Elecciones en El Salvador
Gobernanza
En las elecciones presidenciales de este año volvió a ganar, con un estrecho margen de votos, el FMLN representado por el ex-guerrillero Salvador Sánchez Cerén. El Salvador es un país con gran polarización ideológica entre los dos principales partidos, FMLN y ARENA, que ha realizado progresos en la consolidación de la democracia y la superación de la pobreza extrema, pero que afronta problemas de inseguridad ciudadana, fragilidad institucional y desarrollo económico.
El 2 de febrero de 2014 El Salvador celebraba sus 5ª elecciones presidenciales desde la firma de los Acuerdos de Paz.
Unos breves apuntes históricos permitirán conocer la trayectoria y los cambios operados en el país en estos últimos 22 años así como el contexto en que se celebraron estas elecciones.
El Salvador, el país centroamericano más pequeño pero más densamente poblado, fue el escenario de una cruenta guerra civil en los años 80 que dejó 75.000 muertos, la migración de miles de salvadoreños, el estancamiento del desarrollo económico, la destrucción de una parte importante de sus infraestructuras, y una polarización ideológica entre los dos grandes protagonistas del conflicto, la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que se ha mantenido desde la firma en 1992 de los Acuerdos de Paz de Chapultepec (México) hasta nuestros días.
Aún cuando en sus orígenes la confrontación se debió fundamentalmente a causas internas – subdesarrollo, graves brechas de desigualdad y ausencia de cauces de participación política, etc. – la aparición de otros actores externos, EE.UU., Cuba, en el contexto de la guerra fría, internacionalizó el conflicto, involucró a Gobiernos regionales y europeos, a las Internacionales, Socialista y Democristiana y a la Organización de Naciones Unidas, bajo cuya mediación se abrió paso el diálogo, la negociación y finalmente la firma de los Acuerdos de Paz.
A partir del fin de la guerra el país ha realizado notables avances en pro de la consolidación de la paz y la democracia. Los Acuerdos conllevaron importantes reformas políticas (Reformas Militar, Judicial, Policial y Electoral), grandes reformas estructurales y políticas macroeconómicas estables que se tradujeron en un sólido desempeño económico, con un crecimiento promedio de alrededor del 6 por ciento durante el decenio de 1990. Los niveles de pobreza declinaron significativamente entre 1991 y 2002 (cerca de 27 puntos porcentuales), la pobreza extrema bajó a la mitad en ese mismo período y se registraron avances importantes en el área social. Esto incluyó un aumento en los índices de la matrícula escolar y una caída en la mortalidad infantil y materna, así como mayor acceso a servicios de salud y agua potable.
Después de un crecimiento promedio alrededor del 2 por ciento en los últimos 15 años, la economía salvadoreña registró un avance del 4.7 por ciento en 2007. Sin embargo, los efectos de la crisis financiera global de 2008 tuvieron consecuencias en El Salvador. Las exportaciones y las remesas cayeron, (se calcula que alrededor del 20 por ciento de la población, 3.100.000, reside fuera del país que envía remesas al 22 por ciento de los hogares y cuyo monto representa el 16 por ciento del PIB) se incrementó el desempleo, así como los precios de la energía y de los alimentos. En 2009 la economía salvadoreña registró una contracción del PIB del 3.1 por ciento.
En los últimos años la economía salvadoreña ha comenzado a recuperarse a un ritmo lento: registró un crecimiento del 2 por ciento en 2011, del 1.6 en 2012 y del 1.9 en 2013. Sin embargo, los desafíos todavía son muchos: la fragilidad institucional, la corrupción, la escasa o nula movilidad social, la falta de oportunidades, la brecha económica y social y prácticas culturales muy arraigadas como el machismo, el autoritarismo, el militarismo, así como la ya mencionada polarización ideológica entre los partidos que protagonizaron la guerra, que apenas deja espacio para otras opciones políticas de centro derecha o centro izquierda, configuran un complejo panorama.
Especial mención merece el grave problema de la inseguridad y violencia por la actuación de las denominadas maras o pandillas juveniles, que sitúa a El Salvador entre los países más violentos de América Latina, detrás de Honduras y que amenazan el desarrollo social y el crecimiento económico del país y afectan negativamente la calidad de vida de sus ciudadanos. Después de un incremento sostenido en los índices de delitos violentos a partir de 2000, se alcanzó la cifra de 71 homicidios por cada 100 mil habitantes en 2009, bajando levemente a 69 por cada 100 mil en 2011.
