Autor: José Villamil
Cada cuatro décadas, el mundo está sufriendo un fuerte estremecimiento que sacude los cimientos en los que ha estructurado su pensamiento económico y político, como sociedad global. Dicha conmoción viene acompañada de dos elementos resaltables que ocurren de manera contemporánea: crisis financiera internacional y procesos de democratización. Los hechos que demuestran tal afirmación, ocurren en dos momentos históricos definidos: el primero en la década de los setenta, en el ocaso de la segunda ola de globalización moderna, y el segundo en el umbral del siglo XXI, estando en su apogeo la tercera ola de globalización moderna.
Ahora bien, los hechos recientes enmarcados en la crisis financiera internacional y la primavera árabe, se alimentan con otros hechos, que no parecen ser aislados: el 15M en España, las revueltas estudiantiles en Chile. Estas situaciones están estampando la crisis de gobernanza y gobernabilidad por la que atraviesa la sociedad del siglo XXI en su conjunto, la cual trae consigo la emergencia de nuevos actores y situaciones complejas, sin precedentes en los anales académicos y en el imaginario colectivo.
1. La Gobernanza de esta Época.
Los mecanismos tradicionales de administración de la sociedad mundial, regional, nacional y local; están siendo superados por nuevas dinámicas políticas, económicas y sociales; que evidencian el protagonismo de nuevos actores reivindicatorios que asoman recursos de poder que le restan credibilidad al vetusto esquema de gobierno y gobernación precedente. Los instrumentos habituales utilizados por los actores estratégicos de las sociedades resultan insuficientes para entender y tramitar la complejidad e interdependencia que caracterizan esta nueva época.
La administración de las sociedades del siglo XXI, está demandando altas dosis de consenso e interrelación entre una panoplia de agentes en la toma de decisiones, para afrontar la complejidad de las problemáticas que le aquejan; puesto que ningún actor se muestra autosuficiente para ejercer el control supremo sobre las noveles, confusas y variantes situaciones que están brotando.
Estas situaciones planteadas, se encuentran directamente relacionadas con la emergencia de la gobernanza como instrumento analítico y normativo de las sociedades actuales. Precisamente, los antecedentes de la gobernanza están marcados por la evolución de las relaciones mundiales, nacionales y territoriales del Estado como actor fundamental en la segunda ola de globalización moderna, hacia una sociedad caracterizada por la complejidad, interdependencia y pluralidad de actores en el presente.
La gobernanza es una respuesta practica e histórica, surgida en la tercera etapa de globalización moderna, en la que el Estado ya no es el único actor determinante en las relaciones en el eje local-global; sino que antes por el contrario interactúa con organizaciones multinacionales y no gubernamentales, organizaciones interestatales, entidades calificadoras, gobiernos subnacionales, actores individuales, movimiento de juventudes, medios de comunicación, y un largo etcétera de agentes de diversa escala; quienes paulatinamente le van restando legitimidad y protagonismo, propiciando una telaraña de intereses en el marco de la sociedad de la información y el conocimiento y la nueva economía, que para ser manejados, requieren de altas dosis de operación de redes de relaciones de actores públicos, privados y de la sociedad civil.
Estas caracterizaciones encuentran en la gobernanza una doble perspectiva analítica y normativa, las cuales nos brindan desde la primera, un marco conceptual para captar los arreglos institucionales de la sociedad y la gestión de los mismos por los actores relevantes; y desde la segunda compromete el liderazgo moral de los actores para mejorar las estructuras institucionales existentes en aras de reparar la capacidad de solución de los problemas de acción colectiva. En ese orden de ideas, la gobernanza es la nueva forma de gestionar la complejidad e interdependencia que caracterizan esta nueva época, moldeada por la multiplicidad de actores que interactúan constantemente y en donde el Estado ha perdido su carácter de actor exclusivo y hegemónico para entrar en competencia con otros agentes que representan diversos intereses en las respectivas sociedades en las que se desenvuelven. El profesor Joan Prats, en sus reflexiones sobre gobernanza, advirtió sabiamente que, la justificación de este nuevo modo de gobernación radica en que los gobiernos ya no son los únicos actores que enfrentan las grandes cuestiones sociales, estas también son retos para las organizaciones de la sociedad civil y las empresas. La gestión gubernamental continúa siendo decisoria, pero ella, fortalece su legitimidad y eficacia cuando es el resultado de la interacción entre los poderes públicos, el sector empresarial y las organizaciones de la sociedad civil.
