coyuntural de 1992. Es una consigna recurrente. El hecho de que las fuerzas sociales y económicas que han denunciado las políticas de austeridad por políticas que incentivaran las inversiones sociales para incrementar el consumo y con ello el PIB, también parten del mantra: el desarrollo económico determina el desarrollo social, indica que la idea está ampliamente arraigada y no solo es un puro invento de las clases dominantes para encubrir su dominio.
La idea aparece al sentido común de una manera muy evidente: sino se produce y no se incrementa la riqueza de un país, región o ciudad, no es posible redistribuirla. El corolario aparece de lo más racional: para disminuir las desigualdades y la pobreza habrá que crecer económicamente más.Ahora bien, ¿no es posible que una mejor redistribución, una mayor igualdad, incentiven el desarrollo económico? ¿No es posible que la economía dependa del funcionamiento general de la sociedad y en especial de su cohesión social? Ya se ha señalado en los capítulos anteriores que efectivamente es así, pero lo que es más impactante es que casi todos los estudios comparativos muestran todo lo contrario, tal como señalan Manzano y Fernández-Albertos,[i] es decir, que las desigualdades reducen el crecimiento económico.
El corolario no puede ser más concluyente. Políticas económicas que tengan como efecto un incremento de las desigualdades y también de la pobreza reducirán las posibilidades de un crecimiento económico o harán que este sea coyuntural e inestable, como ha acontecido durante todo el desarrollo del capitalismo en Europa, a excepción de los añosentre la década de 1930 hasta la de1970 según ha demostrado Th. Piketty.
Que estos estudios no hayan tenido el impacto deseable, y ni siquiera se haya considerado la constatación de que el crecimiento en la década de1990 en Taiwán, Corea del Sur y en general del sudeste asiático, se debió a la reforma de la tierra que generó mayor igualdad, que contrastaba con el estancamiento durante los mismos años de América Latina que siguió las políticas neoliberales del denominado Consenso de Washington; se debe, por supuesto, a un olvido voluntario por parte de importantes elites en el poder. Pero estas elites, económicas, sociales y académicas, han contado a su favor, por un lado una errónea interpretación del desarrollo de Europa durante los años dorados del estado del bienestar, entre 1945 y 1973, y, por otra, una obsoleta mentalidad de mercado, que en opinión de K. Polanyi se desarrolló desde el capitalismo industrial.
Uno de los estudios pioneros de la desigualdad y el crecimiento económico, y sin duda el más impactante, ha sido el de S. Kuznets. Dicho autor estableció la conocida curva de Kuznets, que señala una relación de U invertida entre la desigualdad y el crecimiento económico.
Curva de Kuznets:
Kuznets, estableció a partir de estudios empíricos realizados en la década de 1950, que en Europa, al principio de la industrialización, el crecimiento económico comportaba un crecimiento de la desigualdad, pero, a partir de un nivel de desarrollo económico, medido la por renta per cápita, la desigualdad decrecía, y a partir del punto de inflexión, el desarrollo económico y el decrecimiento de la desigualdad aumentaban de manera considerable.
La explicación de Kuznets coincidía con los datos. Tanto en Estados Unidos como en Europa, en los inicios del capitalismo industrial durante el siglo xix e inicios del xx, el crecimiento económico había sido inestable y las desigualdades sociales se habían disparado. Pero a partir de la primera posguerra mundial en Estados Unidos (1918-1930), y sobre todo en Europa a partir de la segunda posguerra mundial y hasta la primera crisis del petróleo (1945-1973), se vive un período de crecimiento económico estable con unas notables reducciones de la desigualdad. Es la época de oro del estado del bienestar en que un importante gasto público social, en los países europeos, producía un desarrollo estable y un aumento de la igualdad social.
