Autor: Manuel Calbet
Se cuestiona en este artículo la perpetuación de los campos de refugiados, y se plantea la necesidad de que la ayuda internacional tenga un horizonte definido para superar las situaciones de crisis.
Los conflictos políticos provocan en ocasiones el terrible drama de los refugiados. Miles de personas se ven obligadas a abandonar su hogar sin tener adónde ir. La solidaridad internacional, bastante habituada a estas situaciones, reacciona con las mejores intenciones creando campamentos para satisfacer las necesidades mínimas de alimentación, higiene y seguridad. Estas actuaciones de organismos internacionales, gobiernos y ONG’s, necesarias desde la mínima solidaridad humana, han limitado la dimensión de muchas tragedias y salvado innumerables vidas humanas.
Pero un campo de refugiados solo puede aspirar a proporcionar una vida normal con perspectivas humanas. Es una solución excepcional para situaciones de crisis, de la cual se ha de salir lo antes posible. En este sentido llama la atención la perpetuación de los campos de refugiados saharauis en Argelia. Propiamente, quizás deberíamos hablar de los descendientes de la población del antiguo Sahara Español (o como se le quiera llamar), pues llevan más de 30 años allí. Posiblemente, el Frente Polisario pensó en su momento que concentrar la población a la menor distancia posible de la tierra reivindicada, era la mejor forma de presión, pero, pasada una generación, debería replantearse la estrategia. Tendría que valorar si no es un precio excesivo condenar a su gente a vivir de la caridad internacional, y a renunciar a cualquier horizonte personal por intentar alcanzar un horizonte colectivo.¿No hay otra forma de reivindicarlo? Y si consideran imprescindible quedarse allí, ¿no es posible desarrollar proyectos formativos y productivos?
La solidaridad internacional tiene que actuar a menudo con soluciones de emergencia ante las crisis. Pero si no se fijan objetivos a medio y largo plazo se corre el riesgo de que la perpetuación de los parches perpetúe situaciones de injusticia, inhumanas en el sentido de que, si bien se protege la vida, queda reducida al mínimo la dignidad humana.
Hace años que cada verano vienen a España niños saharauis a pasar unas semanas de vacaciones, pero parece que no está permitido que se queden a estudiar. Todas las personas que colaboran actúan con generosidad y la mejor voluntad posible, pero es lógico preguntarse si el resultado final es satisfactorio.
Después de una operación quirúrgica que afecta a la movilidad, es normal que una persona se encuentre dos cosas: una silla de ruedas para poder desplazarse, y unos ejercicios de recuperación para fortalecer la musculatura y volver caminar lo antes posible. Parece que en el caso de los refugiados intentamos hacer la silla cada vez más cómoda y nos olvidamos de la recuperación.