Asimismo, la vulnerabilidad de El Salvador a fenómenos naturales adversos,, terremotos, inundaciones, etc., agravada por la degradación ambiental y la extrema variabilidad del clima, también compromete el desarrollo sostenible del país y su crecimiento económico a largo plazo.
En sintonía con lo expuesto, una encuesta (PNUD-PAPEP, 2011) realizada antes de las elecciones de 2009 mostraba que las prioridades de los ciudadanos giraban en torno a la necesidad de mejorar el clima de seguridad y la situación económica, así como combatir la corrupción.
En este contexto tenían lugar las elecciones presidenciales celebradas el 2 de febrero de 2014 que venían precedidas de un importante cambio político que tuvo lugar en las anteriores elecciones de 2009 y que marcaron un punto de inflexión en el proceso político salvadoreño. En esos comicios se producía la alternancia en el poder, que durante 20 años había detentado ARENA y que pasaba ahora a ostentar el FMLN, un antiguo movimiento guerrillero que llegaba por primera vez al gobierno. La erosión de ARENA y la opción de cambio que venía a representar la candidatura del periodista Mauricio Funes, -ajena al núcleo duro del FMLN-, se hizo con el triunfo al sumar un voto adicional al voto duro al partido.
Como consecuencia de la derrota electoral de ARENA, cuya responsabilidad se atribuyó al Presidente saliente, Antonio Saca, por haber impuesto al candidato a la presidencia, se produjo una crisis en el seno de esta formación política y una escisión que provocó la salida de un grupo importante de diputados partidarios de Saca que crearon en 2010 una nueva fuerza política, Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA) cuya irrupción en el escenario político venía a quebrar, de alguna forma, la consolidación del bipartidismo.
Las elecciones municipales y legislativas celebradas en marzo de 2012- en este país en fechas distintas a las presidenciales- dieron el triunfo a ARENA con 33 diputados, quedando como segunda fuerza política el FMLN con 31 y vendrían a confirmar la presencia de GANA como tercera fuerza política al conseguir 11 escaños en la Asamblea Legislativa.
En las elecciones municipales, ARENA conseguía 116 alcaldías, (conservaba el municipio de San Salvador y arrebataba al FMLN 4 alcaldías) el FMLN 85, el PCN 23 y GANA 16. De las catorce cabeceras departamentales, nueve serían gobernadas por ARENA, tres por el FMLN, una por GANA y una por el PCN. Los resultados de estas elecciones, celebradas en el ecuador del mandato de Funes, suponía un toque de atención para el partido gobernante que fue atribuido al descontento de las clases medias golpeadas por la crisis y a los graves problemas de inseguridad que afectaban al país.
Por lo que se refiere al balance de estos cinco años de gestión, los resultados arrojan luces y sombras. El escaso crecimiento económico producto del bajo nivel de inversión (según la CEPAL, El Salvador es el país que menos inversión extranjera directa (IED) ha recibido), y la inseguridad jurídica ha repercutido negativamente en la creación de empleo.
En el capítulo de los logros destacan los programas sociales destinados a los estratos de población más desfavorecidos entre ellos, en los ámbitos de la salud (Equipos Comunitarios de Salud), de la enseñanza, (Programa Paquete Escolar y de Alimentación y Salud Escolar), el apoyo temporal al ingreso (PATI) que ha beneficiado a unos 40.000 jóvenes y mujeres jefas de hogar con 100$ mensuales durante 6 meses, el Programa de pensiones para adultos o la Red Solidaria que provee de bonos a 90.000 familias para vacunación y asistencia a los hijos menores en la escuela. Destaca igualmente el programa de infraestructuras y especialmente el sistema integrado de transporte del área metropolitana que viene a solucionar la mala calidad del transporte público que afectaba desde hacia décadas a la población de más bajos ingresos.
En el plano político, el mandato de Funes no ha estado exento de controversias. La primera de ellas producida por el desencuentro entre el FMLN y el propio Presidente al apartarse éste de los postulados más radicales del Frente, en la línea del “socialismo del siglo XXI” de Hugo Chávez. Estas diferencias se pusieron de manifiesto, entre otras, con motivo de la crisis de Honduras en la que Funes, aún condenando el golpe de Estado que apartó a Zelaya de la presidencia, mantuvo un actitud de prudencia, evitando alinearse con la posición venezolana. Estos desencuentros llevaron al FMLN a manifestar que “estamos en el gobierno, pero no somos gobierno”.
