Los movimientos sociales y el futuro político.
Josep Maria Pascual
Director de Estrategias de Calidad Urbana. Coordinador de AERYC.
En la Europa del Sur se están dando las condiciones para que un importante movimiento social alternativo emerja y se consolide. En la segunda parte se señala que el éxito de un movimiento social depende de que sus finalidades sean acogidas por un partido político con capacidad de promover políticas públicas, o bien, que el mismo movimiento se transforme en partido político con incidencia en el gobierno. En la tercera parte se analiza hasta qué punto un nuevo partido puede ser diferente al modelo de partido que critica el movimiento social, y ahonda en las condiciones que generan la tecno-estructura partidaria y las consecuencias que conlleva. Concluye que sólo la aplicación de unas medidas claras y evaluables para maximizar los beneficios democráticos de la tecno-estructura, y sobretodo controlar y evitar su dominación y banalización de los procesos democráticos, hacen que los movimientos sociales alternativos puedan convertirse en un nuevo tipo de partido transformador.
1 – ¿Puede producirse un gran movimiento social alternativo en la Europa Mediterránea?
Los datos sobre paro, pobreza, y riesgo de exclusión que proporciona la Unión Europea para toda la Europa Mediterránea, y en nuestro caso para España, ha hecho surgir el interrogante: Con esta situación social ¿Porque no se produce un poderoso un gran movimiento sociales alternativo y estable frente al “establishment” europeo actual? Han existido movilizaciones sociales importantes en toda la Europa Mediterránea, pero el descontento se ha expresado de múltiples formas, y estos movimientos, por el momento no han tenido, por el momento ni la amplitud, ni la fuerza, para poner “sobre las cuerdas” a ningún gobierno. Sus propuestas no han sido asumidas, y el carácter aún general de las mismas lleva a la desconfianza sobre su concreción y operatividad. ¿Existen las condiciones para una movilización masiva y continuada en los países de Europa Mediterránea? ¿Pueden llegar a convertirse en alternativa de gobierno?
Para intentar emitir un juicio razonado sobre estas preguntas, es imprescindible ir a las ciencias sociales y políticas, e intentar ordenar y sistematizar las conclusiones de los principales estudios empíricos sobre el tema, para poder esbozar una respuesta. Del estudio de los más reconocidos investigadores y teóricos sobre movimientos sociales y revolucionarios, podemos afirmar que para que exista un movimiento social amplio y con posibilidades de triunfo es necesario que concurran un mínimo de 4 factores. En primer lugar aparece la emergencia, una situación social estructural de creciente pobreza y desigualdad, pero una situación social desigualitaria por sí misma no genera un amplio movimiento social orientado al cambio social e institucional. Es necesario, además, que esta situación sea efectivamente percibida por los desfavorecidos. “Ser es ser percibido” decía Berkeley, y K. Marx diferenciaba, ya desde su libro «la Ideología Alemana”, entre clase “en si” por su situación objetiva, y clase”para sí”, cuando adquiere “conciencia de clase” y lucha por sus intereses. Por esta razón, muchos conflictos no estallan en el momento más grave de la crisis, sino cuando se empieza a salir de ella, puesto que los sectores sociales más desfavorecidos constatan que otros sectores mejoran su situación o se enriquecen, mientras ellos continúan en la pobreza, es decir perciben y toman conciencia de un agravio.
