Autor: Manuel Calbet
Se cuestiona el planteamiento generalizado del deporte aficionado y escolar, dirigido fundamentalmente a la competitividad, convirtiéndose de esa manera en un elemento esencialmente “deseducativo”.
En nuestra cultura hay conceptos que se asocian de manera más o menos automática con valores positivos. Si hablamos del deporte, aparecen resonando de forma casi obligatoria las virtudes del esfuerzo, la superación personal, el desarrollo de las capacidades, el trabajo en equipo, el compañerismo y la fraternidad. Esta aureola de bondad se mantiene a pesar de hechos cotidianos que invitan a ponerla en duda. No hace falta remontarse a la guerra del fútbol desencadenada a partir de una eliminatoria entre dos selecciones nacionales, magistralmente descrita por Kapuscinski; cada partido de fútbol puede dar ocasión a una batalla de seguidores, dentro y fuera del campo. ¿Hay algún árbitro que acabe el partido sin ser insultado por decenas, centenares o millares de voces? Podemos pensar que si esto ocurre en competiciones de alto nivel es por los muchos intereses implicados, y que el carácter de negocio y espectáculo se impone al deporte. Posiblemente es cierto, pero resulta que estos comportamientos se reproducen en el deporte que practican niños y jóvenes aficionados que quieren divertirse, tener una forma física saludable y reunirse con los amigos. Aquí también se pueden ver espectáculos lamentables, con entrenadores a los que sólo les importa la victoria, y padres violentos vociferando en las gradas, mientras los jugadores, que consideran al adversario su enemigo, se saludan con rodillazos en los genitales. El resultado de todo ello, en lo que a la formación personal se refiere, es lamentable.
Don Hellison, de la Universidad de Illinois, ha desarrollado un método educativo para adolescentes basado en actividades deportivas. Citamos textualmente:
“El deporte y la actividad física son a menudo populares entre los niños y jóvenes y pueden, por consiguiente, servir de gancho para enseñar habilidades para la vida. De hecho los profesionales del área a menudo proclaman que la práctica del deporte desarrolla el carácter. Sin embargo, los resultados de la investigación no apoyan estas declaraciones. El deporte enseña habilidades para la vida dependiendo de las estrategias utilizadas y de quién se encarga de enseñar o educar.”
En España, Amparo Escarpín ha realizado una adaptación del método, poniéndolo en práctica en algunos centros educativos de la Comunidad de Valencia. Esta experiencia está recogida en un libro titulado “Responsabilidad personal y social a través de la educación física y el deporte”. En él escribe:
“El deporte en sí mismo no es educativo, son los programas deportivos, el modo en que los profesores y entrenadores organizan las actividades lo que posibilita o no que esta actividad sea una experiencia positiva para los niños o una fuente de conflicto y frustración.”
La educación en el conocimiento es la inversión más rentable que puede hacer una sociedad para su desarrollo económico; la educación en valores es la que hace posible su desarrollo moral. La práctica del deporte debería jugar a favor y no en contra.