La interpretación de Kuznets se ajustaba a los datos, pero la interpretación más adecuada no era la suya, sino que el aumento del gasto público social era la causa del crecimiento estable y de una mayor igualdad. GunnarMyrdal, economista sueco galardonado con el premio Nobel en 1974, lo demostró, pero incluso la entrega del premio Nobel fue enmascarada al concedérselo el mismo año al neoliberal F.A. Hayek. A Myrdal se le ha ocultado y a Hayek se le ha publicitado con posterioridad. En definitiva, la tesis de Kuznets sobre la relación entre crecimiento económico y reducción de la desigualdad se impuso, y se complementó con las tesis de S. M. Lipset de que las democracias son posibles y se consolidan dado un nivel de renta per cápita. Además, a todo ello se añadió una interpretación falseada del libro de D. Bell,El fin de las ideologías, según la cual se señalaba que, a un determinado nivel de crecimiento acompañado con la mejora del bienestar social y la consolidación de la democracia como acontecía en Occidente en la década de 1950 se finalizaría con las ideologías, entendiendo por ellas un conjunto de ideas y emociones en las que apoyarse para un cambio de sistema.
El pensamiento dominante era claro: lo importante era el crecimiento económico, que es la fuente del bienestar social y la democracia. Con crecimiento económico no hay oposición ideológica al sistema.
Esta idea influenció en la creación tanto de la CEE, la CE y posteriormente de la UE. Lo importante es crear una economía europea, un gran mercado europeo, y la unión social y política vendrá posteriormente. Se olvidaba que el mercado europeo era una construcción política de los estados nacionales europeos, que hacían el mercado tratado a tratado entre los estados.
La idea aún se consolidó más con las crisis del petróleo de 1973 y 1983. En efecto, estas crisis son crisis sistémicas, como ya se ha señalado, y una de sus consecuencias fue sacrificar el estado del bienestar social por la recuperación económica. En efecto, el desarrollo económico y social de lasdécadas de1950, 1960 e inicios de la de 1970 se basó en el gasto público en bienestar, que sirvió, entre otras muchas cosas, para generar una demanda agregada que, a través de las inversiones y el consumo, impidió las crisis cíclicas del capitalismo industrial. Las subidas de los precios del petróleo provocaron una crisis de oferta por el aumento de los costes de producción. La recesión económica, si bien puntual, no podía solventarse incrementando el gasto público porque generaba más inflación y más estancamiento económico. Como lo importante era finalizar con la recesión económica, debía cambiarse la política económica, y con ello reducir la inflación, el déficit fiscal y la deuda pública. Había que desmantelar el estado del bienestar para reducir los costes de producción y recuperar el beneficio privado. Con él se dinamizaría de nuevo la economía. La Comisión Trilateral, en consecuencia con el pensamiento dominante, propuso,en la década de 1980, acabar con la democracia para lograr un crecimiento económico, desmantelando un estado del bienestar que en democracia tenía demasiada oposición social que se traducía en votos para los gobiernos.
El crecimiento económico era lo esencial, y por ello debía sacrificarse la igualdad, el bienestar e, incluso, la democracia si era necesario. Los indicadores de la buena gestión eran la reducción de la inflación, y la finalizacióndel déficit público y la deuda soberana; lo demás vendría por añadidura. El estado del bienestar no se desmanteló en estos años, pero lo cierto es que, en función de los países, el gasto público se redujo en relación con el PIB, o se mantuvo, a excepción de algunos países como España, el gasto social se redujo, se deslegitimó el estado del bienestar y se fortalecieron las acciones del FMI, el Banco Mundial, la Unión Europea, organizaciones supraestatales y no democráticas.
El petróleo, por diferentes razones geoestratégicas, bajó posteriormente sus costes. Pero las políticas de corte neoliberal no solo continuaron, sino que se reforzaron con la caída de los países socialistas. Al fin de las ideologías le sucedió la ideologíadel fin de la historia. Solo había un sistema posible: el capitalismo de corte neoliberal.
Este origen próximo, en los años dorados del bienestar, de la consolidación del mantra que lo primero y determinante es el crecimiento económico, no nos puede hacer olvidar el origen estructural de este mantra en la misma naturaleza de la economía capitalista de mercado. Tal como descubrió el eminente antropólogo de la economía, K. Polanyi., en sus publicaciones, pero en especial en el libro La Gran Transformación y en su muy notable escrito «Nuestra obsoleta mentalidad de mercado», encontramos sus principales argumentaciones.
¿Por qué la desigualdad, y en general la estructura de las relaciones sociales determinan el crecimiento económico, y no al revés como nos han hecho creer?