Ahora bien, la multiplicidad de eventualidades que están golpeando los estilos tradicionales de gobernación de las sociedades, hacen leer a la gobernanza como instrumento multifacético y plural que no se circunscribe a un radio especifico de acción; vincula desde el carácter mundial, regional, nacional, local y sectorial, hasta sectores específicos, problemáticas, oportunidades y diversas situaciones que involucran la gestión coordinada de interrelación entre diversos actores manifiestos en un campo de acción especifico. En virtud de ello, la gobernanza la podemos definir como la gobernación de la interrelación entre actores públicos y privados de diversa escala, la cual deriva en actividades de coordinación, negociación y pactos decisorios en una situación concreta.
Los actores son un factor determinante en la estructura de gobernanza. Se caracterizan, porque son agentes que cuentan con recursos de poder que le confieren capacidad para influenciar sobre los demás actores y sobre la toma de las decisiones en un contexto de gobernanza. Los recursos de poder que ostentan, están determinados por el rol que desempeñan en las sociedades en que se desenvuelven y por las potencialidades que exhiben en el ejercicio de sus manifestaciones reivindicatorias de los sectores que representan. Con sus recursos de poder, los actores pueden socavar o ayudar en un proceso de gobernanza y gobernabilidad de una sociedad específica o en su defecto de una situación concreta.
Una Agencia calificadora de riesgo puede socavar la gobernanza económica con una calificación que ella emita, respecto al comportamiento de la deuda soberana de un país. Una organización no gubernamental de derechos humanos puede influenciar sobre la decisión que tome un Estado respecto a la cooperación al desarrollo proyectada hacia un Estado reconocido como violador de derechos humanos. Una organización de integración regional como la Unión Europea, exhibe como recurso de poder la supranacionalidad, con el cual determina las decisiones de los Estados miembros, mediante el derecho originario y derivado emitiendo reglamentos, directivas y decisiones que supeditan el accionar nacional.
2. .Crisis Económica y Olas de Democratización.
Las crisis económicas que han afectado a las democracias avanzadas en la década de los setenta y en el inicio del tercer milenio, se han visto acompañadas de la tercera y cuarta ola de democratización.
Los hechos que acompañan estos dos eventos en periodos históricos sucesivos, no son aislados. Los acontecimientos ocurridos en la segunda ola de globalización alimentan en el largo plazo la crisis económica acaecida en la tercera ola de globalización. Por ello, la naturaleza y estudio tiene que enfocarse como un proceso de largo aliento, el cual es escalonado y va mostrando sucesivamente el deterioro progresivo de las economías de los países desarrollados, expresado en déficit fiscal y crecimiento paulatino de sus deudas, que en la actualidad se ha devenido en llamarlas deudas soberanas.
2.1. Crisis Económica y Olas de Democratización en la Segunda Ola de Globalización.
En la década de los setenta, se presentaron una serie de acontecimientos que determinaron y empezarían a marcar el rumbo de las nuevas acciones colectivas de carácter mundial, regional y nacional de la época. Estos hechos, influirían categóricamente en las decisiones tomadas por los principales agentes políticos, económicos y sociales de los países industriales, sellando el final de la segunda ola de globalización moderna.
En 1975, la Comisión Trilateral encargo a un selecto grupo, integrado por Samuel Huntington, Crozier y Watanuky; un estudio para verificar el estado de las democracias avanzadas, el cual no arrojo resultados halagadores. El citado análisis denominado “La Gobernabilidad de las Democracias”, entre otras cosas, puso en su momento sobre la arena los problemas de gobernabilidad creciente en Europa occidental, Japón y Norteamérica, los cuales procedían de una fisura progresiva, producto de unas demandas sociales fragmentadas y expansión, mezcladas con gobiernos desprovistos de recursos financieros y de esquemas institucionales para afrontar con capacidad las exigencias de las nuevas dinámicas colectivas de sus sociedades. Con ello, estarían avizorando nada mas y nada menos que el fortalecimiento de la sociedad civil, con la llegada de los movimientos sociales contemporáneos como el feminista, el gay, el movimiento verde y otro tipo de organizaciones que ya empezaban a pedir vía en torno a su organización y consolidación, que en su proyección en la tercera etapa de globalización moderna adquirirían una vía institucional a través de las organizaciones no gubernamentales que hoy reivindican los intereses de diversos sectores sociales en alternancia con la figura del Estado.
En 1975, inició la crisis fiscal de las democracias avanzadas y, con ella, el cuestionamiento del Estado Benefactor, modelo predominante en todo el transcurrir de la segunda ola de globalización, el cual empieza a sufrir importantes indicios de cansancio, fruto de la continua expansión de la intervención económica estatal y el correspondiente aumento en el gasto publico.
Esta situación, se ve acompañada de la recesión económica en Europa a finales de la década de los sesenta y principios de los setenta, y por la crisis política y social, y hasta de confianza que sufrieron los Estados Unidos a raíz de la guerra de Vietnam. Además, en la década de los setenta, se da por primera vez el fenómeno denominado stagflation; la combinación de inflación elevada desempleo alto y crecimiento casi nulo. Estos factores son exacerbados por la crisis petrolera que se desencadena a partir de 1973, ya que el incremento notable de los precios de los combustibles socava la posibilidad de crecimiento económico.
