Innovación Social, Institucional y Cívica para un Escenario Post-Crisis de Progreso.
Autor: Josep Mª Pascual Esteve.
Resumen: El artículo identifica la actual crisis económica como”punta del iceberg” de una crisis societaria, caracterizada por la quiebra de la estructura social, institucional-política y moral. Una quiebra societaria que ha precedido a la crisis económica y financiera denominada Gran Recesión o Gran Contracción. El autor señala los factores de la triple crisis social, institucional y moral, y describe posteriormente cómo estos han influido en la Gran Recesión. La conclusión es que el modelo social, institucional y de valores que se adopto mayoritariamente, a partir de la salida de la crisis 1973-1983, fue totalmente inadecuado para desplegar la economía informacional y la sociedad red emergentes, lo que provocó la crisis societaria, cuya última manifestación ha sido la crisis financiera y económica. Por otra parte señala que la superación de la crisis económica y financiera no será estable, sino se aborda una estrategia integral de superación global de la crisis societaria.
1- Previo: La Economía se asienta en relaciones sociales e institucionales.
“A veces lo omnipresente es lo que más cuesta de ver” (J. Ortega y Gasset)
En efecto lo evidente es a menudo lo que más cuesta de ver, y ocurre al utilizar conceptos y métodos inadecuados. Inmanuel Kant ya dejo bien asentado en la filosofía del conocimiento, que conocemos la realidad a través de conceptos , y si estos son inadecuados también lo será nuestra comprensión de la realidad, o mejor dicho del entorno en el que existimos y nos relacionamos. Nuestro medio de existencia son, fundamentalmente, nuestras interacciones y nuestras relaciones sociales. La comprensión del entorno en que vivimos, y las actitudes con las que nos posicionamos dependen de estos conceptos, pero también de los valores con los que afrontamos nuestra existencia.
Por ello, como también señalaba Ortega, conocer es descubrir (des-cubrir): sacar el “manto” que nos impide percibir con mayor claridad lo que acontece de manera más comprensiva y mejor contrastada. Esto el lo que acontece entre economía y sociedad, que son dos caras de una misma moneda, pero que aparecen fragmentadas.
La imbricación entre economía y sociedad tiene una larga tradición en ciencias sociales, desde su mismo inicio, A. Smith habla de la necesaria presencia de valores y sentimientos morales para que el mercado funcionase. Es habitual señalar a Kart Marx y sus magistrales exposiciones de la interdependencia no sólo entre economía y sociedad, sino entre economía y cultura e ideología dando a la economía el papel determinante. O bien, las no menos magistrales de Max Weber poniendo en la ideología y los valores el papel predominante. Esta tradición ha sido seguida por notables economistas Joseph Schumpeter, John M. Keynes, J. Myrdal, D. Putnam, y los recientes premios nobel de economía: Amartya Sen, Joseph Stiglitz, Douglas North, o Paul Krugman. En esta dirección, es muy recomendable el libro: “Las bases sociales de la economía” del gran sociólogo Pierre Bourdieu , en el que se pone de manifiesto que la economía es una construcción social, y que los mercados, las formas de producción, distribución y apropiación colectiva de los bienes de servicios sólo son comprensibles en función de la configuración de las relaciones sociales, y del universo de valores y significados en los que se desenvuelve. Las transacciones económicas son una dimensión más del funcionamiento de la sociedad en su conjunto.
En fin es evidente, que la producción de bienes y servicios, su comercialización, su distribución, y la apropiación del valor añadido generado, depende todo de las relaciones establecidas, y de cómo son percibidas y valoradas, entre actores, empresarios, trabajadores y sectores de población. De la equidad en las relaciones, la confianza entre los actores, y de la capacidad de colaborar; es decir de formar redes o clusters dependerá la competitividad económica y por tanto el desarrollo de una ciudad o un país.
Las crisis importantes son más que una simple recesión o depresión del crecimiento económico, plantean cambios profundos en la organización económica, social e institucional, así como en el sistema de pensamiento y representación de la sociedad, de la economía y de la política. Es por ello que las salidas a la crisis dependerán de los planteamientos y de las políticas con las que se aborden, y sepan canalizar los cambios o mutaciones que generan las grandes depresiones o recesiones en la dirección adecuada. Así la crisis del 29 dio lugar al Estado de Bienestar, y a una nueva estructura social y económica de las sociedades europeas, con el predominio del sector servicios, y de las denominadas clases medias. La crisis del petróleo originó el despliegue de las tecnologías de la información, la sociedad red, la economía informacional, pero también la mundialización de los mercados sin regulación institucional, y la dominancia de los valores individualistas y lucrativos.
La actual crisis económica, denominada “gran recesión”o “gran contracción” ; al igual que las otras grandes o largas crisis financieras y económicas acontecidas en Europa, como fue el caso de la Larga Depresión: 1873-1896, la Gran Depresión: 1929-1933 y la Crisis del Petróleo: 1973-1983; coincide y se agudiza con grandes cambios o mutaciones sociales, institucionales y de estructuras económicas, para los que no se han generado los mecanismos de regulación y canalización social e institucional.
Nos encontramos, actualmente, ante una crisis societaria. Es decir una crisis integral: económica y financiera, social, institucional y política, y de valores, pero que en este caso se singulariza en que la crisis económica y financiera tiene su origen en una anterior triple quiebra estructural: de la estructura social, institucional, y del sistema moral o de valores cívicos.
