Elecciones en Costa Rica
Gobernanza
Análisis de las elecciones de este año en Costa Rica. La sorpresa de la segunda vuelta, la victoria de Luis Guillermo Solís, y la progresiva desconfianza de la ciudadanía hacia las instituciones y la política.
El ciclo electoral en América Latina 2014 se inauguraba con las elecciones celebradas el mismo día, 2 de febrero, en El Salvador y Costa Rica.
Un análisis de los cambios registrados en los últimos años en este último país nos permiten comprender el contexto en el que se han desarrollado estas elecciones presidenciales y legislativas.
Costa Rica ha sido una de las democracias más consolidadas de América Latina y el único país del Continente incluido en la lista de las 22 democracias más antiguas del mundo. Su estabilidad, estándares de bienestar y gobernabilidad durante décadas, hizo que se le conociera como la “Suiza de Centroamérica”. La abolición del ejército en diciembre de 1948 fue, sin duda, unos de los factores que mantuvo al país al margen de los conflictos armados que sufrieron el resto de los países de la región, aunque no dejara de sentir sus efectos colaterales y jugar un importante papel en los procesos de pacificación.
Durante décadas, el sistema de partidos estuvo hegemonizado por dos fuerzas políticas, el Partido Liberación Nacional (PLN) y el Partido Unidad Socialcristiana (PUSC) de orientación socialdemócrata y democratacristiana respectivamente. A finales de la década de 1990, el sistema comienza a dar señales de agotamiento por el bloqueo de las instituciones políticas, la decadencia de la élites y de lo que algunos analistas denominan “crisis de valores”.
Pero además de los elementos señalados, el punto de inflexión de la política costarricense en los últimos años viene marcado por la aprobación del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Centroamérica y República Dominicana con los Estados Unidos y que ha estado presente en la agenda política del país desde 2002, momento en el que se iniciaron las negociaciones. Desde entonces y hasta su aprobación en referéndum, que el Presidente Arias se vio obligado a convocar en 1997, el TLC fue cuestionado por amplios sectores de la población, por afectar a sectores estratégicos antes bajo la tutela del Estado y profundizar la agenda privatizadora en diversos ámbitos. El debate en torno al TLC fracturó la sociedad costarricense prácticamente en dos mitades como demuestran los resultados del referéndum: 51 por ciento por la aprobación, 48 por ciento de rechazo.
El descrédito de los partidos tradicionales generó espacios para la aparición de nuevas fuerzas políticas que se puso de manifiesto en las elecciones de 2002 y que se acentuó en las de 2006 con la irrupción del Partido Acción Ciudadana (PAC), liderado por el ex militante de Liberación Nacional Ottón Solís que, ante la debacle del PUSC, se erigió en la segunda fuerza política y estuvo a punto de arrebatarle la presidencia al candidato del PLN, Oscar Arias.
En las elecciones de 2010 que dieron la presidencia a Laura Chinchilla, la primera mujer en la historia de Costa Rica, la fuerzas opositoras y los movimientos sociales que habían protagonizado la protesta contra el TLC, no supieron o no pudieron capitalizar esa corriente y su división favoreció el triunfo de la candidata de LN que cosechó un 47 por ciento de los votos, con una ventaja de cerca de 22 puntos respecto a Ottón Solís del PAC situado en segundo lugar, con un 25 por ciento. Chinchilla se vio favorecida, entre otros factores, por su compromiso de luchar contra la inseguridad y la violencia, que si bien no alcanzan los índices de otros países del entorno, ha aumentado exponencialmente y es un problema ampliamente sentido por los ciudadanos.
Por lo que se refiere a las elecciones parlamentarias, ningún partido logró alcanzar la mayoría relativa de 29 diputados en una Asamblea Legislativa, de composición pluralista, producto de la fragmentación del sistema de partidos. Los otros factores que caracterizaron las elecciones de 2010 fueron, la elevada volatilidad en las preferencias electorales de la ciudadanía (el PUSC solo logró el 4 por ciento de los votos a consecuencia del procesamiento de dos de sus ex presidentes) y el haberse detenido el abstencionismo que venía registrándose en comicios anteriores.