Ahora bien, la situación de desigualdad y pobreza percibida, tampoco es suficiente, para que exista una movilización masiva puesto que en la mayoría de casos llevan al descontento social generalizado, pero este descontento no se expresa en movilizaciones relativamente reducidas. T. Kuran, al analizar la revolución de Europa oriental en 1989[1], y comprobar la amplias movilizaciones sociales anti-sistema no previstas por observador alguno, y acontecidas al iniciarse el proceso de apertura de los regímenes autoritarios del Este Europeo, puso en evidencia que la percepción de desigualdad y pobreza relativa por si sola, no lleva a los mayoría de personas y sectores sociales a movilizarse frente al “status quo”, puesto que los costes personales (laborales, económicos, de estigmatización, etc.) que les puede acarrear participar en las movilizaciones anti-sistema, son superiores al malestar que supone no hacer pública la oposición al estado de cosas existente, que mantiene en privado. Esta situación la denomina “umbral revolucionario”. Los sectores sociales que no se movilizan por este cálculo efectúan una falsificación pública de sus reales preferencias, privadamente se manifiestan en contra el sistema, pero públicamente o evitan manifestarse o lo hacen a favor del sistema desearían movilizarse. Por ello Kuran ha añadido un nuevo elemento para que se desencadene un movimiento de masas: se debe superar el “umbral revolucionario” de la mayoría. Este umbral se superará cuándo la insatisfacción o malestar por la falsificación de su preferencia pública supera el cálculo de los posibles costes personales por su participación en los movimientos sociales de oposición. La situación de superación del umbral revolucionario o movilizador fue descrita, aunque no conceptualizada por Marx y Engels en el Manifiesto Comunista en relación a las revueltas proletarias de mitades de los 80 del siglo XIX: “El proletariado sólo puede perder sus cadenas”, cuando “los proletarios“ asumen esta situación, cuando han sobrepasado el umbral revolucionario.
M. Castells, en su análisis de la primavera árabe, añade un nuevo factor: la aparición de la “ira”, es decir, la producción de un acontecimiento (como el sucedido en Túnez, en el que un vendedor ambulante contraviniendo lo más sagrado de la ley islámica se inmoló por la vejaciones sufridas por la policía de la dictadura) que genera una ira colectiva hacía el régimen. La ira, sería un elemento emocional que rebajaría o disolvería el umbral revolucionario. Un elemento emocional que supera cualquier balance de costes-beneficio, y facilita la incorporación de amplios sectores de la población a la movilización contra el régimen.
Me estoy refiriendo a movilizaciones sociales populares contra un gobierno, y un sistema establecido, y por tanto no tiene nada que ver con las movilizaciones convocadas por los propios gobiernos y el “establishment”, como es el caso de las movilizaciones soberanistas acontecidas en Catalunya en las masivas movilizaciones de los 11 de Setiembre de 2011 a 2014 para reivindicar el derecho a decidir/ independencia. En este caso no existe el “umbral revolucionario” porque no hay costes personales por participar en la movilización, sino que, al contrario, existen unos beneficios privados por apoyar al sistema institucional promotor de la movilización. Los costes, y por tanto el umbral de movilización, actúan al revés para los que se oponen a las finalidades de la movilización. De tal modo que, incluso, la falsificación de preferencias puede incluso invertirse: un sector o conjunto de personas se manifiesta públicamente cuando la preferencia defendida privadamente, sería no manifestarse o hacerlo de manera diferente. En estos casos no sólo estamos ante la disolución del umbral, sino ante un multiplicador de la movilización. Ahora bien, estas movilizaciones promovidas por los gobiernos acostumbran a ser frágiles, puesto que la movilización puede resquebrajarse fácilmente ante la aparición de costos personales, como puede ser en el caso en Catalunya que se pronuncie efectivamente una sentencia del Tribunal Constitucional, desfavorable a la celebración de la consulta soberanista[2], que situaría en la ilegalidad a quiénes la organizaran: funcionarios, policías, ayuntamientos, miembros de mesas de votación, etc.
En resumen, para que exista una gran movilización ciudadana por el cambio se precisan tres factores: una situación de discriminación claramente percibida y la existencia de un catalizador emocional, como la aparición de un sentimiento masivo de ira, por un ultraje moral, que se sobrepase el umbral revolucionario o movilizado, o bien la súbita reducción de los costes personales que supone participar en un movimiento de oposición, como fue el caso de “liberalización” de los gobiernos de Europa Oriental a finales de los 80 del siglo XX. Pero, para que esta movilización venza, es necesario un cuarto elemento, puesto de relieve por J. Dunn[3]: que los movimientos sociales o revolucionarios dispongan de una alternativa creíble, y un proyecto de acción para la construcción de una sociedad futura que cuente con el apoyo de la mayoría de sectores sociales.