La tesis principal, que en este artículo se defiende, es que la actual crisis financiera y económica se debe a la desorganización social, moral e institucional previa, originada en el tipo de desarrollo económico social y político que se adoptó como salida a la crisis del petróleo 1973-1983 Es decir la crisis social y política, aunque se agrava con la crisis financiera y económica, no es consecuencia de la misma, sino que es su causa.
El cambio estructural hacia la sociedad red, también denominada sociedad informacional o sociedad del conocimiento, se desplegó, a través de un modelo basado en un desarrollo económico y social, que tenía, como motor las demandas sociales de acceso a bienes y servicios, pero, ha provocado: (1) un incremento de las desigualdades sociales, (2) una fuerte vulnerabilidad social e (3) inestabilidad en las relaciones sociales, (4) una sensación permanente de riesgo en la ciudadanía, y (5) todo el despliegue ha estado orientado por la presencia dominante de valores mercantilistas y clientelares y en el lucro personal a corto plazo.
Todo ello tuvo como consecuencia que, la satisfacción de las demandas sociales, en bienes tan básicos como el caso de la vivienda (al fallar el entramado social, y con un estado del bienestar debilitado) fuera asumida principalmente a través de productos crediticios, que ofrecían unos mercados financieros desregulados, y con unos operadores que buscaban maximizar sus beneficios al corto plazo a través de la generación de crédito. El resultado fue el incremento espectacular del crédito, el apalancamiento de los bancos, el desboque de la deuda privada, y también pública (esta última provocada fundamentalmente por el déficit que produjo el rescate de los bancos por parte de los gobiernos) y posteriormente el colapso del crédito bancario y público (con el que no se pueden financiar nuevas inversiones privadas o públicas) que son los principales indicadores económicos de la actual crisis.
2- La Gran Contracción 2007-201? es una Crisis Societaria.
La crisis tiene sus raíces en los fracasos sociales e institucionales del modelo de desarrollo que se asentó en respuesta a la crisis del petróleo, 1973-1983. La crisis del 73-83, fue, al contrario de la actual, una crisis de oferta , provocada por el alza del petróleo, que llevó a una política de reducción del papel del estado tanto en su faceta de gasto público como de regulador del mercado, y por el contrario se baso en la desregulación y globalización del mismo legitimada por rescatadas ideologías económico-sociales ya falsadas antaño, que consideraban el enriquecimiento privado y personal, el impulsor de la racionalidad económica y social.
El escenario de la salida a la crisis del 73-83 se asentó en los siguientes ejes:
1. Una nueva estructura productiva y social: La sociedad red o del conocimiento. En efecto entre 1983 y 2007, se consolidó e intensifico la era info-global, es decir una nueva e intensa globalización asentada en las tecnologías de la información y comunicación (tic): Esta nueva era significaba una nueva organización económica y social: la sociedad informacional, según Manuel Castells, que tiene entre sus principales características la organización en red de las relaciones productivas y sociales, y políticas.
La nueva economía se basa en la innovación constante, en la transformación de la información en conocimiento como fuente de valor añadido, en la disolución de las barreras a los flujos de intercambio de información, financieros, de mercancías y personas entre las ciudades y áreas metropolitanas del planeta. Esta exigencia en la innovación permanente conducía (y conduce) a que las empresas deberían (y deben) centrarse en lo que les es propio y singular y establecer las complementariedades con otras empresas. Significaba la organización de las interdependencias entre las empresas e instituciones de los diferentes ámbitos económicos, así como de las interdependencias entre investigación-producción-distribución y formación. Las empresas y los sectores se necesitan entre ellos. En este sentido, en la economía red, la competencia que segrega y aísla a las empresas y sectores productivos no es competitiva .
La competitividad económica exige la organización de los sectores en redes productivas o clusters. La competitividad, en la sociedad red, no debe entenderse tanto como competencia o pugna sino más bien como cooperación. La generación de capital social, es decir la capacidad de respuesta compartida a retos económicos y sociales emergía como la principal ventaja competitiva de las naciones y regiones. Estas posibilidades de la sociedad red y la economía informacional, no se han podido utilizar por el entorno de quiebra social, institucional y moral que acompaño el modelo de desarrollo adoptado a partir del 83, y reforzado por la disolución de los denominados paises socialistas. Este modelo social, institucional y ético en que se ha desarrollado, hasta hoy la nueva economía ha obstaculizado su propio crecimiento, y la ha presentado con su peor cara. La desregulación de los mercados financieros, el predominio de los valores de lucro a corto plazo, la descohesión social, y un modelo de gobernación en que se ha querido imitar a la empresa mercantil, en vez de optar por un gobierno promotor y fortalecedor de redes, tal como veremos más adelante; han contenido el mismo despliegue de la economía informacional en una sociedad organizada socialmente en, y red basada en los valores generadores de redes entre empresas, gobiernos y personas: confianza, creatividad, cooperación y solidariedad, y en unos gobiernos relacionales.
2. Desregulación institucional de los mercados. Junto a la emergencia de una nueva economía, se instalo la desregulación de los mercados globales. La intervención del estado en la economía se consideró uno de los grandes males causantes de la crisis del 73-83. Por ello, la intervención del estado quería reducirse a un papel marginal, y liberar a los mercados, considerando que por sí mismos encontrarían se autorregularían y llegarían al equilibrio. La quiebra de los estados socialistas dio un gran refuerzo y la legitimación necesaria para que las nuevas transformaciones estuvieran presididas por la debilitación del marco institucional regulatorio. La desregulación financiera ha constituido el “caldo de cultivo” de los productos financieros, que llevaron a asumir riesgos excesivos, y a distribuirlos por todo el mundo, y que son la base de la crisis financiera que se produjo al estallar la burbuja inmobiliaria.