Durante este último periodo, la situación de deterioro ha venido profundizándose a raíz fundamentalmente de dos hechos, la crisis económica que comenzó en 2008, y la constante erosión de la popularidad de la presidenta Laura Chinchilla afectada por varios escándalos de corrupción, quien en el último año de su mandato contaba con apenas un 12 por ciento de aceptación popular, la mayor desaprobación en 23 años.
En este contexto tuvieron lugar las elecciones del 2 de febrero de 2014 para las que se inscribieron 13 candidatos, aún cuando solo unos pocos parecían tener posibilidades según los diferentes sondeos. Los resultados han deparado notables sorpresas. A tenor de lo que venían mostrando las encuestas a primeros de año, el candidato del oficialista Liberación Nacional, Johnny Araya, ex alcalde de S. José, encabezaba las preferencias electorales con un 29 por ciento, seguido por el candidato del Frente Amplio, José María Villalta, con fuertes lazos con el Partido Comunista, con un 20 por ciento y el derechista Otto Guevara del Movimiento Libertario, con un 13 por ciento en intención de voto. Los otros candidatos que aparecían con menores posibilidades eran, el abogado socialcristiano Rodolfo Piza, por el Partido Unidad Social Cristiana y el académico Luís Guillermo Solís que se define como socialdemócrata, por el Partido Acción Ciudadana.
Finalmente y de manera sorprendente, Luís Guillermo Solís, se impuso por un estrecho margen a Johnny Araya, (30.95 por ciento frente al 29.56 por ciento respectivamente). Solís, un rostro nuevo, al que al comienzo de la campaña solo le conocía uno de cada seis ciudadanos, centró el eje de su discurso en el cambio y en contra del continuismo de la política tradicional y mientras los otros tres candidatos que encabezaban las encuestas se enzarzaban en una batalla de acusaciones, Solís se abría paso sin sufrir los ataques de los otros competidores.
A tenor de los resultados podrían avanzarse algunas conclusiones, en primer lugar que el candidato de Liberación Nacional pudo sufrir las consecuencias del desgaste del gobierno de Chinchilla, pese a sus esfuerzos por desmarcarse del mismo y en general de la erosión del partido que perdía sus bastiones urbanos; que se había producido una dispersión del poder, dando paso a un multipartidismo y al ascenso de los movimientos sociales y que los deseos de cambio se habían abierto finalmente camino. Por lo que se refiere a José María Villalta del Frente Amplio, parece que no logró desprenderse de su imagen de cercanía al chavismo y a Daniel Ortega, tema especialmente sensible por los contenciosos fronterizos entre ambos países. . Círculos de empresarios y grupos conservadores manifestaron su temor de que Costa Rica se sumara a la lista de países que integra la “nueva izquierda” de América Latina y parece que el mensaje caló en una parte del electorado. No obstante, en las elecciones legislativas el Frente Amplio logra un importante éxito, el 17.14 por ciento de los votos, el mejor resultado de la izquierda en la historia del país desde 1940 y una importante representación parlamentaria, pasando de un diputado a nueve en la nueva legislatura.
Como ninguno de los dos candidatos superó el 40 por ciento de los votos necesarios para acceder a la presidencia de la República debía realizarse un segunda vuelta electoral el 6 de abril.
De forma sorprendente, el 5 de marzo, el candidato oficialista, Johnny Araya, anunciaba su retirada de la contienda electoral, creando una situación que solo tenía un precedente en la historia de Costa Rica, en 1932, cuando uno de los dos candidatos que se presentaban a la segunda vuelta, se retiraba de la contienda electoral. Araya atribuyó sus razones a que la campaña política para la segunda vuelta, estaba “difícil y llena de obstáculos” y que había podido observar que la población costarricense quería un relevo del PLN tras ocho años en el poder.