En la década de los setenta, también inicia la tercera ola de democratización con la caída de las dictaduras de Salazar en Portugal y Franco en España y el consecuente proceso de adhesión a la Unión Europea de estos dos países. Esta avalancha de procesos democratizadores en el mundo, alcanzaría a los regimenes militares de Suramérica en el ocaso de los setenta e inicios de los ochenta, al igual que en el sudeste y sur de Asia, el inicio del proceso de transición de los antiguos regímenes socialistas de Europa del este y la extinta Unión Soviética y se consolidaría mas tarde con la liberación de Nelson Mandela en 1990.
2.2. Crisis Económica y Olas Democratización en la Tercera Ola de Globalización.
La crisis económica de la tercera ola de globalización, al igual que la de la segunda ola de globalización, son crisis de los países desarrollados. En particular la crisis del nuevo milenio, presenta dos momentos escalonados; los ocurridos en 2008 y los más recientes de 2011 que deviene de pronóstico reservado. Nos referiremos específicamente a los hechos del 2011, en relación con el encuentro que tienen los dos fenómenos de crisis económica y ola de democratización en este año, en el marco de la gobernanza.
Las Agencias Calificadoras de Riesgo se han consumado como un actor de primer orden en la gobernanza económica mundial. En efecto, en un hecho sin precedentes, en agosto 5 de 2011 la agencia Standard&Poor’s degradó la calificación AAA que ostentaba la deuda soberana de los Estados Unidos, lo cual provocó una gran conmoción que desembocó en la caída de los índices accionarios. La rebaja de la nota AAA, sacó a la mayor potencia económica del planeta, del selecto grupo de quince países, entre los que destacan Reino Unido, Francia, Canadá, Alemania y Australia; colocándole al lado de naciones como Bélgica y Nueva Zelanda, con una calificación AA+
La Trascendental decisión estuvo motivada en el plan de consolidación fiscal que acordó la administración Obama con el congreso, para atacar el déficit presupuestario y la creciente deuda; el cual fue desestimado por S&P y de paso considerando como débil e improvisada, la política fiscal estadounidense.
El coletazo de la decisión no se hizo esperar. El 9 de agosto, el temor se difundió rápidamente ante el rumor corrido, acerca de la posible rebaja de la calificación de Francia, situación que tumbó las bolsas otra vez. El 12 de septiembre, nuevamente las bolsas europeas cayeron, ante la corrida voz de la bancarrota de Grecia que afectaría a los bancos franceses y la posibilidad de que la agencia Moody’s rebajara la calificación de Francia. Estos sucesos, instalaron enseguida en la palestra el enorme poder adquirido por las agencias calificadoras con capacidad para intimidar los mercados y poner contra la pared a los Estados.
El actor tradicional y hasta hora hegemónico, el Estado; se muestra sorprendido y acorralado, sin dar muestras fehacientes de solucionar la crisis. El gobierno de los Estados Unidos para soslayar la caída en mora con su deuda, llegó a un acuerdo con el congreso para implementar un programa a diez años con el objeto de reducir el déficit presupuestario en 2.4 billones, incluyendo recortes adicionales al gasto. El acuerdo no cayó bien, y fue considerado insuficiente, en especial por la agencia S&P, que atribuyó la debilidad del mismo al largo debate interpartidista en el seno del legislativo norteamericano. Esto refleja en términos de gobernanza, una deficitaria interrelación entre demócratas y republicanos para solventar el conflicto, y por ende asomando una crisis de gobernabilidad en la sociedad estadounidense.
En otra esquina del brete, los países de la Unión Europea asumen también la crisis de manera importante. Las economías de Grecia, Irlanda y Portugal, han sido rescatadas; mientras España, Italia y Chipre, luchan con su prima de riesgo y el deterioro de la deuda. Francia, segunda economía de la eurozona, y uno de los mimados del selecto grupo de países AAA, también resultó afectado; fue tocado por el rumor instantáneo que difundía la posible degradación de la calificación de su deuda soberana, por lo cual tuvo que tomar medidas urgentes para acelerar los recortes del déficit y campear el temporal. Alemania, el puntal que tira del carro de la economía de la Unión Europea se debatió entre los debates políticos internos y la aprobación de una legislación interna con el objeto de auxiliar la deuda de países en peligro de la zona, para evitar el contagio. En efecto, el Consejo de Ministros de Alemania aprobó a finales de agosto la reforma del fondo de rescate europeo, que fue acordado en 21 de julio, en la cumbre de líderes de la Unión Europea, la cual persigue favorecer la estabilidad no solamente de las naciones con problemas crediticios que han sido objeto de un rescate económico, sino también la del conjunto de la eurozona y su moneda común. La iniciativa ha sido presentada al parlamento federal, quien decide en las postrimerías de septiembre.