3. La individualización y la inestabilidad de las relaciones sociales.
El desarrollo del Estado del Bienestar ya individualizo la sociedad. Los individuos al vincularse a las prestaciones y servicios proporcionados por los estados recurrieron menos a las redes familiares de protección y ayuda. El individuo en función de su situación e historia legal, laboral, social y fiscal tenía y tiene acceso a unas determinadas prestaciones económicas y de servicios de manera independiente del apoyo de otras personas con las que comparte vínculos familiares, sociales o comunitarios.
Por otra parte, dada la complejidad social y la diversidad de roles que puede asumir una persona en las sociedades-red contemporáneas; su proyecto vital o la ausencia del mismo, depende de las decisiones o no decisiones que estas tomen sobre una multitud de aspectos y cuestiones en permanente cambio. El devenir de la gente, está cada vez menos ligado a sus orígenes familiares, comunitarios y sociales.
Este proceso de individualización para que fuera socialmente integrador, debería estar intrínsicamente ligado a la necesidad de colaboración entre individuos, en la formación de múltiples y confiables redes entre personas, para afrontar los distintos retos que se plantean o las distintas situaciones en que se encuentran las personas. Los individuos son, como señala Ulrich Beck, autoinsuficientes. Es decir necesitan formar distintas redes, en función de los retos y necesidades, para dar respuestas o conseguir objetivos.
Estas redes son muy inestables, son líquidas, como las ha definido Z. Bauman. Es decir sujetas a turbulentos cambios, tanto en la esfera personal como en la económica y social. En este contexto si bien no es fácil, para los individuos, articular relaciones estables para superar su insuficiencia en la vida social, resulta prácticamente imposible con la presencia de valores individualistas y que priorizan el lucro o el consumo personal por encima de valores comunitarios.
4. Cambio en el sistema de valores: el rescate del “homo economicus”y la ideología de la privatización. El renovado liberalismo conllevó también el reforzamiento de la ideología del “homo economicus”. Esta ideología considera que la búsqueda del máximo interés económico individual, en una economía de mercado no lleva a una desestructuración social, sino a una economía y sociedad sanas. Esta renovada ideología, cuyo fracaso fue evidente en las crisis del XIX, y muy particularmente con la del 29, volvió a resurgir a finales de los 80. Significo el triunfo de los valores: individualismo (la búsqueda del propio enriquecimiento de la renta individual), el lucro material, el consumismo, el hedonismo, el ego-centrismo, etc. son los nuevos valores. Si bien el calvinismo basado en el esfuerzo, la contención, el ahorro y la responsabilidad ante Dios y la comunidad, fue clave, según Max Weber , en el desarrollo del primer capitalismo industrial en Europa. La ausencia de valores éticos comunitarios, el lucro personal, y el espíritu de posesión, estarían en la base de la primera fase del nuevo capitalismo global. La ausencia de estos valores de responsabilidad individual y comunitaria, justificaron la conducta orientada al corto plazo de los altos directivos de bancos y grandes empresas, motivada por el cobro de altísimas comisiones por resultados inmediatos.
Margaret Tatcher afirmó de manera contundente “No existe lo que se llama sociedad. Hay hombres y mujeres individuales, y hay familias”, que constituye una frase ejemplar de lo que se denomina ideología de la privatización , que consiste en desvincular al individuo de su entorno social, los insolidariza socialmente i los aísla. Se persigue, con esta ideología, que hombres y mujeres hagan frente a problemas creados socialmente con capacidades y habilidades individuales, y no colectivas. La privatización anima a que estos individuos, inmersos en un entorno cambiante, y una amplia mayoría de ellos, en situación de vulnerabilidad ante los riesgos sociales, asuman la actitud de “disfruta ahora, y veremos lo que ocurre mañana”, y a reducir sus preocupaciones hacía el futuro y hacía las consecuencias de sus actos; sobretodo si se tiene en cuenta que buena parte de “estos individuos sin sociedad” carecen de los bienes básicos, como la vivienda. Es decir la ideología del “homo economicus” influyo en los grandes directivos financieros y empresariales, y la ideología de la privatización en los sectores vulnerables para adoptar actitudes de escasa responsabilidad y compromiso social.
5. Revaloración de lo privado en detrimento de lo público. El escenario de salida de la crisis ha significado una quiebra del concepto de la importancia de lo público, de lo que es de todos y todas. Lo público reducido a la administración: su normativa regulatoria, y su gasto, se han considerado el enemigo a batir. Se buscaba una reducción tanto del papel institucional o regulatorio de los gobiernos como de su gasto. La empresa mercantil y las entidades financieras con sus productos deberían hacerse cargo de las necesidades sociales. Era el mercado y no el estado quien debía asumir el bienestar social, por ello se prefería hablar más de la sociedad del bienestar, que del estado del bienestar.
El mismo gobierno, en las funciones que aún le quedaban, debía actuar de la manera más parecida posible a una empresa mercantil. Se debía pedir productividad y bajos costes al personal funcionario, y retribuirles en función de su productividad. El crucial papel de los gobiernos como generadores de un marco de valores y normas, que promueven y regulan a los actores económicos y sociales, generando objetividad, transparencia, y equidad, simplemente no fue tenido en cuenta o despreciado.