En Europa, y en Estados Unidos, se han desarrollado importantes movimientos sociales frente a la conducción de la crisis por parte de sus gobiernos, planteando nuevos valores y nuevas prioridades para la política económica, social e institucional. Me refiero a: 15 M en España, la ocupación de la plaza Sintagma en Atenas, la movilización de jóvenes en Italia, entre otros y Occupy Wall Street en EEUU. Estos movimientos se sustentan tanto en las situaciones de desigualdad y pobreza generadas entre una amplia mayoría de ciudadanos, frente al enriquecimiento desmesurado del denominado 1%, como en la percepción cada vez más amplia de esta desigualdad por amplios sectores de la ciudadanía. El umbral movilizador, que en una democracia siempre es muy inferior que en una dictadura, baja cada vez más, transformándose el descontento social en posicionamiento público frente a las políticas económicas y sociales y apoyando a estos movimientos. Si bien no se ha producido en ningún país europeo una intensa situación emocional como la ocurrida en Túnez en el inicio de la primavera árabe, se puede producir en cualquier momento, dados los casos extremos de desalojo de viviendas de familias por no pagar las cuotas de la hipoteca a los bancos y otras situaciones que pueden provocar un grave ultraje moral que conmocione a un amplio sector de la ciudadanía.
Por tanto, las posibilidades de un amplio movimiento social existen en la Europa Mediterránea. El interrogante que se plantea la ciudadanía, y que sin duda puede favorecer su toma de posición, es la incertidumbre en relación al posible éxito de las reivindicaciones y propuestas de los movimientos sociales.
2 – ¿Cómo tienen éxito los movimientos sociales?
Un movimiento social, es muy diferente a un partido político. Vallés ha sistematizado de manera breve y contundente sus diferencias que reproduzco en el siguiente cuadro:
(Basado en José Mª Vallés. Ciencia Política: Una Introducción. (2010)
Si bien es verdad que la mayoría de movimientos sociales tienen discursos transversales: sostenibilidad, género, paz, equidad, etc. pueden tener discursos sectoriales como los afectados por las hipotecas, o por la escuela pública, etc. Y también discursos globales como el movimiento obrero en el siglo XIX y principios del XX o M-15, Occupy Wall Street, o Anti-Globalización, entre otros. Lo que distingue, a mi juicio, de manera más nítida un movimiento social de un partido político son: el ámbito de actuación y en buena medida consecuencia de ello el grado de estructuración. Estas dos diferencias llevan a que el discurso de los movimientos sociales sea más general y reivindicativo, y carezcan de un plan de actuación. Los partidos con representación institucional tienen un programa más concreto y preciso para poder desarrollar o influir específicamente en normativas y políticas públicas.
Por estas razones, los movimientos sociales, en la medida que quieren entrar en instituciones democráticas, se orientan hacían formas de agrupación política. Es el caso, por ejemplo, de la candidatura europea de “Podemos”, que procede del 15-M, y la candidatura “Guanyem Barcelona” que impulsa la portavoz del movimiento de afectados por las hipotecas. En el caso de “Podemos”, una vez obtenida la representación en el parlamento europeo, está evolucionando hacía la constitución de un partido político, y “Guanyem” hacía una coalición de partidos que se disponen a disputar la alcaldía.
Para que triunfe un movimiento social, en el sentido de que sus finalidades y alternativas sean objetivos y medidas de políticas públicas, no necesariamente tiene que convertirse en partido político o coalición electoral con capacidades de influir en las políticas públicas. Los movimientos sociales tienen éxito bien cuando logran un apoyo ciudadano importante, frenando así algunas políticas que consideran negativas, o bien cuándo los partidos políticos con posibilidades de formar gobierno asumen sus finalidades y objetivos en sus programas electorales. Éste último es el caso del movimiento ATTAC por la regulación de los mercados financieros y su reivindicación de la tasa Tobin, y de no pocas propuestas del movimiento por los derechos de las mujeres, o por la sostenibilidad.