El Jefe de Campaña de Araya, confirmó que los datos recibidos de encuestas, elaboradas por empresas como CID-Gallup, Borges y Asociados y Demoscopia, pesaron para tomar la decisión que, horas más tarde, el candidato oficialista hacía pública. Las tres encuestadoras arrojaban unos resultados difícilmente remontables con una diferencia entre ambos candidatos de alrededor de 40 puntos a favor del Luis Guillermo Solís y de 25 puntos en el caso más favorable para Araya.
Pese a la retirada del candidato oficialista, el proceso electoral siguió su curso, ya que la Constitución Política de Costa Rica (artº 138) no permite renunciar a la candidatura para una segunda vuelta electoral, por lo que, según informó el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), en la votación del 6 de abril figurarían las candidaturas del Partido Acción Ciudadana y del Partido Liberación Nacional. Si se diera la curiosa circunstancia, de que Araya recibiera la mayoría de los votos, sería designado presidente, cargo al que sí podría renunciar al día siguiente pero a lo que no podría renunciar es a ser candidato, aclararon las fuentes del TSE.
En estas circunstancias, el 6 de abril tenía lugar la segunda vuelta de las elecciones y tal como adelantaban las encuestas, Luis Guillermo Solís se convertía en el presidente electo de Costa Rica con el 77,81 por ciento de los votos siendo el primero en romper el bipartidismo que había imperado en el país por más de tres décadas. Johnny Araya, el candidato retirado de Liberación Nacional, obtenía el 22.19 por ciento de los votos.
Pese a los llamamientos de Solís a la participación tras la renuncia de Araya, no pudo conseguir derrotar el abstencionismo que se situó en un 43,19 por ciento, el más alto de la historia, al que, sin duda, contribuyó la previsibilidad de los resultados. Por otra parte, la meta que se había fijado Solís de alcanzar un millón de votos, una cifra muy ambiciosa que no se había alcanzado en la historia del país por ningún aspirante presidencial, lo conseguía ahora el presidente electo, con un 1.276.287 votos.
Solís, que se define como socialdemócrata, y su partido de centro izquierda, Acción Ciudadana, -escisión personalista de Liberación Nacional-, encarnan una apuesta por regresar a las esencias del modelo costarricense, Estado intervencionista y políticas de asistencia social para eliminar la pobreza extrema que afecta a un 6% de las familias del país. Ha logrado recabar el voto joven, urbano e ilustrado que se ha decantado por el cambio llevando a la presidencia de la República, por primera vez en 65 años, a un partido sin vínculos con los hechos fundacionales del sistema de partidos costarricenses derivado de la Guerra Civil de 1948. Pero su proyecto reformista no estarán exentos de dificultades. Las primeras se darán en la Asamblea Legislativa, muy fraccionada en nueve partidos políticos y en la que Luis Guillermo Solís solo contará con 13 escaños de los 57 que la integran y deberá esforzarse en lograr acuerdos con otras bancadas en un juego de alianzas fluctuantes, de acuerdo con los proyectos que se discutan. Sin contar con que su partido, Acción Ciudadana, es poco homogéneo, proclive a luchas internas y que además Solís no es el líder histórico del PAC (lo es Ottón Solís, quien es diputado) lo cual augura una convivencia nada fácil como ha empezado ya a manifestarse.
Otro reto importante será la recuperación de la confianza de los ciudadanos hacía las instituciones y la política. En este sentido no puede dejar de mencionarse un dato preocupante reflejado en el último Latinobarómetro 2013. Entre los países que han disminuido el apoyo a la democracia llama la atención que Costa Rica, que aparecía a mediados de los años 80 como uno de los países más democráticos de la región, haya caído desde el 74 por ciento en 2009 al 53 por ciento en 2013, siendo el país que ha perdido más apoyo a la democracia de todo el Continente. Según el mismo Informe, en Costa Rica, en la última década, ha aumentado el autoritarismo, la indiferencia respecto al tipo de régimen y disminuido el apoyo a la democracia. La corrupción que se manifiesta en casi todos los países, en Costa Rica alcanza el 20 por ciento y está en primer lugar, confirmando la razón por la cual este país ha bajado en sus índices de democracia en los últimos años perdiendo el lugar privilegiado que tenía en la década de los 90 del siglo pasado.