El ciudadano fue considerado como cliente o usuario tanto de las empresas como del estado. La dimensión social de la ciudadanía como participe en la construcción de la ciudad, de la sociedad también fue despreciada. La persona era considerada como productor y consumidor individual con derecho a la queja y a la sugerencia o reclamación. Lo que ha llevado a la irresponsabilidad social colectiva de no pocos e importantes sectores sociales, y al abandono de las tareas comunitarias.
Estas circunstancias han conducido al desarrollo de una demanda consumidora por encima de las capacidades productivas de los países y regiones, que es la causante de la importante deuda privada de no pocos países, y es el origen de los movimientos especulativos mundiales para su financiación.
6. El crecimiento de las desigualdades, la vulnerabilidad social, y el riesgo.
El gran incremento de las desigualdades, de la vulnerabilidad social, y de la individualización es, a mi juicio, el más importante motor de la inestabilidad económica y social, y el principal motor de la crisis en la mayoría de los países mediterráneos. En efecto el crecimiento económico, a partir de los años 90, fue acompañado por una profundización de las desigualdades de renta, por el incremento el porcentaje de apropiación de la renta del 10% de la población más rica, y por la disminución de este porcentaje en el conjunto de la población, y en especial el 10% más pobre . También incrementó el porcentaje de población considerada como pobre sobre el total de población, según la medida establecida por la Unión Europea .
A la desigualdad de renta se le han añadido nuevas desigualdades propias de la sociedad red, como es la desigualdad en el acceso y apropiación del intangible capital educativo y cultural, el acceso a la formación permanente a lo largo de la vida, la capacidad de disponer y usar el tiempo, convertido en un bien cada vez más escaso. Nuevas desigualdades a la que un estado del bienestar, entendido como proveedor de prestaciones y servicios, ni el mercado pueden dar respuesta han incidido en la profundización de la descohesión social.
La interdependencia entre territorios, que significa la globalización, incremento mucho más tanto las oportunidades como los peligros económicos, sociales y a la seguridad percibida por la población en su sentido más amplio. Ello unido al incremento de la complejidad social, a la permanente innovación social y tecnológica, y al continuo avance de las ciencias que han acentuado su carácter provisional (dada la aceleración de la caducidad de los conocimientos científicos) ha conducido a una percepción de la ciudadanía sobre su situación social como de riesgo permanente en múltiples dimensiones: laboral, de garantía de ingresos, de salud, de formación adecuada, de vivienda, de seguridad ciudadana, etc., que se ha visto agravado con la imposibilidad de que ni el estado, ni la sociedad pudiera protegerles ante sus nuevas situaciones y riesgos identificados.
Nuestra sociedad ha sido plenamente conceptualizada como sociedad del riesgo . También, y de manera complementaria, como sociedad vulnerable: dadas las altas probabilidades que las personas y grupos sociales, en un momento determinado, puedan desvincularse de los ámbitos o esferas sociales en las que se considera socialmente necesario participar: educación, salud, ocupación, nivel renta suficiente, vivienda, relaciones familiares y vínculos sociales.
En resumen, el incremento de las nuevas necesidades y retos (nuevas desigualdades y vulnerabilidad) propios del avance hacía la sociedad informacional o del conocimiento, así como el cambio en las características de la organización social (individualización, inestabilidad en las relaciones sociales) han roto con los mecanismos de regulación social anteriores desigualdades (familia, iglesia, sindicato, partido, estado del bienestar). La coexistencia de estos desafíos con la fallida de los valores propios de lo público y de la institucionalidad democrática, así como la pérdida del papel regulador del gobierno hacía los mercados, no sólo no ha permitido la aparición de nuevos mecanismos de regulación y organización social, sino que han generado una triple quiebra social, moral e institucional que ha producido la actual gran recesión o crisis económica.
En resumen, las sociedades europeas y mediterráneas en especial, a pesar de su modernización, han cosechado un estrepitoso fracaso de integración social. El modelo de desarrollo 1983-2007 ha producido una anomia o desorganización social e institucional, que ha generado la crisis societaria actual, cuya “punta del iceberg” es la actual crisis económica y financiera.
3. ¿Cómo la crisis social, moral e institucional originan la crisis económica actual?
La crisis societaria no se ha producido por cada uno de los factores anteriormente señalados, es su conjunto, es decir la interacción entre ellos, al acontecer todos en la misma época, lo que ha conducido a la actual crisis cuyo más virulento resultado es la Gran Contracción aparecida en 2007.
La combinación de sociedad de redes, con desigualdad y la vulnerabilidad social, junto a la quiebra de la institucionalidad democrática, y el predominio de los valores individualistas-mercantilistas, ha llevado a una situación de anomia o desorganización social estructural, puesto que : (1) se ha impedido una reestructuración estable de las relaciones sociales en la era informacional, (2) se han reducido las mismas posibilidades de crecimiento económico y desarrollo social e institucional , y (3) ha generado un colapso de las estructuras sociales y productivas, que hemos denominado “Gran Recesión” o crisis 2007-20??. Veámoslo con mayor detalle como ha influido la crisis social en la aparición de la crisis financiera y económica:
1- La desigualdad factor de reducción del desarrollo económico y motor de la crisis. En efecto se ha constatado en no pocos estudios empíricos la influencia de la desigualdad de la renta en la limitación del desarrollo económico , y ello es debido a que la desigualdad genera desconfianza entre las personas y las empresas y las instituciones dificultando la cooperación interinstitucional y público-privada . Es decir, reduce las posibilidades de formación de capital social, en el sentido de capacidad de colaboración y acción hacía objetivos relacionados con el bien común. Las turbulencias sociales generadas por la desigualdad, desfavorecen tanto la inversión como la productividad, como la generación de redes productivas o clusters que resultan esenciales para la competitividad de las regiones y ciudades en la era informacional.