La economía clásica, y en especial Marx, ya dejó claro que la economía era el conjunto de las relaciones sociales que se establecen en la producción y en la distribución de bienes y servicios. Pero de Marx se conoce, además, que es la economía (estructura) la que determina la superestructura (la ideología, la política) olvidando que la estructura son las fuerzas productivas y las relaciones de producción que condicionan el desarrollo de dichas fuerzas productivas.
K. Polanyi, al igual que posteriormente R. Bourdieu, llega mucho más lejos mostrando que la economía está inmersa en las relaciones sociales de la que depende. Polanyi muestra que son los Estados los que han creado la economía de mercado[ii] y los tres pilares en los que se basa: que el trabajo debe encontrar su precio en el mercado, que el dinero debe ser suministrado por un mecanismo de ajuste automático, y que las mercancías deben poder circular libremente. Las relaciones sociales son moldeadas para crear la denominada sociedad de mercado presidida por los valores/incentivos de ganancia.Es más, explica también que este mercado creado social y políticamente elabora la ficción del determinismo económico o de mercado, es decir, que aparece como si fuera la economía de mercado la que creará la sociedad. La razón, explica Polanyi, acogiéndose a la tradición sociológica que arranca de Durkheim, es que, una vez que la sociedad espera un determinado comportamiento por parte de los miembros, y las instituciones llegan a ser más o menos capaces de imponer este comportamiento, las opiniones sobre la naturaleza humana tenderán a reflejar el ideal, se asemeje o no a la realidad. Los marcos institucionales son los que han asumido la tarea de reproducir unos valores y fomentar unas ideas de los valores que no se adecuan a lo que acontece en los procesos sociales e históricos.
La razón por la que la sociedad tiende a hacer oídos sordos a los estudios que muestran qué es la cohesión social, y en particular la evolución de la desigualdad social, la que determina la recesión o el desarrollo de la economía, y no al revés, es porque dichos estudios se oponen a la falaz configuración de las creencias sociales creadas a partir de que se asume la naturaleza humana, como homo economicus.
La alternativa es hacer que se perciba socialmente lo real: la inserción de la economía y el mercado en las relaciones sociales y políticas, ysu consecuencia, es decir, asumir conscientemente este hecho, y reformar los marcos institucionales de tal modo que la economía se conduzca a través de valores sociales, como igualdad, convivencia y solidaridad. Con ello no solo se ganaría en cohesión social y calidad democrática, sino también en progreso económico. Así, por ejemplo, en un gobierno cuyo objetivo prioritario fuera la redistribución de renta, la igualdad de oportunidades sociales y educativas impactaría positivamente en el desarrollo económico, según diferentes estudios, por las siguientes razones:
Una mejora de la redistribución de la renta comporta una mejora en las condiciones materiales de todos los individuos, lo que incentiva el consumo de las clases populares, debido a que los sectores más vulnerables y pobres son los que destinan la mayor parte de su renta al consumo. Esta es una tesis muy extendida en la actualidad, y ha sido especialmente difundida por los premios Nobel Krugman y Stiglitz, entre muchos otros muchos estudiosos del desarrollo económico.
Una mayor igualdad permite una estabilidad social con importantes efectos en el crecimiento económico. Unas grandes desigualdades resultan inaceptables para los votantes que rechazan las políticas business-friendly (favorecedoras o amigas de los negocios) y reducen los incentivos a la inversión. En este sentido,Stiglitz[iii] señala que la desigualdad genera inestabilidad, y la inestabilidad, mayor desigualdad, con loque se identifica uno de los círculos viciosos del desarrollo.
Se da prioridad a las inversiones públicas que produzcan un impulso a la economía que supere con creces la tasa de rentabilidad del sector privado, e intensivas en empleo como son la educación, la sanidad, los servicios sociales y las inversiones dedicadas a bienes públicos e investigación básica que favorecen al conjunto de la economía.[iv]
Desarrolla las mayores capacidades productivas del capital humano. Fundamentalmente porque permite:
Que se dediquen mayores inversiones de los hogares de renta más baja a la educación y, en general, a la formación y la calificación laboral de todos los miembros del hogar y en especial de los más jóvenes.[v]
Un mejor uso del talento. La desigualdad favorece que los estudiantes mejor preparados no escojan la carrera/profesión en función de sus habilidades o intereses sociales, sino en función de la renta esperada. Por esta razón la mayoría de los estudiantes con mejor calificación escogían una actividad poco productiva, pero altamente rentable, como era el ámbito de las finanzas en la década de 1990 y principios del siglo xxi.[vi]
La mejora de las capacidades físicas y mentales de la población,[vii] que incide en una mayor productividad y en la rentabilidad de las inversiones en bienestar social, salud, educación y cultura.
