Autor: Cristopher Ballinas Valdés
La violencia en México crece día con día. En tan sólo tres lustros, la presencia de México en los diarios internacionales pasó del tema económico al de seguridad. El otrora pacifico país ahora inunda las portadas de los noticieros y periódicos internacionales con notas sobre asesinatos, raptos y decapitaciones. A pesar de las acciones emprendidas por el gobierno mexicano, las cifras son alarmantes.
Políticos y periodistas hablan de un Estado fallido, sin analizar de fondo las razones para la creciente violencia en el país. Es innegable que el aumento en la violencia está estrechamente relacionado con la también ascendente actividad criminal en el país. La falta de una estrategia de combate a los cárteles que prevaleció por años propició la corrupción y creó un ambiente propicio para su proliferación. Sin embargo, existen otros factores que el debate periodístico suele dejar de lado y que bien cabe analizar aquí.
Primero, México tiene una ubicación geográfica estratégica. Su vecindad con los Estados Unidos de America, le permite acceder a uno de los mayores mercados en el mundo. Esto le resulta atractivo no sólo a lo comerciantes sino también a las organizaciones criminales. La firma del Tratado de Libre Comercio de America del Norte, trajo un aumento en el intercambio entre estos países pero no una reducción en los controles en la frontera entre México y Estados Unidos. Estos controles se acrecentaron aún más después de los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001.
En la década de los noventas, el gobierno de los Estados Unidos modificó sustancialmente la estructura de la lucha contra la distribución de drogas, basada principalmente en una interdicción en zonas de tránsito para la protección de la frontera con México. Ésta estrategia ha resultado en un traslado en la disputa por la distribución de drogas a territorio mexicano. Los cárteles sudamericanos, quienes antes lograban transportar sus mercancías directamente a territorio estadounidense se vieron en la necesidad de hacer conexiones con sus pares mexicanos en la búsqueda de nuevas rutas de distribución hacia los Estados Unidos. La cerrazón de la frontera americana volvió más poderosos a los cárteles mexicanos quienes antes únicamente se enfocaba en un limitado mercado domestico basado en drogas naturales (principalmente marihuana) y donde explotan su condición de locales.
Segundo, junto con la interdicción en zonas de tránsito se ha dado un cambio en los patrones de consumo en el mercado de drogas en Estados Unidos. Los americanos han cambiado a drogas sintéticas (que incluyen las anfetaminas, metanfetaminas y éxtasis) que son suministradas principalmente por laboratorios industriales en el sureste de Asia (particularmente en Mekong) donde además se producen grandes cantidades de tabletas de metanfetaminas y otras sustancias como la ketamina. Esto ha resultado en una disminución del mercado para la cocaína y la heroína proveniente de América del Sur, principalmente.
Lo anterior ha obligado a los productores de drogas a buscar nuevos mercados y a extender el consumo de estas drogas en el territorio Mexicano. Las nuevas condiciones no sólo han convertido a México en un nuevo mercado sino también en territorio que sirve como punto de conexión para la distribución hacia el resto del
mundo, principalmente Norteamérica y Europa. Literalmente, los cárteles están peleando por el control de las zonas de distribución en un mercado a la baja.
Tercero, los cambios en el mercado y la cerrazón de la frontera han obligado a los cárteles a buscar nuevos negocios que les permitan extraordinarias ganancias. El tipo de organización para el tráfico de drogas les ha permitido hacerse de dos actividades ilícitas más, el rapto y la piratería. Los cárteles se manejan ahora como grandes corporaciones multi-producto. Los cárteles ahora cuentan con brazos armados que se dedican al secuestro y la extorsión, mientras otros se dedican a la producción y distribución de material ilícito. En conjunto, las tres actividades no sólo han resultado sumamente lucrativas sino que también les permiten el control de grandes regiones del territorio mexicano. Estas actividades resultan críticas para controlar también el tráfico de armas, los prostíbulos, las máquinas tragaperras, además de negocios legales como gasolineras y tiendas de comestibles que les sirven para el lavado de dinero y el control de la población.
Paradójicamente, mayores controles han creado un mercado ilícito de proporciones macroeconómicas. Por un lado, la disminución de la demanda en Estados Unidos y las acciones de control (detenciones y confiscaciones) del Estado mexicano han obligado a los cárteles a buscar nuevas actividades ilícitas que les permitan compensar las perdidas en sus ganancias. Por el otro, la disminución en la oferta de droga crea la expectativa de una ganancia mayor; entonces es de esperarse que los cárteles compitan por el control del mercado remanente. Un incremento en la violencia entre organizaciones criminales es del todo inminente.
La lucha contra el narcotráfico y la violencia que ésta acarrea no es tarea fácil. Los gobiernos actuales tienen que tomar decisiones combinadas entre proteger la salud o la seguridad públicas, muchas veces una a costa de la otra. Una política integral de lucha contra las drogas ilegales implica que los gobiernos tienen que atacar ambos problemas simultáneamente. Esto implica la acción coordinada de muchas instancias y niveles de gobierno así como entre países. Lamentablemente, esta opción obliga a los gobiernos a seguir en sus acciones de control que invariablemente acarrean violencia entre los criminales que maneja el mundo de las drogas.
Si el Estado mexicano continúa con su política de una aplicación integral y efectiva de las leyes es de esperarse un ascenso en la violencia relacionada con acciones criminales en México en el corto plazo. Sin embargo a mediano y largo plazo termina siendo la mejor estrategia para el combate de la producción y distribución de sustancias prohibidas.
Contrario a lo que pugnan muchos grupos, la legalización de la drogas en este contexto aparecería como un error histórico. Se necesita continuar con una aplicación integral y efectiva de las leyes combinada con educación, prevención y tratamiento como la única opción viable para una reducción del uso ilícito de las drogas y sus devastadoras consecuencias sin poner en peligro la salud pública.
Oxford, Reino Unido
13 de Julio 2009