Igualmente controvertida fue su actitud en la crisis institucional producida por los enfrentamientos entre los órganos judiciales; la instalación de magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ), en contra de un fallo de la Sala Constitucional, abrió una crisis por el control del poder que puso en riesgo la estabilidad del país.
Para la campaña electoral, iniciada el 1 de octubre de 2013, se inscribieron nueve fuerzas política: FMLN, ARENA; GANA, Cambio Democrático (CD), Partido Demócrata Cristiano (PDC), Partido Concertación Nacional (PCN)), Fraternidad Patriótica Salvadoreña (FPS), Partido Salvadoreño Progresista (PSP)) y Partido Socialdemócrata (PS). La contienda se veía finalmente reducida a solo 7 partidos una vez que el PDC y PCN suscribieron una coalición con GANA denominada Movimiento Unidad. No obstante las dos únicas candidaturas con opciones reales de gobierno eran el FMLN y ARENA.
El FMLN, que buscaba su segundo mandato, optó por presentar al ex guerrillero y ex dirigente de las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) Farabundo Martí, Salvador Sánchez Cerén, considerado del sector ortodoxo, y vicepresidente de la República con Mauricio Funes, que completaba su fórmula electoral con Oscar Ortiz, alcalde de Santa Tecla perteneciente al sector “renovador”. Por parte de ARENA se presentaba Norman Quijano, alcalde de S. Salvador, con René Portillo como candidato a vicepresidente. Como tercera fuerza política aparece el Movimiento Unidad con la candidatura del ex Presidente Antonio, (Tony), Saca, aún cuando sus posibilidades de alcanzar la Presidencia parecían menos claras según todas las encuestas.
En la jornada electoral del domingo 2 de febrero, el candidato del FMLN, Sánchez Cerén se hacía holgadamente con el triunfo al obtener el 48,95 por ciento de los votos, seguido del candidato de ARENA, Norman Quijano, que obtuvo el 38,96 por ciento. En tercer lugar, a gran distancia, quedó el candidato del Movimiento Unidad, Tony Saca, con el 11,44 por ciento de los votos que, no obstante, se consolida como la tercera fuerza política del país.
A los programas sociales ya mencionados, hay que sumar el papel desempeñado por la empresa venezolana-salvadoreña, Alba Petróleo, que ha dedicado parte de sus actividades a proyectos de desarrollo humano orientados a educación, salud, o créditos agrícolas, entre otros, por lo que goza de cierta popularidad entre los sectores más humildes y que ha constituido el pilar financiero y clientelista del FMLN para su reelección.
De acuerdo a lo establecido por la ley, al no haber obtenido ninguno de los candidatos el 50 por ciento más uno de los votos para alcanzar la presidencia de la República, los salvadoreños debían ir a una segunda vuelta el 9 de marzo.
Esta segunda vuelta venía precedida por unas encuestas de opinión que otorgaban a Sánchez Cerén 14 puntos de diferencia sobre el candidato Norman Quijano. Por ello, la cerrada igualdad de los resultados electorales, 50,11 por ciento para el candidato del FMLN y 49,89 por ciento para el de ARENA, sorprendió a casi todo el mundo. La distancia de dos décimas y 6.634 votos de diferencia entre ambos mostraba un país dividido al 50 por ciento, resucitaba la polarización que había caracterizado la vida política desde la guerra civil y creaba un clima de incertidumbre sobre el futuro por la denuncia de fraude por parte de ARENA que exigió el recuento “voto por voto” y llegó a pedir la nulidad de los comicios. La misión de observadores de la OEA hizo llamamientos a la sensatez y tranquilidad ante el resultado electoral y finalmente el Tribunal Supremo Electoral estimó que no había lugar a este recuento dado que el número de votos impugnados era menor que la diferencia de votos entre los dos candidatos y finalmente proclamó vencedor de las elecciones a Salvador Sánchez Cerén que asumió el mando como Presidente el 1 de junio.
Un análisis de los resultados puede dar alguna claves de este vuelco electoral en el que ARENA consiguió remontar 10 puntos y casi 400.000 votos en cinco semanas y el FMLN solo dos puntos y 188.682.
En primer lugar el contexto regional en el que se desarrolló la segunda vuelta electoral, con la escalada de violencia en Venezuela a partir del mes de febrero, que fue aprovechada por ARENA y algunos medios de comunicación para apelar al voto del miedo llamando a los electores a evitar que el país se convirtiera en un nuevo “narco-estado” en América Latina. En estas circunstancias, la elección de un antiguo guerrillero como candidato pudo alentar estos temores, aunque éste se esforzara en hacer llegar un discurso moderado y conciliador, tratando de tranquilizar a los empresarios, asegurando transparencia y seguridad jurídica y comprometiéndose a no efectuar reformas constitucionales.