Las condiciones de escasez a menudo llevan a tomar decisiones que exacerban aún más dichas condiciones de escasez[viii] tal como señaló el premio Nobel de Economía G. Becker. Es el caso de los pobres que piden dinero prestado a un coste muy alto, que agrava su situación de pobreza en el corto plazo. También el estrés que produce tener poco dinero, señalado por el psicólogo E. Shafir, afecta a la capacidad de tomar las decisionesadecuadas que le permitirían aliviar la situación[ix].
La adopción de tecnologías avanzadas depende de un umbral crítico de demanda de los hogares, que resulta insuficiente en situaciones de fuerte desigualdad y pobreza.[x]
Se puede concluir, pues, al igual que hizo el estudio del FMI de 2011, que los períodos de crecimiento económico más prolongados están sólidamente asociados con una mayor igualdad en el reparto de los ingresos, y que en un horizonte más lejano, una menor desigualdad y un mayor crecimiento económico sostenido pueden ser las dos caras de la misma moneda.
Es una lástima que las actuales autoridades del FMI no asuman las conclusiones de sus propios estudios. Los estudios del FMI y el Banco Mundial van por un lado y las tomas de decisión hacen caso omiso de los mismos. Tiene razón T. Pickety[xi]al afirmar que la relación entre desigualdades y crecimiento depende de las percepciones que tengan los distintos actores y la correlación de fuerzas entre ellos. La decisión de instrumentar políticas para la reducción de las desigualdades no será consecuencia directa de estudios científicos ni del determinismo económico o tecnológico, sino de decisiones políticas que expresaran una correlación de fuerzas entre los actores.
En esta dirección, combatir esta falacia tan extendida es un buen instrumento para la hegemonía de unas ideas que dan toda la legitimidad a la lucha cultural y política del precariado social y de sus representantes políticos y sociales para que sus intereses sean el eje de nuevas políticas en beneficio del conjunto de la sociedad.
[i]Manzano, D., y Fernández-Albertos, J.,Economía política del desarrollo. Guía de Estudios, Barcelona, UniversitatOberta de Catalunya, 2014. Entre varios estudios los autores señalan las importantes contribuciones de: Asesina y Rodrik (1994), Persson y Tabellini (1994), Perotti (1996) y Benabou (1996). A las que habría que añadir las más recientes de Rajan (2005), Hargreaves, Tan y Rizo (2011), Stiglitz (2012) y Picketty (2013)
[ii]Los denominados mercados nacionales a finales del sigloxix y principios del xx fue creado por el ferrocarril financiado en Europa por inversiones públicas. En el caso de Italia las inversiones ferroviarias fueron las que originaron la economía industrial.
[iii]Stiglitz, J. E.,El precio de la desigualdad, ob. cit. págs.143 y ss.
[iv]Stiglitz, J. E.,El precio de la desigualdad, ob.cit., págs. 44 y 45.
[v] OCDE,In it together, 2015,págs. 60-71.
[vi]Judt, T.,Algo va mal,Madrid, Taurus, 2010 págs. 85-95.
[vii]Wilkinson, R.W., yPicket, T.,Desigualdad. Un análisis de la infelicidad colectiva, Madrid, Taurus, 2009.
[viii]Becker, G., The economics of discrimination, Chicago, Chicago University, 1957.
[ix]Citado por J. Stiglitz, ob.cit., 2011, pág. 156.
[x]Véanse Krueger, A.,«The rise and consequences of inequality»,presentaciónen elCenter for American Progress en Washington, DC 2012,enero; y Bernstein, J.,«The impact of inequality on the growth»,Center of American Progress, artículo, 2013.
[xi]Pickety, T.,El capital en el siglo xxi, Madrid, FCE, 2014, pág. 36.