Por otra parte se ha mostrado que la desigualdad influye en el rendimiento escolar, y muy concretamente en el fracaso escolar , lo que constituye una pérdida de activos para el desarrollo económico y social. En el mismo estudio se señala, entre otras, una influencia de la desigualdad de la renta en la movilidad social de las personas, y que es particularmente grave en los jóvenes. Los efectos de la desigualdad se relacionan directamente con la emergencia de la violencia en nuestras sociedades .
Es decir la desigualdad, y en especial el incremento de la misma, tiene como efecto, la desactivación las capacidades colectivas para poner en valor los recursos humanos y territoriales de las ciudades y regiones.
La desigualdad de la renta producida en el período 1983-2008, no sólo ha limitado el crecimiento, sino que se encuentra entre las principales causas de la crisis cómo están poniendo de manifiesto estudios recientes de estudiosos vinculadas a instituciones nada sospechosas de izquierdismo como el FMI, al BID, o el Banco Mundial . La argumentación es la siguiente: la brecha de la desigualdad y entre ricos y pobres junto con la presencia de importantes necesidades por satisfacer, entre ellas la vivienda, es lo que llevó a las familias a endeudarse y acogerse a los productos financieros “tóxicos” que les ofrecían las entidades financieras. Si a esto le unimos, además, la desintitucionalización de lo público, y la reducción y deslegitimación del papel del Estado del Bienestar, se entiende que las necesidades sociales fueran cada vez más ser satisfechas por productos que proporcionara el mercado. Lo que ha ocurrido parece obvio: la desigualdad y la vulnerabilidad incrementan los retos y las necesidades sociales, las personas vulnerables, al no poder acudir ni a la administración ni a las redes sociales personales, y sometidas a la ideología de la privatización, constituían “el caldo de cultivo” de unos productos financieros basados en la especulación. Al hacerse evidente el impago de los créditos, y al quebrarse la confianza entre bancos apareció la crisis financiera. La crisis financiera y posteriormente económica, han incidido aún más en la desigualdad, perdiendo muchos prestamistas la vivienda adquirida al no poder pagar las hipotecas, al incrementarse el desempleo y al reducirse las prestaciones y servicios públicos al reducirse el gasto público, para intentar pagar la deuda que ha supuesto a los erarios públicos el rescate bancario.
En resumen: ante el crecimiento de la desigualdad, y las escasas posibilidades del gobierno de llevar a cabo políticas distributivas se ha fomentado el uso del crédito barato, y las desgravaciones fiscales a la vivienda como mecanismo compensatorio para las clases trabajadoras y sectores vulnerables.
En esta dirección los estudios muestran que en los lugares en los que se produce mayor desigualdad y pobreza, también se producen más tensiones y quiebras financieras , debido a que la insatisfacción de las demandas sociales es el caldo de cultivo tanto del endeudamiento desesperado, como de productos financieros inadecuados . En conclusión la desigualdad, que comportó el crecimiento a partir de 1983, fracturo a la sociedad, y también a la economía.
2- La quiebra moral como factor generador de crisis. La dominancia de los valores individualistas basados en la búsqueda de afán de lucro inmediato, reforzados con la caída de los denominados países socialistas, y en el cuestionamiento del Estado como factor de regulación de la economía y de los mercados, en especial los globales, ha supuesto una quiebra moral importante. Cómo señalo en su día J.M. Keynes, y ha recordado recientemente G. Akerlof, premio nobel de economía en el 2001, y R.J.Shiller , que supo prever el estallido de la burbuja inmobiliaria y la crisis financiera, demuestran que la mayoría de las decisiones sobre inversión no se basan en conocimientos certeros, dada la imposibilidad de predecir los rendimientos por la complejidad de las variables en presencia. Las decisiones, apuntan, se basan en valores, en “animal spirits”. Hay “animal spirits” directamente relacionados con el desarrollo económico y el crecimiento del empleo como son: la confianza, la equidad y justicia social, la seguridad, en cambio las ilusiones monetarias, la envidia del lucro, la mala fe y la corrupción son los principales enemigos del desarrollo. En este sentido consideran que la crisis se ha producido por un cambio anterior de pensamiento o de cultura entre los actores de la economía, en la que el predominio de los valores negativos, son una de las causas de la actual crisis, y de su difícil solución.
Esta quiebra moral o predominio de valores negativos, desde el punto de vista de la cohesión social, ha sido un factor generador de crisis, y de disuasión de la actividad productiva, en tanto que:
– Favoreció el desarrollo de los productos “subprime”, al dar legitimidad a las conductas de enriquecimiento de los directivos por transacciones económicas en el corto plazo, lo que favoreció el desarrollo de los productos “tóxicos” basados en los beneficios inmediatos por el prestamista, y a la socialización de los riesgos hacía el conjunto del sistema financiero global, mediante la ocultación de información, publicidad engañosa e inducción al engaño.