En algunos casos, especialmente cuando las propuestas de los movimientos sociales chocan frontalmente con el modo de hacer y actuar de las políticas públicas, es decir con el “establishment”, la victoria del movimiento social puede producirse al cabo de un largo tiempo. D. Acemoglu y J.A. Robinson[4], nos dan un buen ejemplo: los movimientos anti-monopolios y por el progreso social desarrollados a partir de finales de los 80 del siglo XIX en EEUU tiempo, no triunfaron hasta que sus propuestas fueron una de las principales prioridades del presidente T. Roosvelt, y de su política del “New Deal” que es el origen del estado del bienestar.
Los movimientos sociales que presentan una alternativa global (no sectorial) al modo de producción y distribución dominante, o al sistema institucional establecido, como fueron los movimientos socialistas y comunistas en el siglo XIX y principios del XX o actualmente los movimientos globales como 15- M, “Occupy Wall Street” i similares, son los más proclives a convertirse en un partido político para transformar las instituciones y articular un sistema económico y social alternativo.
Ahora bien, al convertirse un movimiento social en partido político, este deberá competir, en un sistema electoral dado, para conseguir el número de votos necesario y de este modo ejercer el poder institucional. Dejará de ser un movimiento social, y deberá constituirse en una organización homogénea (el movimiento social acostumbran a ser un conjunto heterogéneo de organizaciones que comparten finalidades o valores) así como dotarse de un programa electoral con medidas concretas, lo que le llevara a abandonar la práctica asamblearia tan característica de los movimientos sociales en sus primeras etapas con finalidades muy generalistas y anti-sistema global.
El abandono de las formas de participación abierta y poco formalizadas de tipo asambleario a un sistema de participación bien organizado y formalizado es quizás el elemento más traumático pero inevitable por el que deben pasar los movimientos sociales para transformarse en partido político.
La inevitabilidad se pone de manifiesto al considerar el ampliamente demostrado y aceptado teorema de K. Arrow[5], en ciencias políticas, que señala lo siguiente: si se organiza una elección con tres o más preferencias por individuo, no se pueden llegar a una decisión colectiva (de más de tres personas) que agregue las preferencias individuales, respetando las garantías democráticas. Esto puede observarse en los sistemas asamblearios de decisión descentralizados en barrios o sectores económicos, sin regulación de la representación ni organización metodológica del proceso participativo en que, no pocas veces, se toman las decisiones por cansancio y abandono de buena parte de los participantes o se toman “dictatorialmente”, desde fuera al no poder llegar a un consenso o acuerdo ampliamente mayoritario. Con ello se contradice totalmente en la práctica asamblearia las supuestas finalidades de la “democracia participativa”, tal como prevé el teorema de Arrow. Para llegar a decisiones colectivas respetando los criterios de democracia debe formalizarse, como mínimo, un sistema de participación, representación de sectores y de elección claros, y también de agrupación de preferencias para tomar decisiones colectivas efectivas y de calidad[6]. Es decir, sin un sistema institucional, con reglas claras y precisas no es posible la democracia, ni tampoco el triunfo de los objetivos surgidos de los movimientos sociales emancipadores. En este sentido los programas de los partidos políticos son diferentes agregaciones de preferencias colectivas para que los ciudadanos puedan escoger la que más les favorece o la que menos le perjudica.
Difícilmente, sin un partido político que sea capaz de agrupar en programas políticos las preferencias de los asociados/militantes, y sin unos programas políticos que sistematicen una organización de las preferencias, es posible el éxito de los objetivos de los movimientos sociales, ni la democracia, incluso en su sentido de poliarquía definido por R. A. Dahl[7]. Esta es una de las razones por las que “Podemos” Ha decidido transformarse en partido político y “Guanyem” hacía una coalición de partidos.