El segundo e importante factor, ha sido el giro en la campaña de ARENA en esta segunda vuelta, logrando superar su fractura interna y debilidad inicial, movilizando a sus partidarios, su maquinaria electoral, sus fuentes de financiación y a la clase empresarial. Todo parece apuntar que también logró recabar una parte importante del voto de Tony Saca que, no hay que olvidar, procede de las filas de ARENA. Por el contrario el FMLN que partía de una situación de seguridad, o bien se confió y no movilizo suficientemente a su electorado, o bien había alcanzado su techo electoral.
El tercer factor que podría considerarse es la tregua que sellaron las principales maras del país en el año 2012, con la mediación de Monseñor Fabio Colindres y el ex comandante del FMLN, Raúl Mijanco, lo que daba a entender que tenía la aprobación del gobierno. Esta controvertida tregua, aunque consiguió reducir el número de homicidios en el país desde su puesta en marcha, -de 15 homicidios diarios a 6-, no hizo disminuir el número de extorsiones a empresarios y ciudadanos. De todos los partidos salvadoreños solo el FMLN ha apoyado este proceso alegando que tras la puesta en marcha de los programas de Mano Dura y Supermanodura no se consiguió reducir la criminalidad provocada por estas pandillas. El resto de fuerzas políticas se han manifestado en contra alegando que el acompañamiento a una negociación de bandas criminales otorgaba legitimidad al proceso que sólo beneficiaba a las propias maras.
El otro factor que nos da algunas claves para entender los resultados de la segunda vuelta, ha sido la campaña que ha llevado a cabo el presidente saliente Mauricio Funes. Si bien tanto él desde su programa en la radio, como su mujer, que ha realizado una importante labor social, han jugado un importante papel en la movilización del voto del Frente, a lo largo de la campaña, la constante presencia de Funes en los medios de comunicación, con un discurso más agresivo que el de Sánchez Cerén, ha hecho caer su popularidad y la de su partido.
A partir de ahora se abre un período lleno de incertidumbre sobre el futuro del país y su gobernabilidad dada la fractura política y territorial (cada uno de los dos partidos gana en siete departamentos) que muestran los resultados electorales; sobre la situación interna de ARENA que afronta una nueva derrota electoral y que no acaba de emprender su proceso de modernización y que enfrenta el escándalo del procesamiento y encarcelamiento del ex Presidente Francisco Flores acusado por la Fiscalía salvadoreña de peculado y enriquecimiento ilícito por 15 millones de dólares, recibidos como una ayuda de Taiwán a su Gobierno y finalmente sobre el rumbo que tomará el nuevo gobierno ante el panorama interno y en la región.
En el plano económico el gobierno deberá afrontar una mala situación económica con un crecimiento de apenas un 1.9% anual cuando la media regional es del 4%. Un escenario cambiante en Venezuela que redujera o pusiera fin a la ayuda hasta ahora recibida a través de la empresa Alba Petróleo, podría agravar seriamente la situación de El Salvador. Los ajustes económicos que el gobierno se verá obligado a poner en marcha podrían traducirse en un clima de movilizaciones ciudadanas. Y en el ámbito político, la próxima cita electoral, municipales y legislativas, en febrero de 2015, hace prever un escenario de confrontación y crispación entre los dos principales partidos.
A los cien días de gobierno, una encuesta realizada por el diario La Prensa Gráfica le da al Presidente una aprobación del 40 por ciento, la más baja en 10 años para la evaluación de los primeros tres meses de un gobernante.
El estudio señala que los antecesores más inmediatos de Sánchez Cerén, Mauricio Funes y Elías Antonio Saca, recibieron aprobaciones de 71 y 74 por ciento respectivamente, durante sus primeros tres meses de gestión.
El 64,3 por ciento de los encuestados desaprobó la gestión económica de Sánchez Cerén y el 65,1 por ciento señaló que no ha contribuido en nada a detener el clima de inseguridad en El Salvador En cuanto a sus principales aciertos, estos se concentran en la parte social y en aspectos como salud y educación, en los que el porcentaje de aprobación apenas supera el de desaprobación. Pero un 33,3 por ciento de los encuestados consideraron que no ha habido ningún logro a destacar, mientras que el 19,7 por ciento manifiesta que el tema de seguridad es su principal fracaso en los primeros tres meses de gestión.