– Quebró los mecanismos de control de las grandes corporaciones y del sistema financiero. La orientación de los directivos de las grandes empresas y las entidades financieras de conseguir pingues beneficios en el corto plazo a los miembros de los consejos de administración, que dinamitaron las estrategias a largo plazo, e hicieron de la maximización del beneficio a corto la principal finalidad de las grandes organizaciones. Esta cultura impregno a las propias agencias de calificación del riesgo, muy ligadas a las grandes empresas y al sector financiero, que, incluso estallada la burbuja inmobiliaria continuaban calificando con la máxima nota a productos “subprime”. Con ello se rompió la creencia bien establecida en las escuelas de negocio que las grandes empresas y corporaciones tenían capacidad de autocontrol.
– Desfavoreció la inversión productiva, al predominar el enriquecimiento personal y el consumismo. El porcentaje de los beneficios empresariales en los países de la O.C.D.E., utilizados para invertir han sido, en la última década, inferiores al 40%. Esto significa una inversión inferior en 8 puntos a la que se realizaba en la década de los 80 .
– Ha despilfarrado el talento. El talento aplicado al bien común y a la actividad productiva se ha desplazado hacia las actividades especulativas. T. Judt señalaba que en los años 50 predominaba entre los estudiantes ingleses más inteligentes, su preferencia era una carrera interesante con un salario razonable, lo contrario que en la primera década del 2000 en que el predominio era buscar una titulación que le permitiera enriquecerse, lo más rápidamente posible.
Esta ruptura en el sistema de valores sociales y comunitarios, que ha producido el individualismo lucrativo, no solo se ha restringido a los grupos directivos de las grandes corporaciones empresariales y financieras, sino que se ha extendido al conjunto del cuerpo social, creando una fuerte desorganización social. Entre las dimensiones más importantes de dicha desorganización destacamos:
– La individualización, anteriormente señalada, se ha convertido en individualismo, y ha dificultado la constitución de redes de cooperación tanto social como productiva (clusters). En efecto, la individualización antes señalada, es un fenómeno sociológico, que no debía haberse transformado necesariamente en individualismo, que es un fenómeno ético-moral. Una individualización presidida por el fortalecimiento de la dimensión social de los individuos, de la responsabilidad colectiva, y de los valores de convivencia, tolerancia, solidaridad y creatividad hubiera significado el fortalecimiento de las redes y los vínculos sociales. Hubiera generado nuevas redes sociales vinculantes. El problema hoy no es tanto el de la crisis de la familia o familias, sino la crisis de relaciones vinculantes y estables de ayuda y soporte mutuo, estén estas relacionadas con el parentesco o no .
– El permanente cambio en las relaciones sociales debido a la complejidad y a la constante innovación social, a la que hacíamos referencia, si hubiera coexistido, con la presencia de valores sociales y comunitarios seguramente hubiera significado un fortalecimiento de las redes vinculantes y sus capacidades, para afrontar su permanente adaptación- reforma y ampliación. En cambio con el dominio de los valores individualistas, la única generación de redes que se han producido son las virtuales. Dichas redes virtuales, establecidas mediante internet de alta capacidad relacional, no han permitido, por el entorno ético y moral en el que se han desarrollado, superar el aislamiento individual y la fragmentación social: En pocos casos, a excepción de las convocatorias de manifestaciones de solidariedad o reivindicativas, se han creado vínculos personales y de colaboración mutua. Es más el éxito de estas redes de internet se deben, sobretodo a este mismo aislamiento y fractura social en las que se encuentran las personas, y muy en particular los jóvenes. Las relaciones obtenidas por internet, bien pueden denominarse de información y de compromiso ligero o ausente. Otro papel jugarían las redes de internet, si se asentarán en una potente red de relaciones de confianza interpersonales.
– Estos valores del individualismo lucrativo, han roto no sólo los vínculos sociales y comunitarios, sino que además han debilitado la cultura democrática de la ciudadanía. Esta debilidad cultural lleva a enfrentamientos entre individuos y grupos que se perciben así mismos como diferentes. La visión del otro como enemigo, porque se supone que atenta hacia unos beneficios en servicios y transferencias colectivas (por otra parte en recesión) que le corresponden, esta al orden del día.
La corrosión social que producen estos valores, que impiden el restablecimiento de unas nuevas redes y relaciones sociales y deterioran el capital social o la capacidad de organización y acción compartida de una sociedad. Estos valores son un claro exponente de esta crisis societaria, que la crisis financiera y económica ha hecho emerger.
3-La desintitucionalización democrática y la fallida en el modo de gobernar.
La victoria del mercado sobre el estado que se produjo, en las políticas de los gobiernos europeos, como consecuencia de la interpretación mayoritaria de la crisis del 73-83, y ampliamente reforzada por la caída de los estados socialistas europeos, llevó a una desregulación de los mercados financieros tanto a nivel nacional como global. Es más la desregulación a nivel nacional, conllevó en que no se abordara ninguna medida para la regulación mundial de estos mercados. Tres ideologías de la ortodoxia del mercado, que habían sido falsadas por las crisis del XIX, y en especial por la Gran Depresión del 29, reaparecieron y se le dieron renovadas formulaciones , que la crisis actual ha vuelto a refutar. Dichas falsas formulaciones son :
(1) El mercado siempre por sí mismo tiende al equilibrio, sino lo hace es por la intervención del estado, por tanto los ciclos económicos no tendrían que producirse sin la intervención del estado.