3 – ¿La organización en partido político de un movimiento social contradice sus finalidades esenciales? ¿Conduce inevitablemente a la formación de elites oligarcas o “castas”? ¿Los partidos políticos son a la vez una condición necesaria de democracia, y la principal causa de su mal funcionamiento?
La asfixia de la democracia por los partidos políticos es una creencia bien generalizada, puesto que los políticos y los partidos son considerados una de las causas principales del mal funcionamiento de la democracia y de los países en general. ¿No resulta contradictorio que unos movimientos sociales, que tienen como una de sus principales razones de ser la crítica partidaria, se conviertan en partidos políticos? Los líderes sociales acostumbran a señalar que formarán un partido diferente, pero no aclaran las razones de su diferencia, o dicen que su partido se basará en asambleas populares y ciudadanas, de la misma manera que Lenin señalaba que el partido comunista se basaría en los soviets, a los que sometió la misma estructura partidaria del PCUS.
Esto no quiere decir que no sea posible crear y reformar las estructuras esenciales de la democracia como son los partidos políticos. Para que haya garantías de cambio, la nueva propuesta organizativa debe formularse como una superación concreta a los factores ampliamente reconocidos, que explican sociológicamente la aparición y consolidación de unas elites o clase política minoritaria y organizada que controla a los partidos y a los gobiernos sea cual sea su tipología. Nos referimos tanto a las tesis de los clásicos G. Mosca[8] sobre la clase política, de R. Michels[9] sobre los partidos políticos y grandes organizaciones, pero también de tan reconocidos autores com C.W. Mills[10], P. Birnbaum[11], M. Crozier[12], J.K. Galbraith[13], R. Mayntz[14], M. Olson[15] entre muchos otros.
Los principales factores que explican la formación de elites oligarcas en los partidos políticos o “castas”, según la terminología de “Podemos”, son, en síntesis, los siguientes:
– A partir de una cierta complejidad los partidos políticos necesitan una estructura profesional que se dedique al partido, y pronto esta tecno-estructura (en especial sus líderes) se separa y dirige al conjunto de la militancia, debido a: a) sus mayores conocimientos e información de la tecno-estructura de los procesos y dinámica interna, de los programas electorales, etc., b) su acceso a los medios de comunicación internos y externos, c) su mejor oficio en el arte de la política, para redactar discursos, hablar en público, organizar reuniones, técnicas de mediación, etc.
– La tecno-estructura se encarga de la formación de los militantes y de la organización de los procesos de selección y elección, con lo que reproduce el partido en función de sus intereses de “clase”.
– El conjunto de militantes y simpatizantes tiene otras actividades y exigencias personales y profesionales que impiden la dedicación y energías a la política que le dedican los profesionales .
– Por otro lado, aparece en no pocos militantes y simpatizantes a lo largo del tiempo lo que se ha denominado el problema de la acción colectiva. Si unos militantes se benefician de la acción de la tecno-estructura sin participar activamente en la política, tendrá incentivos poderosos en continuar la no participación, lo que significa la necesidad de reforzar más la tecno-estructura para compensar la pérdida de actividad política.
Estos factores son prácticamente inevitables, y no necesariamente presuponen una contradicción entre tecno-estructura y militancia o incluso ciudadanía. El problema reside en que esta tecno-estructura, por sus características comunes, es similar en todos los partidos, y se constituyen elites oligárquicas que se enfrentan entre ellas pero con un interés común: buscar un mejor posicionamiento para sus miembros en base a conseguir un mayor número de diputados, concejales, cargos de libre disposición en las administraciones etc.
El conflicto entre elites partidarias es un conflicto de suma cero, es decir, los diputados que gana un partido los pierde el otro, el conflicto es antagónico, y las distintas elites no escatiman medios y buscan todo tipo de apoyos para poder agarrar una cuota del mercado electoral. Este conflicto antagónico entre elites es la principal razón del desprestigio de los partidos políticos, puesto que contribuye, entre otros elementos, a:
– El desprestigio por semejanzas e incumplimientos de los programas electorales, al buscar desesperadamente el voto del máximo número de sectores con promesas incumplibles.