El Fondo Monetario Internacional también ha terciado en la crisis. La directora gerente del FMI, Christine Lagarde, através de una entrevista concedida a la revista alemana Der Spiegel, en inicios de septiembre de 2011, replicada por la prensa internacional; se manifestó sobre el riesgo de que la economía mundial volviera a entrar en recesión de forma inminente. La directora del organismo interestatal, recalcó que las opciones de los gobiernos y los bancos centrales son menores que en 2009 porque ya han disparado gran parte de su pólvora.
El proceso crítico financiero de 2011, se ha visto acompañado por el inicio de la cuarta ola de democratización en el mundo. El termino olas de democratización, fue acuñado por Samuel Huntington, el cual las definió como un grupo de transiciones democráticas que se producen en un determinado periodo de tiempo y que son una ola simplemente porque son mucho más numerosas que las transiciones en sentido opuesto registradas durante el mismo periodo.
La cuarta ola de democratización ha tenido como radio de acción al mundo árabe. Se trata de una revolución social viral que hadado lugar a la caída en serie de las autocracias de Túnez, Egipto y Libia; contagiándose hacia Argelia, Yemen, Bahrein, Irak y Jordania; cuyos gobiernos luchan contra las protestas multitudinarias y enfrentamientos sangrientos, que persiguen deponerlos.
La avalancha democratizadora que recorre oriente medio, en su paso ha derrocado al régimen más longevo del mundo, el de Gadafi en Libia con 42 años en el poder; también a Hosni Mubarak en Egipto, y a Zine el-Abidine Ben Ali en Túnez, los cuales se habían mantenido gobernando por 30 y 23 años, respectivamente. Están en la mira, el mandatario de Yemen, Ali Abdalá Salé, que cumple 32 años gobernando y su mandato actual vence en 2013. El Rey Abdulá II de Jordania, quien sucedió a su padre Hussein de Jordania desde 1999
El epicentro de la “Primavera árabe”, como se ha devenido en llamar a esta ola democratizadora sobrevenida en el mundo árabe, se ubica en Sidi Bouzid, localidad del centro de Túnez, en donde el ciudadano de 26 años, Mohamed Bouazizi se inmoló, luego de que la policía le ultrajara y abofeteara al negarse a entregar dinero a cambio de seguir vendiendo en su puesto de verduras. El hecho encendió la llama de las protestas multitudinarias, que terminaron con la expulsión del dictador tunecino Zine el-Abidine Ben Ali. La revuelta se replicó pasmosamente hacia Egipto y Libia, asumiendo sus propias justificaciones intestinas de descontento hacia los gobiernos opresores, la cual terminó con la derrota de Mubarak y Gadafi, y expandiéndose hacia otros países árabes y hasta Irán, inclusive.
La característica esencial de esta cuarta ola de democratización estriba en dos elementos que se alimentan mutuamente: el protagonismo de la juventud como resorte de aprovechamiento del descontento popular y el ciberactivismo. En las revueltas tunecina y egipcia, los jóvenes supieron materializar el malestar social existente, utilizando las nuevas tecnologías de información y comunicación como canal de desobediencia civil, tanto en el mismo plano virtual, como en la realidad de los hechos. En efecto, el uso de las redes sociales como el Facebook, Twitter, Youtube, y los mensajes de texto en móviles o celulares, constituyeron un poderoso instrumento para alentar la participación de la población en el proceso de emancipación de estos regimenes autoritarios.
Los movimientos de juventudes, se han convertido ágilmente en un actor determinante en la gobernanza y gobernabilidad de las sociedades en el siglo XXI. Sus voces reivindicatorias retumban sonoramente en todos las esquinas del planeta. Los jóvenes alzan su voz para reivindicar no solamente sus derechos particulares, sino también la defensa de las necesidades y expectativas del grueso de la población. Sus actuaciones trascienden la clásica concepción de movimiento social que defiende intereses de un grupo en particular cuando el Estado no los atiende, para pasar a una consideración mucho más compleja que les convierte en dinamizadores de las nuevas complejidades sociales. Los recursos de poder exhibidos por esta agrupación social, se complementan con la utilización de instrumentos provenientes de la sociedad de la información y el conocimiento que confluyen al ciberactivismo. Esta amalgama de elementos es un detonante que activa los procesos de gobernanza y gobernabilidad de las sociedades. Sus efectos más tempranos, los podemos encontrar en el inicio de la cuarta ola de democratización con la primavera árabe, el movimiento 15-M en España y las reclamaciones del movimiento estudiantil en Chile.