(2) El genero humano, actúa como “homo economicus” es decir busca maximizar su interés (satisfacer sus necesidades) de manera racional, es decir a través de los medios más adecuados. La búsqueda del propio interés en el mercado conlleva la satisfacción del interés de todos. Los participantes en el mercado convergen, según la teoría de las expectativas racionales, hacia una misma visión de futuro, que es la visión optima.
(3) las grandes corporaciones por su capital reputacional, tienen capacidad de autocontrol, que entre otros beneficios, impide las prácticas abusivas de sus directivos. Consideran que los altos incentivos en las retribuciones responden a la rentabilidad proporcionada a los accionistas y a la corporación, sin distinguir entre rentabilidad al corto o largo plazo. Y cuánto más alto es el incentivo, y a más corto plazo se produce, más incrementa la conducta amoral.
Estas disparatadas teorías legitimaron la desregulación de los mercados, y en especial el financiero. Se pasó por alto tres evidencias importantes.
En primer lugar, el mercado se mueve siempre en la incertidumbre. Como señala el especulador y filántropo: George Soros, para que estas teorías pudieran realizarse se necesitaría un conocimiento cierto del mercado, y este por naturaleza es muy complejo para ser abarcado por el pensamiento. La racionalidad, por tanto, debe basarse en hipótesis y conjeturas puesto que la certeza de la predicción es imposible. Los agentes en el mercado se mueven en la incertidumbre, además de las condiciones propias del conocimiento humano, debido a la reflexividad . Por reflexividad se entiende que nuestras acciones, y el mismo pensamiento modifican a la vez la realidad que es objeto de nuestro pronóstico. Las predicciones mismas inciden e impactan en el desarrollo del mercado desde el mismo momento que se formulan; de tal modo que el futuro depende de las decisiones que los operadores aún no han tomado. Por tanto un supuesto mercado autorregulado, sin la intervención del Estado, exigiría que todos los operadores conocieran de antemano todas las decisiones que se iban a tomar, lo que es una imposibilidad, un absurdo. En lenguaje de Soros estas teorías serían unas “falacias fructíferas” (para algunos) puesto que la predicción falsa incide en el desarrollo del mercado mismo. Así por ejemplo la máxima calificación de seguridad (triple A) para las hipotecas subprime, que se mantuvo una vez estallada la burbuja inmobiliaria, legitimó el incremento de crédito, los negocios fraudulentos, y los pingues beneficios de directivos bancarios y agencias de seguros hasta el mismo estallido del crack financiero. Es decir unas predicciones falsas, y asentadas en bases nada objetivas, y absolutamente ideológicas alimentaron la actual crisis. La imposibilidad de prever el comportamiento del mercado hace, que ante una burbuja, la gente se lance a comprar añadiendo combustible a la hoguera, y no pueda confiarse en la autorregulación. Es evidente que el gobierno tampoco puede predecir, pero puede corregir la tendencia cuando una burbuja se hace demasiado grande o el crédito aumenta de manera desmesurada.
En segundo lugar , en un mercado desregulado, el crédito ha cambiado su principal actividad de financiar inversiones productivas y de servicio público rentables, por ganar dinero moviendo simplemente el dinero, jugando en operaciones de alto riesgo, especulando con el suelo, el petróleo, el gas, etc., para obtener beneficios inmediatos. Esta actividad especulativa no regulada, y legitimada por las “falacias fructíferas”, nos ha llevado a la crisis actual. Para controlar las burbujas y los movimientos especulativos es necesario tanto controlar la oferta monetaria como la disponibilidad de crédito.
En tercer lugar. Se ha olvidado que la institucionalidad democrática no sólo es necesaria para prevenir, limitar o reconducir las burbujas o los movimientos especulativos financieros, sino que es una fuente de desarrollo económico y social, Adam Smith, el primer teorizador de la economía de mercado y de la división del trabajo, en su libro: “teoría de los sentimientos morales” ya señalo que la adoración al rico y al poderoso es la principal fuente de corrupción, es decir los valores que han presidido la globalización de los mercados. Smith también señala, y que la principal virtud es la empatía, es decir la capacidad de ponerse en el papel del otro. Adam Smith, al igual que posteriormente John Stuart Mill, siempre señalaron que el buen funcionamiento del mercado requiere reglas limpias que deben ser garantizadas por el estado y la sociedad. El premio Nobel de economía en 1993, Douglas North demostró que el buen funcionamiento de las instituciones es condición necesaria para el desarrollo económico puesto que unas buenas reglas de juego claras y estables son las condiciones imprescindibles para generar confianza, y fortalecer las transacciones e intercambios entre individuos. De todo ello se concluye tal como lo hace John Gray, el mercado nunca puede funcionar adecuadamente en vacíos institucionales, sin un marco institucional el mercado sólo crea desequilibrios en la economía, en la sociedad y en el territorio.