– La búsqueda desesperada de fondos para financiar campañas electorales, que los sitúa en ocasiones al margen de la ley o en manos de las entidades financieras.
– La separación de la tecno-estructura de los militantes y de los sectores de la ciudadanía que pretende representar, provocando que la elección aparezca como un simple espacio de partidos sin representación social clara.
– La alianza entre tecno-estructuras de partidos mayoritarios para evitar la entrada de nuevos partidos en el reparto de cargos.
– La pérdida de objetividad de los medios de comunicación públicos y privados, y su adscripción partidaria.
– Las cadenas de transmisión de los partidos no sólo controlan el gobierno y el parlamento en no pocos países, sino también, en buena medida, el poder judicial, cuando este es escogido por el parlamento, poniendo en entredicho la separación de poderes de un estado de derecho democrático.
Al ser difícilmente evitable la formación de tecno-estructuras en los partidos, un partido de nuevo tipo procediendo de movimientos sociales alternativos, debería institucionalizar medidas claras y evaluables para controlar y regular a la tecno-estructura, para que en la medida de lo posible maximice su contribución al buen funcionamiento del sistema democrático, y minimice los peligros que conlleva.
Será tema de otro artículo el identificar medidas de este tipo, valga por el momento la conclusión de que sin medidas claras y evaluables para controlar las elites o tecno-estructura no existen garantías para que un nuevo partido sea diferente.
[1] Kuran, T. “Ahora o nunca: “El elemento de sorpresa en la revolución de Europa oriental de 1989” en Zona Abierta 80/81 (1997) pags. 137-197.
[2]Artículo finalizado el 20 Setiembre, antes de cualquier pronunciamiento del Tribunal Constitucional sobre la consulta promovida por el gobierno de la Generalitat de Catalunya.
[3]Dunn, J. Revoluciones modernas. (Madrid, Tecnos, 2014) pags. 285-314.
[4] Acemoglu, D. Y Robinson, J.A. “Contra la toma de la política: ocupantes, “muckrakers” y progresistas” en VVAA Occupy Wall Street (Barcelona, RBA, 2013) pags119-131.
[5]Ver Batlle, A. Teoria Política (Barcelona, Manual U.O.C.,2014) pags. 12 a 23.
[6]Ver por ejemplo Przeworski, A. Que esperar de la democracia: Límites y posibilidades del autogobierno. (Madrid, es, Siglo XXI, 2010)
[7]R. Dahl, quizás sea el autor más conocido, de entre la multitud de autores en ciencias sociales, que no considera la democracia como poder del pueblo por ser un objetivo imposible por contradictorio. Dahl utiliza el concepto de poliarquía (gobierno de muchos) como carcteristica de la democracia moderna. Señala las condiciones necesarias para que un sistema pueda ser considerado democrático (poliarquico). Ver entre otras las obras de Dahl: La democracia y sus criticos (Barcelona, ed. Paidos, 1992) en especial pags, 257-362 y La democracia (Barcelona, ed. Ariel, 2012)
[8]Mosca, G. La Clase Política (Mexico, ed FCE, 1984)
[9]Michels, R. Los Partidos Políticos (Buenos Aires, ed. Amorrortu, 1979)
[10] Mills, C.W. The power Elite (N. York, Oxford University Press, 1956)
[11]Birnbaum, P. Les Sommets de l’Etat (Paris, ed. Seuil, 1977)
[12]Crozier, M. El Fenómeno Burocrático. (Buenos Aires, ed. Amorrortu, 1969)
[13]Galbraith, J. K. El Nuevo Estado Industrial. (Barcelona, ed. Ariel, 1980)
[14]Mayntz, R. Sociología de la Organización. (Madrid, ed. Alianza, 1972)
[15]Olson, M. “ La lógica de la Acción Colectiva” en Batlle, A. (comp) Diez textos Básicos de Teoria Política, (Barcelona, ed. Ariel, 2011)