La desisntitucionalización y la predominancia de lo mercantil, también llevó a que los gobiernos proveedores de servicios, sobretodo lo regionales y locales, trataran de imitar a la empresa privada en vez de innovar en gestión pública. La consecuencia de pedir productividad en la gestión de servicios a los funcionarios, por encima de generar institucionalidad, que es lo propio del funcionariado, generó una gran desorientación sobre la función pública que nada ha ayudado al prestigio de la administración. Por otra parte los gobiernos, al considerar a los ciudadanos como clientes, reforzaron su pasividad y desviaron la atención sobre el compromiso social de la ciudadanía. Se reforzó la dimensión individual del ciudadano cliente-usuario, en detrimento de su dimensión social como componente de la polis o ciudad. La ausencia de involucración de la ciudadanía en el hacer ciudad o en el desarrollo regional y de los países, que conlleva este modo de gobernar, es un obstáculo tanto para el desarrollo social como económico, y debilita la democracia. En especial, la democracia se debilita, cuándo está no logra representar a todos los sectores ciudadanos, y estos deben buscar canales no previstos para hacer valer sus necesidades y expectativas.
A la desinstitucionalización gubernamental, le ha acompañado una crisis que ya se venía lastrando de la crisis de las instituciones privadas: La familia como red personal de soporte personal, y apoyo mutuo estable, así como las iglesias, sindicatos, asociaciones vecinales también han entado en crisis. Las instituciones de inicios del siglo XX han quebrado sin haberse encontrado nuevas redes estables de relaciones interpersonales. El resultado la anomia o desorganización social.
Podemos resumir lo tratado en el conjunto del apartado tres en el siguiente cuadro:
Es definitiva el modelo de desarrollo económico, social e institucional adoptado para avanzar hacia la economía y sociedad red, por una parte ha reducido las posibilidades de desarrollo económico innovador, y por otra ha asentado las bases de desorganización social e institucional, que han originado una de las más graves crisis internacionales.
3. Para no concluir: La necesidad de una respuesta integral.
Karl Polanyi distinguió las grandes crisis porque producen una gran transformación entre el mercado y el poder político, y producen un cambio en las explicaciones (teorías) sobre el funcionamiento de la economía y sus actores, Esta crisis significa una transformación en la manera de entender no sólo la economía, sino también la cohesión social y sus actores, y muy en especial la transformación del papel de la política, la institucionalidad democrática y exige un cambio radical en el modo de gobernar las relaciones entre gobierno y sociedad civil en democracia.
La profundidad de esta gran crisis se debe, a que ha puesto en radical evidencia que el modelo de desarrollo social, institucional y moral instaurado como respuesta a la crisis de 1973-1983 resulto totalmente inadecuado para el desarrollo de la economía informacional y la sociedad red emergente. La emergencia de la economía y sociedad red provoca la existencia de unas mutaciones sociales para las que resultan totalmente inadecuadas las actuales estructuras de acción social y los modos de gobernar, o para ser más preciso modelos de gobernación actuales. Los procesos de cambio, al igual que las contradicciones económicas, sociales e institucionales que generaban, han sido previos al estallido de la actual crisis financiera y económica. Lo que está haciendo la crisis económica y financiera es agudizar dichas contradicciones, ponerlas de manifiesto, de tal modo que no sólo condicionan, el origen, el desarrollo y el impacto de la propia crisis, sino también la solución a la misma, o lo que es más importante: el escenario post-crisis.
Es cierto que la crisis no se solventará, sino se resuelven los aspectos financieros de la misma, y muy particularmente: el como iniciar un nuevo modelo de desarrollo económico que sea capaz de producir los ingresos que reduzca tanto la deuda pública y privada. Pero una solución duradera no se encontrará sino se es capaz de fortalecer el desarrollo de la economía y sociedad red; y este fortalecimiento no se producirá, sino se toman desde ahora, las medidas sociales e institucionales para incidir en la crisis social y democrática, que está en la base de la crisis económica. Es decir hay que combatir la enfermedad (la crisis), y no podemos combatir sólo los efectos de la misma (quiebra financiera, deuda pública y privada, etc.) hay que ir a las bases de la enfermedad, y por tanto se requiere hacerlo en todas las dimensiones, integralmente, sino el enfermo o no sanará o, lo hará muy lentamente y en cualquier caso, sin una intervención social e institucional dirigida a las principales orígenes de la crisis; de lo contrario, la crisis sanará mal, con baja calidad de vida y desarrollo social, y con habituales recaídas.
De hecho; y dada la interrelación entre lo económico, lo social y lo político; es un gran error y en no pocas ocasiones un error intencionado, el establecer, como se hace, políticas sólo financieras o económicas para afrontar la crisis, puesto que estas afectan al conjunto de la sociedad y sus instituciones. El centrar el abordaje de una crisis en los aspectos económicos coyunturales, tiene por objetivo ocultar la denuncia que sobre las políticas de la Unión Europea hace el premio Nobel de economía Joseph Stiglitz : “socializar las pérdidas, y privatizar las ganancias”.
Es conocido que las grandes crisis, como la actual, conllevan un reinicio o una reestructuración tanto de los temas económicos, como sociales, territoriales y urbanos, institucionales, y políticos . El nuevo escenario postcrisis es clave que consista en un fuerte desarrollo de la economía informacional asentado y potenciado en una organización de la sociedad en red, articulada en unas instituciones y en unos valores promotores de este tipo de sociedad más creativa, cohesionada socialmente y gobernada relacionalmente. Para preparar esta salida es preciso articular, desde ya, una respuesta integral: social, política e institucional, cívica, económica y financiera, y en la que la política tenga un renovado protagonismo, para caminar por senderos que nos lleven a unas nuevas maneras de convivir, producir y legitimarnos que impulsen el progreso económico, tecnológico y humano. ¿Cuáles son las características de esta respuesta integral? Esto, sin duda, debe ser motivo de un nuevo artículo.